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Etiquetas | Entrevista | Novela | Cristina López Barrio
​Entrevista a la escritora Cristina López Barrio

«Tal vez podría vivir sin escribir, pero no sin leer»

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Cristina López Barrio (Madrid, 1970), finalista del Premio Planeta 2017, regresa a las librerías con una novela ambientada en el monte Abantos, en la sierra del Guadarrama, en un lugar tan cargado de leyendas como San Lorenzo de El Escorial. ´Rómpete corazón’, su nuevo título, es un thriller contemporáneo donde suspense e intriga policial se entremezclan con el poder de los lazos familiares, la magia de los cuentos de hadas y las trampas de la pasión amorosa. ¿Fantasía, relato policial, historia de amor…? Un poco de todo. En la novela nos tropezamos con personajes femeninos de personalidad arrolladora, un matriarcado, cuyas integrantes se mueven por los lindes de la locura. Fue el último jueves de noviembre, poco después del mediodía, cuando pude conversar con la escritora madrileña sobre los pormenores de su nueva criatura literaria. Días más tarde, el play de la grabadora, me devolvió nuestra charla, que ahora transcribo.

Cristina, aunque nos conocimos en el año dos mil diecisiete durante la rueda de prensa del Premio Planeta, ésta es la primera vez que te entrevisto. Así que el comienzo es obligado: ¿qué significa para ti la literatura?




Creo que escribir es mi forma de vivir, porque la escritura está muy unida a la lectura y desde que yo era niña he leído mucho. De aquellas historias brotó mi amor hacia los libros por la sensación de belleza y evasión que encierran. Fue mi forma de conocer, cuestionar y reflexionar sobre el mundo. Siempre he sido muy fantasiosa, veo la vida a través de la historia y he tratado de sobrellevar la existencia a través de la lectura. Tal vez podría vivir sin escribir, pero no sin leer. Empecé con poemas y cuentos a los doce años y surgió como algo natural, algo orgánico. Nunca me he planteado por qué lo hago. Sin embargo, cuando empiezas a probar el proceso creativo, donde sufres mucho, tienes una sensación verdaderamente adictiva, en la que te olvidas de quién eres, y surgen los personajes, que son como una especie de posesión tuya, y todo fluye.

¿Haber sido finalista del Planeta en dos mil diecisiete cambió tu vida como escritora?


Como escritora pública sí, porque la difusión y repercusión que tiene han supuesto para mí un espaldarazo. El Planeta me ha permitido ser más conocida, ya que he tenido acceso a gran cantidad de medios de comunicación. Me ha hecho estar más presente en la vida cultural a través de charlas y otras actividades relacionadas con la literatura. Y, por supuesto, me hizo visible para muchos lectores ya que, aunque en dos mil diecisiete ya tenía publicados cuatro libros, había mucha gente que no me conocía y que, gracias al Premio, se ha interesado por esos otros libros.

¿Cómo surgió la idea para escribir ‘Rómpete, corazón’?


La chispa de la novela procede de un verso de ‘Hamlet’, que da título al libro. Arranca con Aurora, una adolescente a la que le van a suceder cosas parecidas a las que sufre Hamlet en su vida: pierde a su padre y, poco después, su madre se casará con otro hombre. Tengo una hija de esa edad y siento inquietud por la adolescencia. A partir de ahí busqué dónde situarla. Para mí, el lugar siempre es un personaje más de mis novelas, porque me ayuda a ambientarlas y a determinar el comportamiento de los personajes. Y justo ahí aparece mi propia adolescencia, íntimamente ligada a San Lorenzo del Escorial, porque allí pasé los veranos de mi infancia y de mi juventud. San Lorenzo está cargado de leyendas, como esa que dice que el monasterio se construyó sobre una de las siete bocas del infierno y que Felipe II, conocedor de la historia, decidió levantarlo ahí para contrarrestar un poco ese efecto. También se habla de muchas apariciones, como las del monte Abantos.

¿Has tenido que documentarte mucho sobre todas estas leyendas o ya las conocías?


No, no, las conocía de pequeña, aunque es verdad que en el pueblo hay una librería que vende libros sobre El Escorial, que compré alguno y que mi padre tiene una buena biblioteca donde pude leer sobre todo esto. Leyendas hay muchas… Por ejemplo, se cuenta que en el monte Abantos se hacían misas negras y que, en el siglo XIX, allí fue asesinado un niño que se aparece de vez en cuando. También se afirma que, como en la zona hay mucho granito, El Escorial es una fuente de energía. Yo no sé qué hay de cierto en todo ello, lo único que sé es que, cuando voy allí, me siento muy bien.

‘Rómpete, corazón’ es un thriller que trata de las desapariciones de dos hermanas, separadas por un espacio de tiempo de doce años, ¿por qué escogiste este formato para escribirla?


Bueno, has de tener claro de donde partes, porque también se trata de una novela que mezcla temas de fantasía y leyenda. Has de decidir si construyes una novela realista o no, saber lo que ha ocurrido y conocer quién es el culpable. Investigué en teoría literaria sobre novela negra y traté de relacionarla con la estructura de los cuentos de hadas, que beben del mito, como son los relatos originales de los Hermanos Grimm y Andersen. Así fue como vi que los cuentos comienzan con una desgracia, igual que en el género negro, que suele solucionarse a través de un método mágico llevado a cabo por un donante. En ‘Rómpete, corazón’ la desgracia inicial existe, el método mágico sería la investigación policial y el lugar del donante lo ocupa un inspector de policía. El cuento, además, exige un final feliz, con castigo del culpable y restablecimiento de la justicia, del mismo modo que la novela policiaca, mayoritariamente, al concluir restablece el orden y la justicia. En ‘Estudio en escarlata’, la novela de Arthur Conan Doyle, también encontré una estructura similar: delito-investigación-resolución del caso y desorden-miedo-restablecimiento del orden y la justicia y todo me cuadraba con los cuentos de hadas, porque incluso el desenlace parecía algo misterioso.

En este caso, el investigador es Roger, un tipo alcohólico y fracasado, un modelo de manual, ¿cómo surgió este personaje en tu mente?


No está basado en ninguna persona real. Como he dicho, es inspector de policía, un Marlowe de pasado tortuoso, pero que tiene una sensibilidad especial que ha de ocultar de alguna manera. Sin duda es el resultado del poso que dejó en mí la lectura de novelas policiacas. Mi mundo lector me influye mientras escribo. Es inevitable.

Has dicho antes que en la novela conviven varios géneros.


Fíjate, yo abogo por la mezcla, no creo en los géneros. A la literatura no se le pueden poner límites porque, además, resulta enriquecedor, lo que no quita para que sigan existiendo novelas negras o históricas. En un prólogo, Víctor Hugo ya escribió algo sobre la libertad de los géneros literarios. Esta novela, como has dicho antes, es un thriller, porque tendemos al encasillamiento y a colocar las obras en compartimentos estancos de concepto. En realidad, el único límite de la creación literaria es que tú has de ser verosímil en el mundo de ficción que has creado y el lector ha de pensar que eso es real. Si no se lo cree, la historia se cae, no funciona.

Escrita en primera persona, ‘Rómpete, corazón’ se sostiene sobre una estructura circular, poliédrica y coral, ¿era un reto o lo pedía la propia historia?


La estructura es uno de los retos de la novela. Seis personajes en primera persona era una apuesta complicada, porque eran voces muy distintas: una adolescente, una anciana, una mujer de cuarenta años, un guionista, un marido celoso y un policía… Y todo bajo el formato de thriller, que incluía saltos temporales. Era un riesgo diferenciar bien esos seis caracteres, pero cuando comencé a trabajar el texto fue como si escuchase la voz de todos ellos. Por una reforma doméstica, durante dos años estuve viviendo en El Escorial y salía con mis perros por el monte Abantos. En esos paseos, comencé a grabar cosas y, de repente, me puse a hablar como los personajes. Justo de ahí nació la idea de que eran ellos quienes tenían que contar la historia. Si la hubiera narrado de otro modo sería otra novela. Durante todo el tiempo, el lector ha de permanecer concentrado para construir el puzle con las piezas que le voy suministrando.

Hay casas con peso específico en la literatura por la historia que guardan entre sus paredes. En la novela aparece una de ellas, la Casa de los Melgar. ¿Este tipo de inmuebles llegan a condicionar la existencia de los personajes?


Creo que sí. La Casa es un personaje más, igual que podría serlo cualquiera de los muchos caserones que serpentean la falda del monte Abantos. Yo he paseado por delante de ellos, ahora están cerrados, y me he preguntado siempre qué acontecimientos sucedieron en su interior. El de ‘Rómpete, corazón’ forma parte de la familia y su jardín esconde una historia relacionada con El Escorial, una leyenda al estilo Allan Poe. Las casas guardan una energía y, a veces, cuando estás en ellas te entra un mal rollo que hace que desees salir rápidamente de allí. Sin duda son el lugar donde ocurren cosas importantes en la vida de sus moradores.

En la novela tocas también el tema del matriarcado.


Sí, es una constante en mi obra, una inquietud personal. Mi madre y mi abuela procedían de familias grandes en las que había muchas mujeres y yo crecí dentro de ese matriarcado. He tratado de entender nuestro papel como mujeres, a las que se asociaba a la emoción y a las que se consideraba responsables del vínculo familiar, porque antes estaban en casa y cuidaban de la prole. Mientras, al hombre se le negaba esa emoción porque salía de casa. Ahora parece que las cosas cambian y hay que reivindicar los derechos de los hombres y de las mujeres. Qué nos ata a nosotras, qué es la subordinación o por qué surgió ese matriarcado y sus consecuencias, son cuestiones que me afectan, porque nací en mil novecientos setenta y llevo conmigo una herencia con rasgos matriarcales. Creo que se trata de una genética cultural, que nos transmiten a través de la educación. Y eso es un concepto machista, porque tú eres la responsable de mantener el vínculo familiar y, si no lo perpetúas porque no llegas a todo, te sientes mal. Pero ahora que la mujer sale a trabajar, eso no cuadra, ese reparto de papeles ya no vale.

Antes de terminar, hay una persona que ha de aparecer en esta entrevista: la escritora Clara Obligado, que ha dicho sobre ti que «brillas con luz propia». Tú pasaste por su taller de escritura, cuéntanos un poco tu experiencia.


Lo del taller es algo muy particular. Mi experiencia personal es que, desde que conocí a Clara Obligado, hay un antes y un después en mi literatura. Empecé a asistir a su taller en el año dos mil y procuro repetir anualmente, porque siempre aprendo algo nuevo. Para mí resultó fundamental compartir lo que escribía con otras personas y darme cuenta de cuáles eran mis puntos flacos y fuertes. Cuando compartes, te expones a la crítica suya y de los demás compañeros, que fueron enormemente enriquecedoras para mí, porque me abrieron los ojos. Además de una escritora extraordinaria, Clara es mi maestra y su taller mi familia literaria. Ella significa una forma distinta de saborear y amar la literatura, que te lleva a vivirla como nunca lo habías hecho antes. 

«Tal vez podría vivir sin escribir, pero no sin leer»

​Entrevista a la escritora Cristina López Barrio
Herme Cerezo
lunes, 16 de diciembre de 2019, 08:46 h (CET)

Cristina López Barrio (Madrid, 1970), finalista del Premio Planeta 2017, regresa a las librerías con una novela ambientada en el monte Abantos, en la sierra del Guadarrama, en un lugar tan cargado de leyendas como San Lorenzo de El Escorial. ´Rómpete corazón’, su nuevo título, es un thriller contemporáneo donde suspense e intriga policial se entremezclan con el poder de los lazos familiares, la magia de los cuentos de hadas y las trampas de la pasión amorosa. ¿Fantasía, relato policial, historia de amor…? Un poco de todo. En la novela nos tropezamos con personajes femeninos de personalidad arrolladora, un matriarcado, cuyas integrantes se mueven por los lindes de la locura. Fue el último jueves de noviembre, poco después del mediodía, cuando pude conversar con la escritora madrileña sobre los pormenores de su nueva criatura literaria. Días más tarde, el play de la grabadora, me devolvió nuestra charla, que ahora transcribo.

Cristina, aunque nos conocimos en el año dos mil diecisiete durante la rueda de prensa del Premio Planeta, ésta es la primera vez que te entrevisto. Así que el comienzo es obligado: ¿qué significa para ti la literatura?




Creo que escribir es mi forma de vivir, porque la escritura está muy unida a la lectura y desde que yo era niña he leído mucho. De aquellas historias brotó mi amor hacia los libros por la sensación de belleza y evasión que encierran. Fue mi forma de conocer, cuestionar y reflexionar sobre el mundo. Siempre he sido muy fantasiosa, veo la vida a través de la historia y he tratado de sobrellevar la existencia a través de la lectura. Tal vez podría vivir sin escribir, pero no sin leer. Empecé con poemas y cuentos a los doce años y surgió como algo natural, algo orgánico. Nunca me he planteado por qué lo hago. Sin embargo, cuando empiezas a probar el proceso creativo, donde sufres mucho, tienes una sensación verdaderamente adictiva, en la que te olvidas de quién eres, y surgen los personajes, que son como una especie de posesión tuya, y todo fluye.

¿Haber sido finalista del Planeta en dos mil diecisiete cambió tu vida como escritora?


Como escritora pública sí, porque la difusión y repercusión que tiene han supuesto para mí un espaldarazo. El Planeta me ha permitido ser más conocida, ya que he tenido acceso a gran cantidad de medios de comunicación. Me ha hecho estar más presente en la vida cultural a través de charlas y otras actividades relacionadas con la literatura. Y, por supuesto, me hizo visible para muchos lectores ya que, aunque en dos mil diecisiete ya tenía publicados cuatro libros, había mucha gente que no me conocía y que, gracias al Premio, se ha interesado por esos otros libros.

¿Cómo surgió la idea para escribir ‘Rómpete, corazón’?


La chispa de la novela procede de un verso de ‘Hamlet’, que da título al libro. Arranca con Aurora, una adolescente a la que le van a suceder cosas parecidas a las que sufre Hamlet en su vida: pierde a su padre y, poco después, su madre se casará con otro hombre. Tengo una hija de esa edad y siento inquietud por la adolescencia. A partir de ahí busqué dónde situarla. Para mí, el lugar siempre es un personaje más de mis novelas, porque me ayuda a ambientarlas y a determinar el comportamiento de los personajes. Y justo ahí aparece mi propia adolescencia, íntimamente ligada a San Lorenzo del Escorial, porque allí pasé los veranos de mi infancia y de mi juventud. San Lorenzo está cargado de leyendas, como esa que dice que el monasterio se construyó sobre una de las siete bocas del infierno y que Felipe II, conocedor de la historia, decidió levantarlo ahí para contrarrestar un poco ese efecto. También se habla de muchas apariciones, como las del monte Abantos.

¿Has tenido que documentarte mucho sobre todas estas leyendas o ya las conocías?


No, no, las conocía de pequeña, aunque es verdad que en el pueblo hay una librería que vende libros sobre El Escorial, que compré alguno y que mi padre tiene una buena biblioteca donde pude leer sobre todo esto. Leyendas hay muchas… Por ejemplo, se cuenta que en el monte Abantos se hacían misas negras y que, en el siglo XIX, allí fue asesinado un niño que se aparece de vez en cuando. También se afirma que, como en la zona hay mucho granito, El Escorial es una fuente de energía. Yo no sé qué hay de cierto en todo ello, lo único que sé es que, cuando voy allí, me siento muy bien.

‘Rómpete, corazón’ es un thriller que trata de las desapariciones de dos hermanas, separadas por un espacio de tiempo de doce años, ¿por qué escogiste este formato para escribirla?


Bueno, has de tener claro de donde partes, porque también se trata de una novela que mezcla temas de fantasía y leyenda. Has de decidir si construyes una novela realista o no, saber lo que ha ocurrido y conocer quién es el culpable. Investigué en teoría literaria sobre novela negra y traté de relacionarla con la estructura de los cuentos de hadas, que beben del mito, como son los relatos originales de los Hermanos Grimm y Andersen. Así fue como vi que los cuentos comienzan con una desgracia, igual que en el género negro, que suele solucionarse a través de un método mágico llevado a cabo por un donante. En ‘Rómpete, corazón’ la desgracia inicial existe, el método mágico sería la investigación policial y el lugar del donante lo ocupa un inspector de policía. El cuento, además, exige un final feliz, con castigo del culpable y restablecimiento de la justicia, del mismo modo que la novela policiaca, mayoritariamente, al concluir restablece el orden y la justicia. En ‘Estudio en escarlata’, la novela de Arthur Conan Doyle, también encontré una estructura similar: delito-investigación-resolución del caso y desorden-miedo-restablecimiento del orden y la justicia y todo me cuadraba con los cuentos de hadas, porque incluso el desenlace parecía algo misterioso.

En este caso, el investigador es Roger, un tipo alcohólico y fracasado, un modelo de manual, ¿cómo surgió este personaje en tu mente?


No está basado en ninguna persona real. Como he dicho, es inspector de policía, un Marlowe de pasado tortuoso, pero que tiene una sensibilidad especial que ha de ocultar de alguna manera. Sin duda es el resultado del poso que dejó en mí la lectura de novelas policiacas. Mi mundo lector me influye mientras escribo. Es inevitable.

Has dicho antes que en la novela conviven varios géneros.


Fíjate, yo abogo por la mezcla, no creo en los géneros. A la literatura no se le pueden poner límites porque, además, resulta enriquecedor, lo que no quita para que sigan existiendo novelas negras o históricas. En un prólogo, Víctor Hugo ya escribió algo sobre la libertad de los géneros literarios. Esta novela, como has dicho antes, es un thriller, porque tendemos al encasillamiento y a colocar las obras en compartimentos estancos de concepto. En realidad, el único límite de la creación literaria es que tú has de ser verosímil en el mundo de ficción que has creado y el lector ha de pensar que eso es real. Si no se lo cree, la historia se cae, no funciona.

Escrita en primera persona, ‘Rómpete, corazón’ se sostiene sobre una estructura circular, poliédrica y coral, ¿era un reto o lo pedía la propia historia?


La estructura es uno de los retos de la novela. Seis personajes en primera persona era una apuesta complicada, porque eran voces muy distintas: una adolescente, una anciana, una mujer de cuarenta años, un guionista, un marido celoso y un policía… Y todo bajo el formato de thriller, que incluía saltos temporales. Era un riesgo diferenciar bien esos seis caracteres, pero cuando comencé a trabajar el texto fue como si escuchase la voz de todos ellos. Por una reforma doméstica, durante dos años estuve viviendo en El Escorial y salía con mis perros por el monte Abantos. En esos paseos, comencé a grabar cosas y, de repente, me puse a hablar como los personajes. Justo de ahí nació la idea de que eran ellos quienes tenían que contar la historia. Si la hubiera narrado de otro modo sería otra novela. Durante todo el tiempo, el lector ha de permanecer concentrado para construir el puzle con las piezas que le voy suministrando.

Hay casas con peso específico en la literatura por la historia que guardan entre sus paredes. En la novela aparece una de ellas, la Casa de los Melgar. ¿Este tipo de inmuebles llegan a condicionar la existencia de los personajes?


Creo que sí. La Casa es un personaje más, igual que podría serlo cualquiera de los muchos caserones que serpentean la falda del monte Abantos. Yo he paseado por delante de ellos, ahora están cerrados, y me he preguntado siempre qué acontecimientos sucedieron en su interior. El de ‘Rómpete, corazón’ forma parte de la familia y su jardín esconde una historia relacionada con El Escorial, una leyenda al estilo Allan Poe. Las casas guardan una energía y, a veces, cuando estás en ellas te entra un mal rollo que hace que desees salir rápidamente de allí. Sin duda son el lugar donde ocurren cosas importantes en la vida de sus moradores.

En la novela tocas también el tema del matriarcado.


Sí, es una constante en mi obra, una inquietud personal. Mi madre y mi abuela procedían de familias grandes en las que había muchas mujeres y yo crecí dentro de ese matriarcado. He tratado de entender nuestro papel como mujeres, a las que se asociaba a la emoción y a las que se consideraba responsables del vínculo familiar, porque antes estaban en casa y cuidaban de la prole. Mientras, al hombre se le negaba esa emoción porque salía de casa. Ahora parece que las cosas cambian y hay que reivindicar los derechos de los hombres y de las mujeres. Qué nos ata a nosotras, qué es la subordinación o por qué surgió ese matriarcado y sus consecuencias, son cuestiones que me afectan, porque nací en mil novecientos setenta y llevo conmigo una herencia con rasgos matriarcales. Creo que se trata de una genética cultural, que nos transmiten a través de la educación. Y eso es un concepto machista, porque tú eres la responsable de mantener el vínculo familiar y, si no lo perpetúas porque no llegas a todo, te sientes mal. Pero ahora que la mujer sale a trabajar, eso no cuadra, ese reparto de papeles ya no vale.

Antes de terminar, hay una persona que ha de aparecer en esta entrevista: la escritora Clara Obligado, que ha dicho sobre ti que «brillas con luz propia». Tú pasaste por su taller de escritura, cuéntanos un poco tu experiencia.


Lo del taller es algo muy particular. Mi experiencia personal es que, desde que conocí a Clara Obligado, hay un antes y un después en mi literatura. Empecé a asistir a su taller en el año dos mil y procuro repetir anualmente, porque siempre aprendo algo nuevo. Para mí resultó fundamental compartir lo que escribía con otras personas y darme cuenta de cuáles eran mis puntos flacos y fuertes. Cuando compartes, te expones a la crítica suya y de los demás compañeros, que fueron enormemente enriquecedoras para mí, porque me abrieron los ojos. Además de una escritora extraordinaria, Clara es mi maestra y su taller mi familia literaria. Ella significa una forma distinta de saborear y amar la literatura, que te lleva a vivirla como nunca lo habías hecho antes. 

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