Que no lo dude nadie. Todos los movimientos que realiza este omnívoro Gobierno tienen como objetivo la destrucción de lo público. Ya empezó en tal menester la torpe, torpísima e incompetente administración socialista, ya dejó Zapatero los mimbres de la cesta en posición. Ahora, el ejecutivo de Rajoy se ha aplicado a fondo en la encomienda y persigue, paso a paso, decreto a decreto, ley a ley, que los empleados públicos desaparezcan. Primero se sataniza al sujeto, después se le culpa de todos los males y, por último, se le ejecuta.
No interesa la independencia en la gestión, no es conveniente para los intereses políticos que aquéllos que con su trabajo sostienen el funcionamiento de la administración sean coherentes en el desarrollo de sus funciones, no quiere el rector público de turno que nadie le tosa. La imparcialidad en la aplicación de la ley, la corrección en los procedimientos y no ser perros falderos son características molestas para la reata de manipuladores que rigen el destino del Estado español. Mérito, capacidad e igualdad al vertedero.
Se privatizan los servicios, se prostituye la Sanidad, se mangonea la Justicia y se adultera el sistema educativo, todo ello con alevosía y premeditación. Y ahora, para que la impunidad del muñidor sea absoluta, toca ponerle los grilletes a las Fuerzas de Seguridad del Estado, garantes máximos de los derechos constitucionales que amparan a todos los españoles. El Gobierno ha decidido pagarse a sí mismo una barra libre que le permita la creación de una Stasi y el control de grupos parapoliciales que intimiden al pueblo soberano y así maniobrar sin temor. La democracia, entendida como forma de organización en la que el poder recae en el conjunto de la sociedad, agoniza, tiene los días contados. La casta política está imponiendo su doctrina dictatorial y represiva.
Estamos muertos. Nada va a poder impedir los desmanes políticos, nadie va a poder interponerse entre el aparato coercitivo y nosotros. Policías y guardias civiles tendrán que plegarse al mandato o serán apartados de sus funciones, sustituidos por una Gestapo privada. Éste es el fin y el principio de la nueva Ley de Seguridad Privada, tener el servilismo asegurado y maniatar a los justos.
Los españoles soportamos una tormenta que, lejos de amainar, empeora agigantándose, convirtiéndose en un tifón que nos está arrebatando los derechos y las libertades y que nos va a dejar, sino lo estamos ya, desnudos y desarmados ante los abusos del poder. Si consentimos que se destruya lo público, estamos perdidos, no habrá marcha atrás, porque lo que se va no regresa jamás. O reaccionamos o cuando vayamos a revolvernos ya será demasiado tarde. Tiempo al tiempo.