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El mito del acorazado alemán Admiral Graf Spee es el origen de esta historia, de sugerente trama detectivesca

'Estuario'

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La realidad novelística actual nos depara títulos que no encontrarán su asiento en los anaqueles más comerciales. Aquellos que suelen adueñarse del escaparatismo literario, independientemente de su calidad, y que nos trasladan la sensación de entrar una y otra vez en la misma librería, por más que nuestros pasos de entusiasta explorador y nómada lector nos encamine a otras tantas. Se asemeja, en cierta manera, a cierta filmografía que reduce su exposición a limitadas salas de cine y por un escaso tiempo, apenas un suspiro. La mercadotecnia se impone a cualquier otro criterio salvo a uno tan antiguo como el propio libro: el lector. En el año 2012, según datos de INE -Instituto Nacional de Estadística-, se editaron en España 69.668 títulos. La mayor parte de ellos -31,1 por ciento-, correspondieron a publicaciones literarias. Entre tanta producción, a pesar de haber sufrido un descenso del 6,2 por ciento con respecto a los títulos de 2011, el tamiz se torna insufrible para, desde la honestidad, mantener criterios que abunden en la materia literaria y no en la crematística y publicitaria. Por más que los reclamos comerciales nos tienten con el dulzón apremio de la adquisición imprescindible para satisfacción de nuestros gustos literarios. El lector es, finalmente, el que elige y aconseja a otros lectores, desde el gusto más personal.

Mario Benedetti definía a través de su faceta lírica la realidad en la que nos hallamos, su dimensión inefable y la pequeñez de nuestra huella a su paso: "No vayas a creer lo que te cuentan del mundo / (ni siquiera esto que te estoy contando) / ya te dije que el mundo es incontable". La literatura prende de ese impenitente y tenaz empeño en seguir contando, en seguir definiendo la posibilidad y especulando lo inimaginable. Entre ambas orillas el escritor inicia su errabundo y humilde canto de y en soledad. El sedimento de su trabajo será la esencia de la obra misma, aunque como indicaba paradojicamente el poeta uruguayo, el mundo es incontable... y vuelta a empezar.


Estuario
Estuario -Editorial Anantes- propone al lector una historia de intriga con matices detectivescos y de cine negro. La introducción de un elemento real e histórico -el acorazado Admiral Graf Spee-, recrea a su derredor diversas intrahistorias que se interrelacionan y completan un rompecabezas delictivo, social, político y sentimental rocambolesco y, sin embargo, verosímil. El argumento se ve sometido a continuas miradas retrospectivas que crean esa atmósfera de hechos inconexos que con morosa precisión el autor compone y ensambla. Ismael es vecino del Cerro, un humilde barrio de Montevideo, que inicia su primeros pasos laborales como periodista, con un programa de radio en el Sindicato de la Pesca. Hasta ese momento el espacio radiofónico pasaba desapercibido. Los contenidos eran anodinos. Su llegada modifica de tal manera el interés de los radioyentes, que en pocas emisiones logra afianzarse en la comunidad de pescadores. Precisamente en unos momentos en los que la reivindicación sindical se halla en plena efervescencia. El suicidio de uno de los tripulantes de una embarcación pesquera, es el desenlace fatal que provoca un alud de acontecimientos a cual menos previsible. Esa es una de las cualidades del texto: el desamparo al que somete al lector a la par que lo experimenta su protagonista conforme se adentra, no sólo en el hecho mortal que motiva su investigación, también en el intrincado y espantoso submundo que descubre. El controvertido destino del capitán que comandaba el acorazado alemán en los albores de la Segunda Guerra Mundial y el mito que acompaña su figura histórica, proyecta una terrible y mortal sombra hasta los años noventa, época en la que se desarrolla la trama.

Joaquin Dholdan recrea el naufragio de unos seres atropellados por el tiempo que no vivieron porque, en cierta manera, les fue hurtado. El pasado les aprieta en tal medida que marca inexorablemente su futuro más inmediato. Es la dentellada de las ausencias y el desconcertante sino que cada cual soporta por hechos sobrevenidos y de los que no es responsable y sí heredero. Ante estos el juicio que emita, devengará en sus cuitas o lo liberará de los miedos que otros impusieron como cruento trueque al hipotecarles su futuro. La obra posee una columna vertebral nutrida por las constantes revelaciones que acentúan el misterio. Cada descubrimiento es una puerta abierta a un pasillo debilmente iluminado a propósito, para envolver al lector del halo seductor de cada capítulo. Sin embargo, la musculatura de la novela cobra su mejor y mayor empaque y tono, en la versatilidad que muestra tratando temas periféricos a la investigación que es el hilo conductor, pero que la dotan de viveza y simbología contemporánea: la dictadura, el equilibrio ecológico, la corrupción política y el tráfico de drogas.

La esfera del poder recobra remisnicencias totalitarias si de preservar su influjo y sostén las requiere el terrible y sangriento eco de la solución final y su aliento nazi adaptado a la actualidad. El genocidio no ha dejado de ostentar la ambivalencia de drama y enigma. Y en esta novela nos sorprenderá el tratamiento demoniaco para seguir perseverando en aquél. La brutalidad es la manifestación explícita de la degradación intelectual del ser humano. La República Oriental del Uruguay, y más concretamente su capital Montevideo, localizan el ambiente y el paisaje de la novela. Entre 1973 y 1985 la llamada Dictadura civico-militar en Uruguay, aplicó el oscurantismo y la represión con múltiples desapariciones y asesinatos de opositores al régimen. Las heridas abiertas de este cruento escenario, constituye el telón de fondo de la novela que el autor pone en primer plano cuando, de su trascendencia, el compromiso le obliga a pronunciarse en las palabras de Tomás, el odontólogo que atiende la carencia paternal de Ismael, presunta víctima de la represión, la cárcel y la tortura, "Los milicos sembraron en una década una planta que ustedes tiene que cortar de raíz".

Paraná Guazú – según nota del autor, en guaraní, "río grande como mar"- nos ensancha los términos marinos en los que orienta la acción como derota marina. La labor de los pescadores toma enseguida un empuje que nos arrastra como el suceso que nos refiere en el segundo capítulo, tras un primero breve, compendioso, significativo y de certero disparo. El pasaje es un verdadero deleite literario por la profusión de fórmulas que emplea el autor para mantener la pulsión narrativa y desembocar en la inesperada descripción radiofónica, con ese guiño a los aparatos de otra época -el casete- y la oralidad como balbuceo literario -relatando la historia en el grabador-. El carácter analógico de los utensilios domésticos nos habla de un tiempo menos acelerado que tiene un efecto evocador En estos dos capítulos se condensa el grueso de las pesquisas que se verán alteradas por otras que se entrecruzan en los ámbitos personales de los personajes. La confluencia de océano y río, en el estuario de Montevideo, remueve las aguas oscuras y profundas que la ambición recrea en la superficie. Donde las apariencias son un burdo remedo de la insatisfacción, "(...) porque la realidad que vemos siempre es tan limitada que podemos confundir y creer que en ella se puede navegar en paz".

Los crímenes de la calle Morgue, dentro del volumen Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe, es para Ismael "Esa era su formación como detective", junto a a la cinematográfica novela El halcón maltés, de Dashiell Hammet, constituyen dos referencias que, bajo mi punto de vista, se encuentran -una por propia afirmación del autor en el personaje principal y otra por la referencia de un objeto preciado que genera la intriga-, en el rumor que acompaña la lectura de esta obra. Acertadamente el autor ha obrado por una estructuración sencilla, en cuanto a la división en breves capítulos, con el que abordar el nudo gordiano que plantea con estilo sobrio pero preciso, sobre todo en la aportación emotiva e introspectiva. Los dos autores norteamericanos abren con cada una de sus obras dos ámbitos de incidencia literaria al tratarseen el caso de Poe de la primera narración literaria con tintes especificamente policiacos, aunque con el interés añadido del carácter aficionado y autodidacta de M. Dupin, que es el álter ego de Ismael. Con Hammet encontramos el germen literario que inauguró el cine negro con la mágnifica película del mismo título, dirigida en 1941 por Jhon Houston e interpretada por Humphrey Bogart, Mary Astor y Peter Lorre. El objeto del deseo lo es también el del mal.

Ficción y realidad, dos universos que, en no pocas ocasiones, se dan la mano e intercambian vestimentas. En esta ocasión se aproximan pues "Al fin y al cabo el infierno es un lugar de nuestra mente al que siempre `podemos ir a parar". Si el destino es una constante literaria, en esta apuesta narrativa es su razón de ser. Eso sí, impregnada por elementos de intriga que la dotan de dinamismo y permisividad hacia otros géneros más plásticos como el propio cine. El escritor uruguayo, afincado actualmente en Sevilla -España-, moldea una historia que nos atrapa desde el primer párrafo. Una lectura que sin desprenderse de su naturaleza meramente fabuladora, nos sorprende con reflexiones y pensamientos ciertamente interesantes, "La decisión de cuándo enmpieza y termina una historia, y eso es una de las curiosidades más llamativas de nuestras especie tiene efectos sorprendentes sobre los otros".

'Estuario'

El mito del acorazado alemán Admiral Graf Spee es el origen de esta historia, de sugerente trama detectivesca
Pedro Luis Ibáñez Lérida
martes, 10 de diciembre de 2013, 08:49 h (CET)
La realidad novelística actual nos depara títulos que no encontrarán su asiento en los anaqueles más comerciales. Aquellos que suelen adueñarse del escaparatismo literario, independientemente de su calidad, y que nos trasladan la sensación de entrar una y otra vez en la misma librería, por más que nuestros pasos de entusiasta explorador y nómada lector nos encamine a otras tantas. Se asemeja, en cierta manera, a cierta filmografía que reduce su exposición a limitadas salas de cine y por un escaso tiempo, apenas un suspiro. La mercadotecnia se impone a cualquier otro criterio salvo a uno tan antiguo como el propio libro: el lector. En el año 2012, según datos de INE -Instituto Nacional de Estadística-, se editaron en España 69.668 títulos. La mayor parte de ellos -31,1 por ciento-, correspondieron a publicaciones literarias. Entre tanta producción, a pesar de haber sufrido un descenso del 6,2 por ciento con respecto a los títulos de 2011, el tamiz se torna insufrible para, desde la honestidad, mantener criterios que abunden en la materia literaria y no en la crematística y publicitaria. Por más que los reclamos comerciales nos tienten con el dulzón apremio de la adquisición imprescindible para satisfacción de nuestros gustos literarios. El lector es, finalmente, el que elige y aconseja a otros lectores, desde el gusto más personal.

Mario Benedetti definía a través de su faceta lírica la realidad en la que nos hallamos, su dimensión inefable y la pequeñez de nuestra huella a su paso: "No vayas a creer lo que te cuentan del mundo / (ni siquiera esto que te estoy contando) / ya te dije que el mundo es incontable". La literatura prende de ese impenitente y tenaz empeño en seguir contando, en seguir definiendo la posibilidad y especulando lo inimaginable. Entre ambas orillas el escritor inicia su errabundo y humilde canto de y en soledad. El sedimento de su trabajo será la esencia de la obra misma, aunque como indicaba paradojicamente el poeta uruguayo, el mundo es incontable... y vuelta a empezar.


Estuario
Estuario -Editorial Anantes- propone al lector una historia de intriga con matices detectivescos y de cine negro. La introducción de un elemento real e histórico -el acorazado Admiral Graf Spee-, recrea a su derredor diversas intrahistorias que se interrelacionan y completan un rompecabezas delictivo, social, político y sentimental rocambolesco y, sin embargo, verosímil. El argumento se ve sometido a continuas miradas retrospectivas que crean esa atmósfera de hechos inconexos que con morosa precisión el autor compone y ensambla. Ismael es vecino del Cerro, un humilde barrio de Montevideo, que inicia su primeros pasos laborales como periodista, con un programa de radio en el Sindicato de la Pesca. Hasta ese momento el espacio radiofónico pasaba desapercibido. Los contenidos eran anodinos. Su llegada modifica de tal manera el interés de los radioyentes, que en pocas emisiones logra afianzarse en la comunidad de pescadores. Precisamente en unos momentos en los que la reivindicación sindical se halla en plena efervescencia. El suicidio de uno de los tripulantes de una embarcación pesquera, es el desenlace fatal que provoca un alud de acontecimientos a cual menos previsible. Esa es una de las cualidades del texto: el desamparo al que somete al lector a la par que lo experimenta su protagonista conforme se adentra, no sólo en el hecho mortal que motiva su investigación, también en el intrincado y espantoso submundo que descubre. El controvertido destino del capitán que comandaba el acorazado alemán en los albores de la Segunda Guerra Mundial y el mito que acompaña su figura histórica, proyecta una terrible y mortal sombra hasta los años noventa, época en la que se desarrolla la trama.

Joaquin Dholdan recrea el naufragio de unos seres atropellados por el tiempo que no vivieron porque, en cierta manera, les fue hurtado. El pasado les aprieta en tal medida que marca inexorablemente su futuro más inmediato. Es la dentellada de las ausencias y el desconcertante sino que cada cual soporta por hechos sobrevenidos y de los que no es responsable y sí heredero. Ante estos el juicio que emita, devengará en sus cuitas o lo liberará de los miedos que otros impusieron como cruento trueque al hipotecarles su futuro. La obra posee una columna vertebral nutrida por las constantes revelaciones que acentúan el misterio. Cada descubrimiento es una puerta abierta a un pasillo debilmente iluminado a propósito, para envolver al lector del halo seductor de cada capítulo. Sin embargo, la musculatura de la novela cobra su mejor y mayor empaque y tono, en la versatilidad que muestra tratando temas periféricos a la investigación que es el hilo conductor, pero que la dotan de viveza y simbología contemporánea: la dictadura, el equilibrio ecológico, la corrupción política y el tráfico de drogas.

La esfera del poder recobra remisnicencias totalitarias si de preservar su influjo y sostén las requiere el terrible y sangriento eco de la solución final y su aliento nazi adaptado a la actualidad. El genocidio no ha dejado de ostentar la ambivalencia de drama y enigma. Y en esta novela nos sorprenderá el tratamiento demoniaco para seguir perseverando en aquél. La brutalidad es la manifestación explícita de la degradación intelectual del ser humano. La República Oriental del Uruguay, y más concretamente su capital Montevideo, localizan el ambiente y el paisaje de la novela. Entre 1973 y 1985 la llamada Dictadura civico-militar en Uruguay, aplicó el oscurantismo y la represión con múltiples desapariciones y asesinatos de opositores al régimen. Las heridas abiertas de este cruento escenario, constituye el telón de fondo de la novela que el autor pone en primer plano cuando, de su trascendencia, el compromiso le obliga a pronunciarse en las palabras de Tomás, el odontólogo que atiende la carencia paternal de Ismael, presunta víctima de la represión, la cárcel y la tortura, "Los milicos sembraron en una década una planta que ustedes tiene que cortar de raíz".

Paraná Guazú – según nota del autor, en guaraní, "río grande como mar"- nos ensancha los términos marinos en los que orienta la acción como derota marina. La labor de los pescadores toma enseguida un empuje que nos arrastra como el suceso que nos refiere en el segundo capítulo, tras un primero breve, compendioso, significativo y de certero disparo. El pasaje es un verdadero deleite literario por la profusión de fórmulas que emplea el autor para mantener la pulsión narrativa y desembocar en la inesperada descripción radiofónica, con ese guiño a los aparatos de otra época -el casete- y la oralidad como balbuceo literario -relatando la historia en el grabador-. El carácter analógico de los utensilios domésticos nos habla de un tiempo menos acelerado que tiene un efecto evocador En estos dos capítulos se condensa el grueso de las pesquisas que se verán alteradas por otras que se entrecruzan en los ámbitos personales de los personajes. La confluencia de océano y río, en el estuario de Montevideo, remueve las aguas oscuras y profundas que la ambición recrea en la superficie. Donde las apariencias son un burdo remedo de la insatisfacción, "(...) porque la realidad que vemos siempre es tan limitada que podemos confundir y creer que en ella se puede navegar en paz".

Los crímenes de la calle Morgue, dentro del volumen Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe, es para Ismael "Esa era su formación como detective", junto a a la cinematográfica novela El halcón maltés, de Dashiell Hammet, constituyen dos referencias que, bajo mi punto de vista, se encuentran -una por propia afirmación del autor en el personaje principal y otra por la referencia de un objeto preciado que genera la intriga-, en el rumor que acompaña la lectura de esta obra. Acertadamente el autor ha obrado por una estructuración sencilla, en cuanto a la división en breves capítulos, con el que abordar el nudo gordiano que plantea con estilo sobrio pero preciso, sobre todo en la aportación emotiva e introspectiva. Los dos autores norteamericanos abren con cada una de sus obras dos ámbitos de incidencia literaria al tratarseen el caso de Poe de la primera narración literaria con tintes especificamente policiacos, aunque con el interés añadido del carácter aficionado y autodidacta de M. Dupin, que es el álter ego de Ismael. Con Hammet encontramos el germen literario que inauguró el cine negro con la mágnifica película del mismo título, dirigida en 1941 por Jhon Houston e interpretada por Humphrey Bogart, Mary Astor y Peter Lorre. El objeto del deseo lo es también el del mal.

Ficción y realidad, dos universos que, en no pocas ocasiones, se dan la mano e intercambian vestimentas. En esta ocasión se aproximan pues "Al fin y al cabo el infierno es un lugar de nuestra mente al que siempre `podemos ir a parar". Si el destino es una constante literaria, en esta apuesta narrativa es su razón de ser. Eso sí, impregnada por elementos de intriga que la dotan de dinamismo y permisividad hacia otros géneros más plásticos como el propio cine. El escritor uruguayo, afincado actualmente en Sevilla -España-, moldea una historia que nos atrapa desde el primer párrafo. Una lectura que sin desprenderse de su naturaleza meramente fabuladora, nos sorprende con reflexiones y pensamientos ciertamente interesantes, "La decisión de cuándo enmpieza y termina una historia, y eso es una de las curiosidades más llamativas de nuestras especie tiene efectos sorprendentes sobre los otros".

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