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A lo largo de treinta y tantos años de democracia, el cúmulo de reformas educativas - rojas, verdes y amarillas -, no ha servido para sacar pecho en los paraninfos europeos

Tizas rotas

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El Informe PISA le ha venido como un "cordial" al extertuliano de la SER para vender su ilusión a las víctimas de su cocina. Según el ministro de educación - o sea, Wert - la Lomce servirá para que en los próximos informes, la Hispania de su jefe no se halle situada entre las últimas de la cola. Visto así, desde el prisma de la derecha, los resultados educativos son - como no podían ser de otra manera- las consecuencias "nefastas" del periplo zapaterista. Lo peor de todo esto - decía Gregorio, el tío de "la Paca" - es que siempre habrá por ahí "algún que otro tonto suelto que creerá, como un borrego, a las bobadas del ministro". Desde "El Rincón de la Crítica" debemos analizar con ojos búho las luces que siembran las sombras educativas. Debemos analizar tales luces - les decía - para que la "ignorancia colectiva" no caiga en la torpeza de retóricas baratas, arrojadas desde Génova.

A lo largo de treinta y tantos años de democracia, el cúmulo de reformas educativas - rojas, verdes y amarillas -, no ha servido para sacar pecho en los paraninfos europeos. No ha servido - les decía - porque en este país, de "envidiosos y soberbios", hay mucho fraile suelto sin el traje de monaguillo. Las leyes educativas fracasan - cuanta razón tenía el exnovio de Aurora - porque la realidad, de los entramados educativos, está a "años luz" de las teorías pedagógicas. Es precisamente, este abismo entre: "aulas" y "papeles", el que sirve al crítico del Rincón, para orientar su razón en las oscuridades de la basílica. Mientras las leyes educativas estén escritas con las plumas de los expertos -los pedagogos -, los "pringados de siempre" - o sea, los maestros y profesores - serán "cabezas de turcos" de los fracasos políticos. Lo serán, y decimos bien, porque las "elites nefastas del poder", nunca reconocerán sus descosidos en los remiendos de la educación.

El objetivo perseguido por las leyes educativas no se corresponde, en absoluto, con la realidad que se vive en las "jaulas secundarias". Las normas que se cocinan en los fogones del Congreso llevan el pedigrí de "el mito educativo". El "mito educativo", entendido como los violines que sonaban en los años "mandarines". Una educación - les decía - de alumnos, calladitos y aplicados, al servicio de sus "dones" y, maestros y profesores, entusiasmados y orgullosos, por las manchas sus tizas. Si ello fuera así, si los currículos legales se cumplieran a "raja tabla" y el "arte de enseñar" tuviese como recompensa a las "ganas de aprender", otro gallo cantaría en los corrales de PISA. "Otro gallo cantaría en los corrales escolares, si el pienso que se echa, a las miles de gallinas, hiciera de las mismas el mejor de los cocidos", sentenció Alejandro.

Para solucionar estos sesgos entre: ideas y realidades, las leyes educativas - Logse, loe, lomce y, todas las venideras - deberían articularse mediante la escucha empática de “maestros y profesores”, en lugar de atender a las bases teóricas de una pedagogía retrógrada, alejada de tizas y nubarrones.

Solamente así, conseguiríamos una educación más acorde con la "gramática educativa". Una educación, les decía, basada en la realidad de nuestros días. Una realidad dibujada por miles de jóvenes y no tan jóvenes, cuyos valores y prioridades, no tienen nada que ver con los prismas de la Moncloa. Jóvenes, procedentes del ladrillo y del "credo americano", que buscan en las aulas, las credenciales necesarias para reconstruir sus edificios derruidos. Mientras los políticos - cuánta razón tenía Gregorio - no tejan la educación con las agujas del "maestro", todas las mañanas encontraremos “tizas rotas”, enfrente de las pizarras. Verdad.

Tizas rotas

A lo largo de treinta y tantos años de democracia, el cúmulo de reformas educativas - rojas, verdes y amarillas -, no ha servido para sacar pecho en los paraninfos europeos
Abel Ros
martes, 10 de diciembre de 2013, 08:32 h (CET)
El Informe PISA le ha venido como un "cordial" al extertuliano de la SER para vender su ilusión a las víctimas de su cocina. Según el ministro de educación - o sea, Wert - la Lomce servirá para que en los próximos informes, la Hispania de su jefe no se halle situada entre las últimas de la cola. Visto así, desde el prisma de la derecha, los resultados educativos son - como no podían ser de otra manera- las consecuencias "nefastas" del periplo zapaterista. Lo peor de todo esto - decía Gregorio, el tío de "la Paca" - es que siempre habrá por ahí "algún que otro tonto suelto que creerá, como un borrego, a las bobadas del ministro". Desde "El Rincón de la Crítica" debemos analizar con ojos búho las luces que siembran las sombras educativas. Debemos analizar tales luces - les decía - para que la "ignorancia colectiva" no caiga en la torpeza de retóricas baratas, arrojadas desde Génova.

A lo largo de treinta y tantos años de democracia, el cúmulo de reformas educativas - rojas, verdes y amarillas -, no ha servido para sacar pecho en los paraninfos europeos. No ha servido - les decía - porque en este país, de "envidiosos y soberbios", hay mucho fraile suelto sin el traje de monaguillo. Las leyes educativas fracasan - cuanta razón tenía el exnovio de Aurora - porque la realidad, de los entramados educativos, está a "años luz" de las teorías pedagógicas. Es precisamente, este abismo entre: "aulas" y "papeles", el que sirve al crítico del Rincón, para orientar su razón en las oscuridades de la basílica. Mientras las leyes educativas estén escritas con las plumas de los expertos -los pedagogos -, los "pringados de siempre" - o sea, los maestros y profesores - serán "cabezas de turcos" de los fracasos políticos. Lo serán, y decimos bien, porque las "elites nefastas del poder", nunca reconocerán sus descosidos en los remiendos de la educación.

El objetivo perseguido por las leyes educativas no se corresponde, en absoluto, con la realidad que se vive en las "jaulas secundarias". Las normas que se cocinan en los fogones del Congreso llevan el pedigrí de "el mito educativo". El "mito educativo", entendido como los violines que sonaban en los años "mandarines". Una educación - les decía - de alumnos, calladitos y aplicados, al servicio de sus "dones" y, maestros y profesores, entusiasmados y orgullosos, por las manchas sus tizas. Si ello fuera así, si los currículos legales se cumplieran a "raja tabla" y el "arte de enseñar" tuviese como recompensa a las "ganas de aprender", otro gallo cantaría en los corrales de PISA. "Otro gallo cantaría en los corrales escolares, si el pienso que se echa, a las miles de gallinas, hiciera de las mismas el mejor de los cocidos", sentenció Alejandro.

Para solucionar estos sesgos entre: ideas y realidades, las leyes educativas - Logse, loe, lomce y, todas las venideras - deberían articularse mediante la escucha empática de “maestros y profesores”, en lugar de atender a las bases teóricas de una pedagogía retrógrada, alejada de tizas y nubarrones.

Solamente así, conseguiríamos una educación más acorde con la "gramática educativa". Una educación, les decía, basada en la realidad de nuestros días. Una realidad dibujada por miles de jóvenes y no tan jóvenes, cuyos valores y prioridades, no tienen nada que ver con los prismas de la Moncloa. Jóvenes, procedentes del ladrillo y del "credo americano", que buscan en las aulas, las credenciales necesarias para reconstruir sus edificios derruidos. Mientras los políticos - cuánta razón tenía Gregorio - no tejan la educación con las agujas del "maestro", todas las mañanas encontraremos “tizas rotas”, enfrente de las pizarras. Verdad.

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Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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