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Reflexiones sobre el último libro de Julio Anguita

Contra la ceguera

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Quizá habría que buscar la razón de por qué no hay lideres en el hecho de que, en el fondo, no hay ideas (tampoco ideales) que defender. La vida pública, el Estado con sus múltiples tentáculos, no funciona para defender a los ciudadanos sino, ahora más que nunca, para proteger unos intereses económicos que perpetúan a una oligarquía en la sombra. No es un hecho nuevo; probablemente siempre ha ocurrido, pero quizá en los últimos tiempos va resultando más palpable, más evidente. El propio estado disimula menos sus propósitos. Cuando nos vigila a todas horas y en cualquier lugar lo hace “por nuestro bien”, aunque cada vez asume menos el papel de “poli bueno” y se revelan más unas intenciones que no son protectoras sino coercitivas. Asombra cómo muchas personas cuya opinión es tenida por relevante, han tratado de justificar el espionaje masivo a ciudadanos del mundo, entre ellos primeras figuras de la política internacional, pero también a usted y a mí, con un “siempre se ha hecho; lo que ocurre es que ahora se ha dicho” Admirable lección de pseudo ética tertuliana.

Suele coincidir que los que defienden todo o casi todo lo que representa EEUU en el mundo (muchos políticos y casi todos los financieros) sean también los que hablan de “la vida como bien supremo” y no parezcan sentir reparos ante el hecho de que, en la autodenominada “primera democracia del mundo”, se aplique sistemáticamente la pena de muerte o que su admirado “tea party” considere normal que en su propia nación haya ciudadanos pobres que padezcan enfermedades típicas de países subdesarrollados, por negárseles el derecho a la asistencia sanitaria estatal.

Nuestro país está en la cima de la impostura política (sólo superado por Italia, dentro del entorno próximo) con líderes de cartón piedra como, por ejemplo, Alfredo Pérez Rubalcaba, jefe máximo en su día de los espías nacionales y que hace poco se rasgaba las vestiduras ante el hedor de las cloacas destapadas por Snowden.

Y con una oposición encabezada por un líder que no lo es ¿cómo sería posible que hiciéramos al Gobierno de la trampa y el fraude a los electores, dirigido por otro líder con los pies de barro, algún reproche que resultara eficaz?.

Los mismos que todavía nos quieren vender el “proyecto europeo” como algo bueno y deseable son los que remiten a Bruselas todo lo que resulta incómodo debatir y resolver aquí, sea la chapuza impresentable de las becas Erasmus, la doctrina Parot o la ley antitabaco.

Sólo existe la leve esperanza de que los partidos minoritarios – UpyD, Ciudadanos…- rompan un poco el marasmo político, pero la inercia electoral, unida a esa absurda ley de proporciones que ni el PP ni el PSOE quieren cambiar porque les beneficia directamente, hace dudoso que el panorama vaya a variar sustancialmente, aparte de un aumento poco más que simbólico del número de diputados en aquellas formaciones (también Izquierda Unida) que se benefician del descrédito de los dos partidos mayoritarios.

Y ya que la columna va de líderes –o, más bien, de la falta de ellos- no quiero dejar de referirme a uno que lo ha sido y lo sigue siendo, a pesar de estar alejado desde hace años de la primera línea política; un “animal político” cuyos planteamientos convencen incluso a aquellos que están muy alejados de su ideología: Julio Anguita (no podía ser otro, claro), que ayer presentó en Madrid su libro “Contra la ceguera”, escrito en colaboración con el periodista Julio Flor. Se trata de una obra de combate; pero de combate incruento, de combate de ideas, según sus propias palabras. Un libro que, entre otras cosas, intenta abrir los ojos de los que no quieren ver que el llamado “discurso europeo” es un discurso falso, porque se trata de un discurso de entrega a la banca, que tiene su origen en el Tratado de Maastricht (1992), cuyo artículo 104 prohibía a los gobiernos pedir prestado dinero a los bancos nacionales (con un máximo del 0,5% de interés) y, sin embargo, instaba a hacerlo a la banca privada (a un interés que variaba entre el 6 y el 8%) Un discurso que ha dejado en papel mojado conceptos y objetivos como el del “gobierno europeo”, la “política fiscal común”, la “carta social europea”, la “unión política” y la “cohesión social”.

Hacen falta políticos, líderes, que nos hablen de estas y otras cosas.

Y Julio Anguita todavía está aquí para hacerlo.

Contra la ceguera

Reflexiones sobre el último libro de Julio Anguita
Luis del Palacio
jueves, 14 de noviembre de 2013, 08:11 h (CET)
Quizá habría que buscar la razón de por qué no hay lideres en el hecho de que, en el fondo, no hay ideas (tampoco ideales) que defender. La vida pública, el Estado con sus múltiples tentáculos, no funciona para defender a los ciudadanos sino, ahora más que nunca, para proteger unos intereses económicos que perpetúan a una oligarquía en la sombra. No es un hecho nuevo; probablemente siempre ha ocurrido, pero quizá en los últimos tiempos va resultando más palpable, más evidente. El propio estado disimula menos sus propósitos. Cuando nos vigila a todas horas y en cualquier lugar lo hace “por nuestro bien”, aunque cada vez asume menos el papel de “poli bueno” y se revelan más unas intenciones que no son protectoras sino coercitivas. Asombra cómo muchas personas cuya opinión es tenida por relevante, han tratado de justificar el espionaje masivo a ciudadanos del mundo, entre ellos primeras figuras de la política internacional, pero también a usted y a mí, con un “siempre se ha hecho; lo que ocurre es que ahora se ha dicho” Admirable lección de pseudo ética tertuliana.

Suele coincidir que los que defienden todo o casi todo lo que representa EEUU en el mundo (muchos políticos y casi todos los financieros) sean también los que hablan de “la vida como bien supremo” y no parezcan sentir reparos ante el hecho de que, en la autodenominada “primera democracia del mundo”, se aplique sistemáticamente la pena de muerte o que su admirado “tea party” considere normal que en su propia nación haya ciudadanos pobres que padezcan enfermedades típicas de países subdesarrollados, por negárseles el derecho a la asistencia sanitaria estatal.

Nuestro país está en la cima de la impostura política (sólo superado por Italia, dentro del entorno próximo) con líderes de cartón piedra como, por ejemplo, Alfredo Pérez Rubalcaba, jefe máximo en su día de los espías nacionales y que hace poco se rasgaba las vestiduras ante el hedor de las cloacas destapadas por Snowden.

Y con una oposición encabezada por un líder que no lo es ¿cómo sería posible que hiciéramos al Gobierno de la trampa y el fraude a los electores, dirigido por otro líder con los pies de barro, algún reproche que resultara eficaz?.

Los mismos que todavía nos quieren vender el “proyecto europeo” como algo bueno y deseable son los que remiten a Bruselas todo lo que resulta incómodo debatir y resolver aquí, sea la chapuza impresentable de las becas Erasmus, la doctrina Parot o la ley antitabaco.

Sólo existe la leve esperanza de que los partidos minoritarios – UpyD, Ciudadanos…- rompan un poco el marasmo político, pero la inercia electoral, unida a esa absurda ley de proporciones que ni el PP ni el PSOE quieren cambiar porque les beneficia directamente, hace dudoso que el panorama vaya a variar sustancialmente, aparte de un aumento poco más que simbólico del número de diputados en aquellas formaciones (también Izquierda Unida) que se benefician del descrédito de los dos partidos mayoritarios.

Y ya que la columna va de líderes –o, más bien, de la falta de ellos- no quiero dejar de referirme a uno que lo ha sido y lo sigue siendo, a pesar de estar alejado desde hace años de la primera línea política; un “animal político” cuyos planteamientos convencen incluso a aquellos que están muy alejados de su ideología: Julio Anguita (no podía ser otro, claro), que ayer presentó en Madrid su libro “Contra la ceguera”, escrito en colaboración con el periodista Julio Flor. Se trata de una obra de combate; pero de combate incruento, de combate de ideas, según sus propias palabras. Un libro que, entre otras cosas, intenta abrir los ojos de los que no quieren ver que el llamado “discurso europeo” es un discurso falso, porque se trata de un discurso de entrega a la banca, que tiene su origen en el Tratado de Maastricht (1992), cuyo artículo 104 prohibía a los gobiernos pedir prestado dinero a los bancos nacionales (con un máximo del 0,5% de interés) y, sin embargo, instaba a hacerlo a la banca privada (a un interés que variaba entre el 6 y el 8%) Un discurso que ha dejado en papel mojado conceptos y objetivos como el del “gobierno europeo”, la “política fiscal común”, la “carta social europea”, la “unión política” y la “cohesión social”.

Hacen falta políticos, líderes, que nos hablen de estas y otras cosas.

Y Julio Anguita todavía está aquí para hacerlo.

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