No siempre lo aparente es lo real. La democracia como tal, es entendida como un régimen político en el que la soberanía reside en el pueblo y es ejercida por éste de manera directa o indirecta, denominada "gobierno del pueblo".
Estos conceptos, resultan valederos, si nos ajustamos a una de las tantas definiciones de democracia.
En realidad este sistema tan esperado y deseado por muchos de nuestros compatriotas, solo fue posible a lo largo de nuestra historia, en forma intermitente, por los golpes de estado que se sucedieron en el siglo pasado.
Al cumplirse 23 años de la restauración de la democracia en nuestro país, estamos en condiciones de realizar un análisis primario del sistema vigente, considerando que el mismo requiere de un afianzamiento y un ejercicio constante para su depuración.
La expiencia adquirida nos muestra una constante a lo largo de estos gobiernos, existe una gran diferencia entre lo que se ofrece en campaña y lo que resulta del ejercicio del poder.
La política pregonada como el proceso y actividad, orientada ideológicamente, a la toma de decisiones de un grupo de ciudadanos, para la consecución de objetivos en bien de la comunidad, no es sinónimo de ascenso social y lejos esta de convertirse en una constante promoción en los cargos públicos, en paralelo con la actividad privada.
Existen ejemplos como el del diputado Carlos Ruckauf quien ocupo los siguientes cargos; 1973-75 Juez de Trabajo, 1975-76 Ministro de Trabajo de la Nación, 1987-89 Diputado Nacional, 1989-91 Embajador en la República Italiana, 1991-93 Diputado Nacional, 1993-95 Ministro de Interior de la Nación, 1995-99 Vicepresidente de la Nación, 1999-02 Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, 2002-03 Ministro de Relaciones Exteriores y 2003-07 Diputado Nacional, con una evidente multiplicidad de funciones que lo hacen apto para cualquier tarea.
Si bien este diputado mantuvo cierta coherencia en su partido, respondiendo siempre al jefe de turno, otros han tenido la “virtud” de cambiar de partido, con la rapidez y la habilidad requerida como la Sra. Patricia Bullrich, quien estuvo ligada en su juventud a los Montoneros, tras la vuelta de la democracia, fue Secretaria de Organización del Partido Justicialista, diputada justicialista en la Cámara de Diputados de la Nación, en el año 1995. En el año 1999, en el gobierno Radical de Fernando de la Rúa, ocupo la Secretaria de Política Criminal y luego fue Ministra de Trabajo.
Creó y preside hoy, el Partido “Unión por Todos”, por el que fue candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sin lograr su objetivo.
Estos dos ejemplos, son apenas anécdotas entre un total de dirigentes, y funcionarios que han tenido las mismas “moral” y “pericia” para mantenerse en lugares de privilegio, que les permita observar la realidad nacional desde un lugar preferencial.
El sistema democrático es sin discusión el único régimen posible de convivencia, desvirtuarla en su contenido, dejando solo la apariencia, configura una hipocresía que nos convierte en rehenes del sistema.
Las constantes decepciones que hemos sufrido en estos años, no importa el partido político gobernante, solo nos traen desesperanza en el futuro.
La corrupción esta enquistada en nuestra sociedad, América Latina sigue siendo una de las regiones del mundo con mayor índice de corrupción según un informe publicado por la entidad no gubernamental con sede en Alemania, Transparencia Internacional (TI), y por ahora, la probabilidad de que la región se libere de esa terrible "enfermedad" parece ser casi nula.
Según sus cálculos, el país más corrupto de la región es Haití con 1,5 puntos, seguido por Paraguay (1,6), Ecuador (2,2), Bolivia (2,3), Venezuela (2,4) y Argentina (2,5).
En verdad este debe ser uno de los pocos, sino el único ranking en el que todos deseamos ocupar el ultimo puesto.
Solo nos resta esperar que la depuración lógica del sistema, y el aprendizaje de nuestros errores, posibiliten el surgimiento de una nueva clase dirigente, que al fin nos libere.