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Albert Rivera ocupó el centro político nacional, entre los que llamó rojos y azules, zigzagueando entre tesis socialdemócratas y liberales pero sin asumir condición ni otro compromiso que la exhibición personal

Resultado electoral, VOX con gobierno de la I.R.A o tecnócrata

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Contados los votos del 10-N, es momento de ver resultados y, en función de ellos, primero, exigir responsabilidades en los partidos políticos que han ofrecido sus propuestas y, después, sacar consecuencias con vistas a un interés nacional que no puede quedar al capricho de nadie, y que, tras un escrutinio en el que aparece VOX con algo más que entidad, sólo admite dos formas de Gobierno: El de la I.R.A., la Izquierda Rampante Acomplejada. O un Tecnócrata, sin ideologías y tras un eufemismo que maquilla la aridez de una Dictadura útil.

Es momento de asumir y, en su defecto, exigir responsabilidades. Por respeto al electorado. También para instalar un hábito en el sistema y en los partidos políticos que retire de la gestión pública a quienes pretenden imponer sus fracasos personales o de grupo a todos. Si vemos qué ha pasado el 10-N, nos encontramos con algunas personas a las que, en beneficio de todos, procede exigir responsabilidades, desde los partidos políticos que los pusieron en puestos de poder, y desde fuera. Citémoslas en función de su importancia en la vida nacional: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Alberto Garzón e Íñigo Errejón.

Pedro Sánchez, responsable de la convocatoria electoral, impuso las Elecciones 10-N para lograr un Gobierno estable que diera al PSOE poder para, decía, echar a andar a España. Las elecciones se han celebrado, pero la situación ha evolucionado a peor. Por una parte y como cuestión menor, restando capacidad al PSOE que ha perdido votos y diputados. Y por otra, como cuestión capital, deshaciendo la dinámica social de la transición, para poner todo en entredicho y propiciar la confrontación política que se avecina con la llegada de Vox y su pretensión de echar abajo la, aunque aceptada de tapadillo, no justificada supremacía moral de una izquierda que ahora ha de buscar sitio en la dinámica moderna sin los prejuicios que ha disfrutado. Lo lógico y conveniente para España, para el socialismo y para el sistema es que el fracaso de Sánchez supusiera su retiro.

Pablo Iglesias supo, desde Podemos y con sus coaligados, canalizar las inquietudes de los Indignados que aparecieron con el movimiento 15-M. Así logró un grupo político que llegó a tener 71 diputados en las Cortes Generales. Después de pocos años, Podemos, con Iglesias, ha menguado, principalmente, por tres motivos: Liderazgo absolutista.

Incongruencia entre principios y vida personal (marquesado de Galapagar). E incapacidad para mantener al grupo desde supuestos políticos de una izquierda moderna capaz de sumar fuerzas con el PSOE para ofrecer una alternativa de gobierno. Conocido el juego del fallido reparto de poltronas, que produjo las Elecciones 10-N, Podemos, femenizado en Unidas Podemos para concurrir a las urnas, ha reducido los 71 diputados que tuvo a 35. Como en el caso de Sánchez, lo conveniente para España, para la izquierda extrema y para el sistema es que este fracaso produjera la sustitución de Iglesias.

Albert Rivera ocupó el centro político nacional, entre los que llamó rojos y azules, zigzagueando entre tesis socialdemócratas y liberales pero sin asumir condición ni otro compromiso que la exhibición personal. Desequilibró el gobierno de Rajoy, coqueteó con el PSOE, repudió a Sánchez, desperdició los resultados electorales en las elecciones autonómicas catalanas, que ganó con Inés Arrimada y, finalmente, tras desorientar a observadores y electores, logró la reducción del grupo parlamentario de 57 a 10 diputados y el destrozo del bloque e imágenes de quienes le acompañaron. A diferencia de Sánchez e Iglesias, Rivera, con un concepto de la democracia distinto a ellos, tuvo la decencia de reconocer la derrota y dejar puesto y responsabilidades.

Alberto Garzón e Íñigo Errejón, por su parte, ambos en los aledaños de Podemos y con peripecias distintas, son hoy la estampa visible, acaso risible, de dos jóvenes en onda incierta que, tras fracasar en sus intentos políticos, no han tenido la gallardía demócrata de apartarse para no entorpecer la marcha de la izquierda. Debieran haber sido apartados ambos, Garzón de la Izquierda Unida que no unió y Errejón del grupo político creado para él y que no supo vigorizar. Por lo que parece, ambos no siguen el ejemplo de Rivera y sí el de Sánchez-Iglesias.

Puede ser momento de pedir, a estas personas y a los partidos que les han llevado a los puestos que ocupan, que, por respeto al electorado y al sistema, abandonen la gestión pública. Si lo hicieran sus formaciones bastaría; sino, dicho queda.

Con ellos o sin ellos, para conseguir un Gobierno que eché a andar la política española y se enfrente a los problemas que están ahí (Organización del Estado con independentistas, Crisis económica, Amenaza del sistema de pensiones, Paro, Situación de España en la UE y la Aldea Global, etc), no caben más que dos opciones:

Gobierno de la I.R.A., o de la Izquierda Rampante Acomplejada. Que es izquierda porque los que estén en él provendrán de una izquierda que permite que, aún en democracia, se usen hábitos no demócratas con repartos entre ellos. Que será rampante si persiste el sentido trepador, ambicioso y sin escrúpulos. Y que estará acomplejado por la sensación vivida a lo largo de los años de una supremacía moral que a estas alturas, con la simple cita de Vox, resulta inmerecida e improcedente.

O Gobierno Tecnócrata. Práctico, para hacer lo necesario. Sin ideologías ni convicciones. Para seguir lo acordado entre todos. Y para dar forma a una suerte de dictadura maquillada y temporal que haga frente a los problemas, evite la ruina a la que conducirían gestores como Sánchez-Iglesias; y permita la aparición de unos líderes que, por lo visto el 10-N, hoy no asoman en la izquierda política española (PSOE, Podemos, Convergencias y asociados) aunque existan y estén tapados por las figuras del momento, ni tienen madurez y formación bastante en las formaciones de la derecha política nacional que representan PP, Vox y Ciudadanos. 

Resultado electoral, VOX con gobierno de la I.R.A o tecnócrata

Albert Rivera ocupó el centro político nacional, entre los que llamó rojos y azules, zigzagueando entre tesis socialdemócratas y liberales pero sin asumir condición ni otro compromiso que la exhibición personal
José Luis Heras Celemín
martes, 12 de noviembre de 2019, 11:42 h (CET)

Contados los votos del 10-N, es momento de ver resultados y, en función de ellos, primero, exigir responsabilidades en los partidos políticos que han ofrecido sus propuestas y, después, sacar consecuencias con vistas a un interés nacional que no puede quedar al capricho de nadie, y que, tras un escrutinio en el que aparece VOX con algo más que entidad, sólo admite dos formas de Gobierno: El de la I.R.A., la Izquierda Rampante Acomplejada. O un Tecnócrata, sin ideologías y tras un eufemismo que maquilla la aridez de una Dictadura útil.

Es momento de asumir y, en su defecto, exigir responsabilidades. Por respeto al electorado. También para instalar un hábito en el sistema y en los partidos políticos que retire de la gestión pública a quienes pretenden imponer sus fracasos personales o de grupo a todos. Si vemos qué ha pasado el 10-N, nos encontramos con algunas personas a las que, en beneficio de todos, procede exigir responsabilidades, desde los partidos políticos que los pusieron en puestos de poder, y desde fuera. Citémoslas en función de su importancia en la vida nacional: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Alberto Garzón e Íñigo Errejón.

Pedro Sánchez, responsable de la convocatoria electoral, impuso las Elecciones 10-N para lograr un Gobierno estable que diera al PSOE poder para, decía, echar a andar a España. Las elecciones se han celebrado, pero la situación ha evolucionado a peor. Por una parte y como cuestión menor, restando capacidad al PSOE que ha perdido votos y diputados. Y por otra, como cuestión capital, deshaciendo la dinámica social de la transición, para poner todo en entredicho y propiciar la confrontación política que se avecina con la llegada de Vox y su pretensión de echar abajo la, aunque aceptada de tapadillo, no justificada supremacía moral de una izquierda que ahora ha de buscar sitio en la dinámica moderna sin los prejuicios que ha disfrutado. Lo lógico y conveniente para España, para el socialismo y para el sistema es que el fracaso de Sánchez supusiera su retiro.

Pablo Iglesias supo, desde Podemos y con sus coaligados, canalizar las inquietudes de los Indignados que aparecieron con el movimiento 15-M. Así logró un grupo político que llegó a tener 71 diputados en las Cortes Generales. Después de pocos años, Podemos, con Iglesias, ha menguado, principalmente, por tres motivos: Liderazgo absolutista.

Incongruencia entre principios y vida personal (marquesado de Galapagar). E incapacidad para mantener al grupo desde supuestos políticos de una izquierda moderna capaz de sumar fuerzas con el PSOE para ofrecer una alternativa de gobierno. Conocido el juego del fallido reparto de poltronas, que produjo las Elecciones 10-N, Podemos, femenizado en Unidas Podemos para concurrir a las urnas, ha reducido los 71 diputados que tuvo a 35. Como en el caso de Sánchez, lo conveniente para España, para la izquierda extrema y para el sistema es que este fracaso produjera la sustitución de Iglesias.

Albert Rivera ocupó el centro político nacional, entre los que llamó rojos y azules, zigzagueando entre tesis socialdemócratas y liberales pero sin asumir condición ni otro compromiso que la exhibición personal. Desequilibró el gobierno de Rajoy, coqueteó con el PSOE, repudió a Sánchez, desperdició los resultados electorales en las elecciones autonómicas catalanas, que ganó con Inés Arrimada y, finalmente, tras desorientar a observadores y electores, logró la reducción del grupo parlamentario de 57 a 10 diputados y el destrozo del bloque e imágenes de quienes le acompañaron. A diferencia de Sánchez e Iglesias, Rivera, con un concepto de la democracia distinto a ellos, tuvo la decencia de reconocer la derrota y dejar puesto y responsabilidades.

Alberto Garzón e Íñigo Errejón, por su parte, ambos en los aledaños de Podemos y con peripecias distintas, son hoy la estampa visible, acaso risible, de dos jóvenes en onda incierta que, tras fracasar en sus intentos políticos, no han tenido la gallardía demócrata de apartarse para no entorpecer la marcha de la izquierda. Debieran haber sido apartados ambos, Garzón de la Izquierda Unida que no unió y Errejón del grupo político creado para él y que no supo vigorizar. Por lo que parece, ambos no siguen el ejemplo de Rivera y sí el de Sánchez-Iglesias.

Puede ser momento de pedir, a estas personas y a los partidos que les han llevado a los puestos que ocupan, que, por respeto al electorado y al sistema, abandonen la gestión pública. Si lo hicieran sus formaciones bastaría; sino, dicho queda.

Con ellos o sin ellos, para conseguir un Gobierno que eché a andar la política española y se enfrente a los problemas que están ahí (Organización del Estado con independentistas, Crisis económica, Amenaza del sistema de pensiones, Paro, Situación de España en la UE y la Aldea Global, etc), no caben más que dos opciones:

Gobierno de la I.R.A., o de la Izquierda Rampante Acomplejada. Que es izquierda porque los que estén en él provendrán de una izquierda que permite que, aún en democracia, se usen hábitos no demócratas con repartos entre ellos. Que será rampante si persiste el sentido trepador, ambicioso y sin escrúpulos. Y que estará acomplejado por la sensación vivida a lo largo de los años de una supremacía moral que a estas alturas, con la simple cita de Vox, resulta inmerecida e improcedente.

O Gobierno Tecnócrata. Práctico, para hacer lo necesario. Sin ideologías ni convicciones. Para seguir lo acordado entre todos. Y para dar forma a una suerte de dictadura maquillada y temporal que haga frente a los problemas, evite la ruina a la que conducirían gestores como Sánchez-Iglesias; y permita la aparición de unos líderes que, por lo visto el 10-N, hoy no asoman en la izquierda política española (PSOE, Podemos, Convergencias y asociados) aunque existan y estén tapados por las figuras del momento, ni tienen madurez y formación bastante en las formaciones de la derecha política nacional que representan PP, Vox y Ciudadanos. 

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