Es la frase de la semana. Duran i Lleida la ha pronunciado en la sede de la soberanía nacional como respuesta al inmovilismo de Rajoy.
Es evidente que unos, los nacionalistas catalanes, por exceso de movilidad, y los otros, los nacionalistas españoles (o sea Rajoy) por defecto de movilidad, o manifiesta inmovilidad, tienen al país al borde de un ataque de nervios.
Es una partida de ajedrez, de mus o de táctica política que puede tener su sentido estratégico pero solo conduce a la melancolía y enciende aún más los ánimos de unos y otros que consideran sus posturas las únicas racionales y acertadas. En estas tesituras pasa un poco como con las religiones: los correligionarios creen que su religión es la única verdadera y tratan de denigrar, machacar o zaherir al resto como infiel.
Mientras tanto, o además, el ministro de Justicia Ruiz Gallardón hace su particular puente aéreo hacia Cataluña, mandatado por Rajoy, y le dice a los empresarios catalanes que ha llegado el momento de mojarse. Realmente en la foto que se difundió llama la atención ver a tantos empresarios madrileños (verbigracia Florentino Pérez) como catalanes. Ya se sabe que el dinero no tiene nacionalidades.
El dinero es la otra baza que está jugando ahora mismo el gobierno central. La burguesía catalana ha gustado tradicionalmente del uso de la reivindicación nacional como instrumento para conseguir una financiación y acto seguido poner la mano y recibir los emolumentos del gobierno central. Ha sido una táctica chantajista que siempre le dio resultado. La burguesía catalana, sustento de partidos como CiU (y el ala nacionalista de la socialdemocracia de Cataluña), es responsable de este juego de tronos histórico. Pero ahora Rajoy les ha dicho: señores empresarios, cuidado hasta dónde llegan con este juego pues ahora realmente se están jugando la pela.
Ha llegado un momento (en el fragor de la crisis, los recortes y la radicalización del todo) que el “juguete” se le ha escapado a esa burguesía de las manos y la “peligrosa” calle ha sido tomada por personas que unen su descontento histórico de agravios y sensibilidades múltiples a la idea de que en otro país, Cataluña, su situación económica y personal mejoraría.
No hay nada más falso, pero es lo que se está vendiendo desde esa cocina de Convergencia que ha visto esta reivindicación nacional como una forma de ganar terreno ante su fracaso estrepitoso en política económica. Mas se envuelve en la bandera catalana para no mostrar sus vergüenzas económicas.
Las espadas están en alto y Durán (el aspirante a ministro de Exteriores con Aznar, las evoluciones históricas) ha enseñado la patita.