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Gravity, un paseo por la inmensidad

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Al principio de la película se nos advierte de que la vida en el espacio es imposible, pero lo cierto es que todo, absolutamente todo lo que viene después tiene que ver con la vida. Vivencias intensas, emocionantes, apasionantes. Todo una experiencia la que nos ofrece este gran film de Alfonso Cuarón, responsable también, entre otras, de la estupenda ‘Hijos de los hombres’. No sé vosotros, pero yo creo que esto puede ser lo más cerca que esté nunca de intuir lo que se puede sentir en el espacio. La culpa de esto la tienen los excelentes efectos especiales, el 3D (esta es una de esas películas cuyo visionado en tres dimensiones debería ser obligatorio, parece que estás allá arriba, ensamblando piezas, pasando miedo), y sobre todo la dirección del señor Cuarón, cuya cámara se aleja o se acerca del personaje en el momento apropiado. A destacar las escenas con planos subjetivos, en los que literalmente te metes en la piel de la astronauta, sintiendo su vértigo, su desesperación.


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Decía que esta película se vive, y se hace a través de la doctora Ryan Stone, protagonizada solventemente por una actriz que nunca ha sido santo de mi devoción: Sandra Bullock. Ella y un carismático George Clooney como el comandante Kowalsky son los dos personajes que se reparten el pastel. Si Stone es la inseguridad, la conformista, Kowalsky es el optimismo, el valor, la lucha, un activo muy valioso cuando ocurra la inevitable catástrofe. Me decía un buen amigo que a pesar de que el film te muestra toda serie de artilugios, máquinas y tecnología espacial, todo eso está siempre en un segundo plano, apenas se le presta atención. Eso es cierto porque lo que de verdad importa en ‘Gravity’ son sus personajes, son las personas. Aparte de tratarse una película eminentemente visual, con imágenes poderosas y grandiosas, el mensaje que encierra es muy humano. Este no es un film con una trama demasiado elaborada (probablemente su argumento quepa en una servilleta) porque eso no es lo importante aquí. ‘Gravity’ va del sufrimiento, de la supervivencia, de la superación del ser humano ante las adversidades. De rendirse o de intentarlo, de morir o renacer.

La película contiene un buen número de escenas simbólicas que por supuesto no voy a destripar, momentos poderosos de una belleza y un valor muy altos (solo diré ‘posición fetal’). Como dije antes los efectos especiales están muy conseguidos, las escenas del accidente y la lluvia de chatarra espacial son tan espectaculares como agobiantes. ‘Gravity’ es toda una experiencia, un carrusel de emociones situado en el escenario más apabullante posible. La música ayuda acentuando la épica en ciertos momentos, y logrando una ambientación de lo más estresante.

Aún cuando cierro los ojos me traslado a 400 kilómetros de altura, siento la inmensidad, el silencio puro, el paisaje más arrebatador que jamás he contemplado. Me muevo, giro. Ahí está la Tierra con sus océanos y continentes, sus valles y montañas, sus ciudades y, aunque no pueda verlas, también sus gentes. Entonces siento la llamada de la madre Tierra, abro los ojos y estoy de nuevo en mi salón, delante de mi portátil. Eso sí, el paseo ha sido alucinante.   

Gravity, un paseo por la inmensidad

Alfonso Gutierrez Caro
jueves, 17 de octubre de 2013, 07:15 h (CET)

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Al principio de la película se nos advierte de que la vida en el espacio es imposible, pero lo cierto es que todo, absolutamente todo lo que viene después tiene que ver con la vida. Vivencias intensas, emocionantes, apasionantes. Todo una experiencia la que nos ofrece este gran film de Alfonso Cuarón, responsable también, entre otras, de la estupenda ‘Hijos de los hombres’. No sé vosotros, pero yo creo que esto puede ser lo más cerca que esté nunca de intuir lo que se puede sentir en el espacio. La culpa de esto la tienen los excelentes efectos especiales, el 3D (esta es una de esas películas cuyo visionado en tres dimensiones debería ser obligatorio, parece que estás allá arriba, ensamblando piezas, pasando miedo), y sobre todo la dirección del señor Cuarón, cuya cámara se aleja o se acerca del personaje en el momento apropiado. A destacar las escenas con planos subjetivos, en los que literalmente te metes en la piel de la astronauta, sintiendo su vértigo, su desesperación.


17oct13gravity1
Decía que esta película se vive, y se hace a través de la doctora Ryan Stone, protagonizada solventemente por una actriz que nunca ha sido santo de mi devoción: Sandra Bullock. Ella y un carismático George Clooney como el comandante Kowalsky son los dos personajes que se reparten el pastel. Si Stone es la inseguridad, la conformista, Kowalsky es el optimismo, el valor, la lucha, un activo muy valioso cuando ocurra la inevitable catástrofe. Me decía un buen amigo que a pesar de que el film te muestra toda serie de artilugios, máquinas y tecnología espacial, todo eso está siempre en un segundo plano, apenas se le presta atención. Eso es cierto porque lo que de verdad importa en ‘Gravity’ son sus personajes, son las personas. Aparte de tratarse una película eminentemente visual, con imágenes poderosas y grandiosas, el mensaje que encierra es muy humano. Este no es un film con una trama demasiado elaborada (probablemente su argumento quepa en una servilleta) porque eso no es lo importante aquí. ‘Gravity’ va del sufrimiento, de la supervivencia, de la superación del ser humano ante las adversidades. De rendirse o de intentarlo, de morir o renacer.

La película contiene un buen número de escenas simbólicas que por supuesto no voy a destripar, momentos poderosos de una belleza y un valor muy altos (solo diré ‘posición fetal’). Como dije antes los efectos especiales están muy conseguidos, las escenas del accidente y la lluvia de chatarra espacial son tan espectaculares como agobiantes. ‘Gravity’ es toda una experiencia, un carrusel de emociones situado en el escenario más apabullante posible. La música ayuda acentuando la épica en ciertos momentos, y logrando una ambientación de lo más estresante.

Aún cuando cierro los ojos me traslado a 400 kilómetros de altura, siento la inmensidad, el silencio puro, el paisaje más arrebatador que jamás he contemplado. Me muevo, giro. Ahí está la Tierra con sus océanos y continentes, sus valles y montañas, sus ciudades y, aunque no pueda verlas, también sus gentes. Entonces siento la llamada de la madre Tierra, abro los ojos y estoy de nuevo en mi salón, delante de mi portátil. Eso sí, el paseo ha sido alucinante.   

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