Esta pasada semana buena parte de la sociedad española abría los ojos, ciertamente ya entreabiertos por mor de las mariscadas, los dispendios, el saqueo de los fondos de los parados y el choriceo vario, dándose por enterada de la clase de sindicalismo vertical, tan típico de la dictadura, que representan en España UGT y CCOO. Sindicatos financiados, a diferencia de los alemanes, con dinero público, que al parecer les pareció insuficiente. Acaso por ello estos sindicatos, que se creen ser institución del Estado, en lugar de defender los intereses de los trabajadores que voluntariamente se afilien, viven de los parados, de los ERE y del amedrentamiento. Intimidación que aumenta notablemente de grado cuando quien gobierna no es la izquierda, demostrando así que lo suyo, además de lo ya mencionado, es ser una terminal de determinados partidos políticos. Así es imposible.
Si alguien aún no se había dado cuenta de cómo son estos señoritos progres o dizque comunistas que tienen al bogavante en peligro de extinción, le invito a ver el numerito protagonizado por los mismos a las puertas del juzgado cuya titular es la juez Mercedes Alaya. Alaya, cuya campaña de linchamiento civil ha llegado al extremo de que la machista escritora Almudena Grandes arremeta contra ella por ser femenina, es la juez que ha osado detener, en el marco de la “operación Heracles” a varios de ellos con mando en plaza.
¿Qué hacía allí esa gente, cuya expresión del rostro transparenta las reaccionarias e inmovilistas ideas políticas que propugnan? 300 totalitarios se concentraron para, puño en alto y al grito de “Alaya, pepera entra en la lechera”, rodear la sede judicial y esperar a que la Justicia pusiera en libertad con cargos a los suyos. Las imágenes difundidas por los medios de comunicación hablan por sí mismas.
Es lo que tiene el colectivismo: que al final la mayoría desea vivir a costa de los demás. ¡A las mariscadas!.