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Crónica I del Festival de Sitges

Sobre los reencuentros

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En 1998 tuve la ocasión de ver la película El dentista II, dirigida por Brian Yuzna, aquí, en el Festival de Sitges, que hoy comienza su 46ª edición. Recuerdo que ese día aprendí que con el terror se podía uno reír, es más, una sala llena de espectadores podía carcajearse y aplaudir tras cada miembro amputado por una sierra eléctrica o tras cada muerte que de tan rocambolesca, resultaba ridícula. Se generaba en aquella proyección, y en muchas otras se generaría, una extraña energía impregnada de un íntimo desvío hacia la incorrección y de cierto éxtasis de una comunidad que se reconocía a sí misma en la acción, en la acción de espectadora, esto es: como colectivo activo, exigente, entregado... lo que hoy se conoce como fenómeno fan, y que define parte del éxito de este festival.

Proyecciones como ésa, hacen que volver a Sitges sea cada año un reencuentro, y no sólo con una programación intensa y desbordante, ni con esa comunidad que año tras año, y década sobre década, vuelve a este pueblecito de apariencia sosegada, se trata también de un reencuentro con la propia memoria que uno tiene como espectador y con la relación con el cine de género fantástico y de terror que uno se ha ido forjando.

Hoy he podido ver Closed Curtain, el film que el iraní Jafar Panahi ha realizado después de ser condenado a seis años de cárcel y veinte de inhabilitación como cineasta en su país. Mientras se pelea con la justicia, filmó en 2011, This is not a film, y en 2013, este trabajo que ganó el Oso de Plata al mejor guion en el Festival de Berlín. Pieza labrada con serenidad y dolor, el que se intuye tras las figuras de esos fantasmas que conviven con el director en su casa, en forma de álter egos o de enigmas y desafíos. Ficciones que adquieren una entidad tan densa, que muy bien podrían constituir realidades, si es que no lo son ya o no lo han sido siempre, por lo menos realidades emocionales de aquél que las filma.

Un abismo separa El dentista II de Closed Curtain, o quizás, me pregunto, no sea tan grande ese abismo como aparenta. Las raíces del miedo beben de las mismas aguas profundas, que suelen resultar muy difíciles de nombrar. Aquí van a darse cita unas cuantas formas de acercarse y modelar esas lagunas sospechosas. Por ejemplo lo que pueda proponer Terry Gilliam con su The zero theorem o Peter Greenaway con Goltzius & The Pelican Company. En la Sección Oficial, a destacar Mindscape, de Jorge Dorado, con producción de Jaume Collet-Serra, u Only God forgives, de Nicolas Winding Refn, el director de Drive. La nómina de directores es amplia: De Palma, Jarmusch, Takashi Miike, Miyazaki... Pero aquí, no nos olvidamos nunca de una de las secciones más interesantes del festival, a la que solemos dedicar parte de esta cobertura: Nuevas Visiones. El cine más desconocido y más atrevido, del que daremos también buena cuenta.

Sobre los reencuentros

Crónica I del Festival de Sitges
Ana Rodríguez
sábado, 12 de octubre de 2013, 11:04 h (CET)
En 1998 tuve la ocasión de ver la película El dentista II, dirigida por Brian Yuzna, aquí, en el Festival de Sitges, que hoy comienza su 46ª edición. Recuerdo que ese día aprendí que con el terror se podía uno reír, es más, una sala llena de espectadores podía carcajearse y aplaudir tras cada miembro amputado por una sierra eléctrica o tras cada muerte que de tan rocambolesca, resultaba ridícula. Se generaba en aquella proyección, y en muchas otras se generaría, una extraña energía impregnada de un íntimo desvío hacia la incorrección y de cierto éxtasis de una comunidad que se reconocía a sí misma en la acción, en la acción de espectadora, esto es: como colectivo activo, exigente, entregado... lo que hoy se conoce como fenómeno fan, y que define parte del éxito de este festival.

Proyecciones como ésa, hacen que volver a Sitges sea cada año un reencuentro, y no sólo con una programación intensa y desbordante, ni con esa comunidad que año tras año, y década sobre década, vuelve a este pueblecito de apariencia sosegada, se trata también de un reencuentro con la propia memoria que uno tiene como espectador y con la relación con el cine de género fantástico y de terror que uno se ha ido forjando.

Hoy he podido ver Closed Curtain, el film que el iraní Jafar Panahi ha realizado después de ser condenado a seis años de cárcel y veinte de inhabilitación como cineasta en su país. Mientras se pelea con la justicia, filmó en 2011, This is not a film, y en 2013, este trabajo que ganó el Oso de Plata al mejor guion en el Festival de Berlín. Pieza labrada con serenidad y dolor, el que se intuye tras las figuras de esos fantasmas que conviven con el director en su casa, en forma de álter egos o de enigmas y desafíos. Ficciones que adquieren una entidad tan densa, que muy bien podrían constituir realidades, si es que no lo son ya o no lo han sido siempre, por lo menos realidades emocionales de aquél que las filma.

Un abismo separa El dentista II de Closed Curtain, o quizás, me pregunto, no sea tan grande ese abismo como aparenta. Las raíces del miedo beben de las mismas aguas profundas, que suelen resultar muy difíciles de nombrar. Aquí van a darse cita unas cuantas formas de acercarse y modelar esas lagunas sospechosas. Por ejemplo lo que pueda proponer Terry Gilliam con su The zero theorem o Peter Greenaway con Goltzius & The Pelican Company. En la Sección Oficial, a destacar Mindscape, de Jorge Dorado, con producción de Jaume Collet-Serra, u Only God forgives, de Nicolas Winding Refn, el director de Drive. La nómina de directores es amplia: De Palma, Jarmusch, Takashi Miike, Miyazaki... Pero aquí, no nos olvidamos nunca de una de las secciones más interesantes del festival, a la que solemos dedicar parte de esta cobertura: Nuevas Visiones. El cine más desconocido y más atrevido, del que daremos también buena cuenta.

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