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Este es un país de extremos: un día te condenan a galeras y otro te santifican

Susana Díaz en Madrid

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Susana Díaz no quiere ser un jarrón chino y menos un jarrón de Triana. Se ha marchado a Madrid a vestirse de largo y a entonar su propio canto, porque quiere tener las ventanas abiertas para oír a la calle. Por eso se ha ido a la capital, que sigue siendo el centro de todas las Españas y la cocina de este mundo nuestro. Los que hasta hace unos días la veían como la griñana, ahora, pasado un telediario, incluso la animan a participar en la batalla sucesoria. Este es un país de extremos: un día te condenan a galeras y otro te santifican.

La líder del PSOE andaluz, como en su momento el otro sevillano, Felipe González (que no conocía a esta chica), quiere conquistar Madrid. Hemos pasado del hijo del vaquero de Bellavista a la hija del fontanero de Triana, y puede que a algunos aspirantes les haya temblado la voz al oírla porque pensaban encontrar a un panzer del apparátchik sevillano y se han encontrado con una estadista.

Susana tiene voz propia y pulso. No se ha caído de una atracción de feria. Sabe el terreno que pisa. Se ha ido manufacturando a fuego lento, en ese día a día que es la agrupación local, la lucha fratricida, las alianzas, los encuentros y desencuentros que es la convivencia y la vida de un partido político. Susana Díaz tiene la política grabada en el espíritu y quiere dar la cara.

Y ha querido estar en Madrid sin el pasado. Algo muy difícil de sobrellevar. Por eso no ha querido ser presentada por nadie que represente este sino por un periodista, que, cuando le ha querido dar la palabra a Griñán o Rubalcaba para responder a preguntas, le ha dicho que los invite otro día. Susana quiere desligarse tanto del pasado que ha tomado a Zapatero como símbolo expiatorio de lo que no se tenía que haber hecho con Cataluña y a la señora Salgado, allí presente, como la equivocación personalizada en forma de brotes verdes. Sus críticas a Zapatero se las ha tragado directamente Pere Navarro, que asistía en primera fila con cara de póquer oyendo cómo desmontaba la sevillana la panoplia del derecho a decidir.

Susana Díaz ha entonado también el mea culpa, que siempre fue bien aceptado en España pedir perdón (lo hizo el rey con su elefante), y ha insistido en la unidad de España y en un discurso nacional. En plan lideresa de más allá de Despeñaperros, Susana quiere conquistar Madrid y a fe mía que lo ha conseguido. Por eso Juan Alberto Belloch ha salido del acto pronunciando estas incandescentes palabras: “Ha nacido una estrella”.

Susana Díaz en Madrid

Este es un país de extremos: un día te condenan a galeras y otro te santifican
Francisco Morales Lomas
viernes, 4 de octubre de 2013, 08:09 h (CET)
Susana Díaz no quiere ser un jarrón chino y menos un jarrón de Triana. Se ha marchado a Madrid a vestirse de largo y a entonar su propio canto, porque quiere tener las ventanas abiertas para oír a la calle. Por eso se ha ido a la capital, que sigue siendo el centro de todas las Españas y la cocina de este mundo nuestro. Los que hasta hace unos días la veían como la griñana, ahora, pasado un telediario, incluso la animan a participar en la batalla sucesoria. Este es un país de extremos: un día te condenan a galeras y otro te santifican.

La líder del PSOE andaluz, como en su momento el otro sevillano, Felipe González (que no conocía a esta chica), quiere conquistar Madrid. Hemos pasado del hijo del vaquero de Bellavista a la hija del fontanero de Triana, y puede que a algunos aspirantes les haya temblado la voz al oírla porque pensaban encontrar a un panzer del apparátchik sevillano y se han encontrado con una estadista.

Susana tiene voz propia y pulso. No se ha caído de una atracción de feria. Sabe el terreno que pisa. Se ha ido manufacturando a fuego lento, en ese día a día que es la agrupación local, la lucha fratricida, las alianzas, los encuentros y desencuentros que es la convivencia y la vida de un partido político. Susana Díaz tiene la política grabada en el espíritu y quiere dar la cara.

Y ha querido estar en Madrid sin el pasado. Algo muy difícil de sobrellevar. Por eso no ha querido ser presentada por nadie que represente este sino por un periodista, que, cuando le ha querido dar la palabra a Griñán o Rubalcaba para responder a preguntas, le ha dicho que los invite otro día. Susana quiere desligarse tanto del pasado que ha tomado a Zapatero como símbolo expiatorio de lo que no se tenía que haber hecho con Cataluña y a la señora Salgado, allí presente, como la equivocación personalizada en forma de brotes verdes. Sus críticas a Zapatero se las ha tragado directamente Pere Navarro, que asistía en primera fila con cara de póquer oyendo cómo desmontaba la sevillana la panoplia del derecho a decidir.

Susana Díaz ha entonado también el mea culpa, que siempre fue bien aceptado en España pedir perdón (lo hizo el rey con su elefante), y ha insistido en la unidad de España y en un discurso nacional. En plan lideresa de más allá de Despeñaperros, Susana quiere conquistar Madrid y a fe mía que lo ha conseguido. Por eso Juan Alberto Belloch ha salido del acto pronunciando estas incandescentes palabras: “Ha nacido una estrella”.

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