El pasado 21 de septiembre se ha conmemorado el día mundial del alzhéimer, evento instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y auspiciado por Alzheimer's Disease Internacional (ADI) en 1994. Hoy estamos en el día después y en España seguirá habiendo tres millones y medios de afectados y necesitados de nuestra ayuda, independientemente del color de su piel, de los ingresos que obtengan a final de mes y si son mujeres u hombres, más jóvenes o más viejos.
Es una enfermedad asociada a la vejez pero que desgraciadamente cada día afecta a personas mucho más jóvenes. Existen muchos casos que se sitúan a partir de los cincuenta años. Y una enfermedad que iguala socialmente a todo el mundo.
Durante la Edad Media hubo otra epidemia, la peste, que también igualó socialmente a todos. Los escritores de la época se hicieron entonces eco con la obra La danza de la muerte, que venía a instituir la igualdad en la muerte cuando en vida los privilegios eran un sistema de injusticia habitual. La única posibilidad del pobre de igualar al monarca o al noble era en el encuentro con esa guadaña.
Por estudios recientes, se sabe que el alzhéimer tiene un gran aliado: el cáncer; y viceversa. Quiere esto decir que, según ese estudio realizado en Italia sobre 200.000 mayores y publicado en ‘Neurology’, las personas con alzhéimer tenían un 42% menos de riesgo de tener cáncer, y, en el caso contrario, el riesgo de alzhéimer es un 35% inferior entre quienes tienen cáncer. No es desde luego ningún consuelo, y poco margen existe para la escapatoria. Ser viejo es en sí una enfermedad. Es la senescencia con su manifestación más evidente: las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y oncológicas.
Para mi mayor información casi todos los días un familiar muy cercano que cuida de los enfermos de alzhéimer nos relata su día a día con enfermos de alzhéimer, sus idas y venidas, sus llantos, sus depresiones, su melancólica memoria y su degeneración progresiva. Su dolor. Personas que con un nivel intelectual elevadísimo o sin él son pasto de la desmemoria y la progresiva degeneración celular. Muchos como ella, se están dejando la piel para intentar que la enfermedad no avance y es para ellos todo un logro verlos sonreír cada mañana y realizar las actividades de recuperación previstas. Pero se sienten completamente abandonados por los poderes públicos y por las instituciones privadas que han introducido el recorte también en la multitud de asociaciones que en España se dedican a su cuidado y velan porque su deterioro no impida a sus familiares vivir. Porque está claro que el alzhéimer no solo deteriora a los enfermos en sí sino a sus familiares, que sufren con depresiones todo el proceso degenerativo.
I+D+i, inversión en investigación y ayudas a las asociaciones podrán mitigar un poco esta nueva lacra social. Con los recortes en cuestiones sanitarias esenciales retrocederemos a la Edad Media.