Después de dos meses de vacaciones, los pasillos son un hervidero. Cada cual cuenta sus aventuras veraniegas, mientras algunos presumen de chaqueta nueva y otras de bronceado. Cuando todos ocupan sus asientos, no hay quien pare: cuchicheos, risas, algún que otro grito emocionado... El reencuentro con los compañeros es, sin duda, el momento más emocionante del mes de septiembre. No, no hablo de la vuelta al cole, sino del comienzo del periodo de sesiones en el Congreso de los Diputados.
Pensándolo bien, hay bastantes parecidos entre nuestros diputados y nuestros escolares. En primer lugar, son quienes más meses de vacaciones tienen a lo largo del año. Sí, claro que hay políticos que trabajan en verano, igual que los niños rellenan los cuadernos de Vacaciones Santillana... Por otra parte, siempre que pueden hacen novillos, y cuando están en sus asientos pocas veces escuchan con atención al orador de turno. Además, imagino que tendrán de cuando en cuando esa sensación que nos asaltaba en los pupitres cada vez que el profesor repetía la misma explicación: “¿esto no lo he escuchado yo antes?”. Que si el Estatuto de nosedonde por aquí, que si nosecual artículo es inconstitucional, que si cuando gobernaba el otro estábamos peor...
Pero el mayor parecido que encuentro entre un aula escolar y el Pleno de la Cámara Baja está en la Tribuna de Presidencia. Manuel Marín, con su barba cuidada, su pelo cano y su mirada paciente, abronca a los de la derecha. “¡Pujalte, a la próxima te vas al pasillo!”. Es que los de enfrente son todos unos enchufados...
¿No han añorado nunca los años escolares? Pues ya saben, afíliense al partido que más les apetezca, que con un poco de paciencia todo llega. ¡Quién pudiera volver a ser un niño!