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Gabriel Ruiz-Ortega

Sobre la trayectoria de Alonso Cueto. Una breve mirada

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Como suele ocurrir, un premio otorgado a escritor alguno nos lleva a hurgar en su obra anterior, y para esto, lo que marca el interés del lector es la satisfacción que genera la obra galardonada. Pues bien, esto sucede luego de la lectura de La hora azul.

La hora azul tiene todas las marcas para que sea una obra que no pase desapercibida, ni mucho menos para que quede en el olvido. Sólo los libros mediocres son los que reciben el aplauso unánime de la crítica servicial, sólo los libros mediocres son incapaces de generar dosis de cuestionamiento. Sean cuales sean los reparos a una obra, todo texto llamado a quedar, o a intentar quedarse, tiene que traer consigo la ausencia de la indiferencia.

La última novela de Cueto ha recibido elogios fuera del país de origen del autor (Perú), empero, Cueto ha sido testigo de las críticas más jaladas de los cabellos que han aparecido en la tierra llamada a celebrar el justo reconocimiento literario a un escritor intachable. Los ataques recibidos han descansado en los más aneuronados criterios ideológicos de izquierda, sazonado con irreparables influjos de complejos de inferioridad.

Sin embargo, esto no parece haberle importado a Cueto, lo cual podría darnos luces de la relación que siempre se encuentra entre la persona y la influencia. Influencia que le debe mucho a sus dos maestros que han estado y están presentes en la totalidad de su narrativa: Henry James y Juan Carlos Onetti.

La preocupación de este autor peruano siempre ha sido la de coger por las astas las frustraciones, sueños y anhelos de la clase media limeña. Y esto se refleja en el abordaje que sus personajes experimentan por medio de la intimidad, la conciencia y el desarraigo existencial. Sencillamente, Cueto los pone contra la espada y la pared, tan llena de sensaciones límite en situaciones aparentemente inanes.

Como sabemos bien, en las atmósferas de James y Onetti somos partícipes de la constante pugna que sus personajes libran en pos de una actitud moral que los lleva a cambiar el curso de sus vidas. Y esto mismo sucede también en tres de las más conocidas novelas de Cueto: Deseo de noche, Grandes miradas y La hora azul.

Es importante referirme a una de sus novelas que ha servido como bisagra en su carrera literaria: Demonio de mediodía. En esta ambiciosa novela Cueto cierra magistralmente un ciclo dedicado a explorar a la sociedad limeña desde la cotidianidad. Y es menester declarar que una nueva reedición se haga de este trabajo. Demonio de mediodía no sólo es importante por la culminación de un proyecto personal del autor, es a mi juicio, la novela que con el paso de los años será motivo de estudios; y claro está, sin dejar de lado uno de los temas que llegó a explorar en sus libros de cuentos: los años de la violencia política.

Es a partir del éxito de Grandes miradas (novela que aborda los últimos suspiros de la dictadura fujimorista) que nos topamos con un Cueto decidido a sumergirse en la historia política peruana última, usándola como un riquísimo crisol temático, tan lleno de sordidez, que sería desbordado en esta novela escrita prácticamente en tiempo real. Cueto pudo esperar que pasaran varios años para hacer suyo este tema con la tan mentada distancia histórica, distancia histórica que sirve a muchos narradores cuando se trata de ficcionalizar un momento histórico determinado.

En Grandes miradas tenemos a un sugerente personaje como Gabriela (vale precisar que a lo largo de todos los libros Cueto, los personajes femeninos han sido muy bien delineados, más de una ha quedado en la memoria de su legión de lectores), personaje decidido en ejercer su venganza contra el asesor de Fujimori: Vladimiro Montesinos. La historia está narrada en un ritmo absorbente, es imposible dejar el libro (yo lo leí en cinco horas), pero pese a la velocidad de la narración, que en muchos casos es deudor del montaje cinematográfico, no pierde en profundidad cuando coge al Yo de cada personaje. Si tuviera que resumir Grandes miradas en una frase o idea, esta sería la de “la venganza como móvil para la redención”.

Sin embargo, en La hora azul, tenemos la antípoda de la inmediatez histórica. Con un gran trabajo de información y responsabilidad para narrar, Cueto ha tocado el periodo más delicado y calamitoso que ha tenido que vivir Perú en el siglo XX: el terrorismo desplegado por Sendero Luminoso y el MRTA. Por el tono intimista, evocador y detallado me inclino por la idea de la presencia de Henry James como mentor de estilo. El protagonista, Adrián Ormache, nos hace partícipe de su búsqueda por la mujer que fue amante de su padre, un comandante de las Fuerzas Armadas que cometió violaciones a los Derechos Humanos en plena guerra contra el terrorismo. La razón de esta búsqueda le llega a Ormache por azar, lo cual lo lleva a ejercer un cambio radical en su vida al ver que el mundo de cristal en el que se mueve empieza a resquebrajarse.

A lo largo de su trayectoria, Cueto ha entregado algo más que buenos libros, algo que muy pocos narradores pueden ofrecer sin macular el trabajo artístico: el mensaje moral.

Como lector de Cueto, me es imposible negar que siempre he recibido un mensaje moral de cada libro suyo, pero esta cualidad se desprende por sí misma de sus historias, y esto nos muestra la gran capacidad del autor para saber diferenciar y no mezclar su obra en pos de fines pedagógicos.

Es axiomático que Cueto está atravesando por el mejor momento de su carrera. Importantes editoriales han tenido el acierto de reeditar libros suyos como Amores de invierno, en claro ejemplo de que esta buena racha no yace en la nada.

Al menos para mí, Alonso Cueto Caballero es el mejor escritor peruano en la actualidad, y no sólo por el premio Herralde que se le otorgó, sino porque desde hace muy buen rato Cueto viene entregando libros que son superados por el siguiente, y esto nos genera la expectativa de que lo mejor de su producción aún está por escribirse.

Sobre la trayectoria de Alonso Cueto. Una breve mirada

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
domingo, 31 de diciembre de 2006, 01:55 h (CET)
Como suele ocurrir, un premio otorgado a escritor alguno nos lleva a hurgar en su obra anterior, y para esto, lo que marca el interés del lector es la satisfacción que genera la obra galardonada. Pues bien, esto sucede luego de la lectura de La hora azul.

La hora azul tiene todas las marcas para que sea una obra que no pase desapercibida, ni mucho menos para que quede en el olvido. Sólo los libros mediocres son los que reciben el aplauso unánime de la crítica servicial, sólo los libros mediocres son incapaces de generar dosis de cuestionamiento. Sean cuales sean los reparos a una obra, todo texto llamado a quedar, o a intentar quedarse, tiene que traer consigo la ausencia de la indiferencia.

La última novela de Cueto ha recibido elogios fuera del país de origen del autor (Perú), empero, Cueto ha sido testigo de las críticas más jaladas de los cabellos que han aparecido en la tierra llamada a celebrar el justo reconocimiento literario a un escritor intachable. Los ataques recibidos han descansado en los más aneuronados criterios ideológicos de izquierda, sazonado con irreparables influjos de complejos de inferioridad.

Sin embargo, esto no parece haberle importado a Cueto, lo cual podría darnos luces de la relación que siempre se encuentra entre la persona y la influencia. Influencia que le debe mucho a sus dos maestros que han estado y están presentes en la totalidad de su narrativa: Henry James y Juan Carlos Onetti.

La preocupación de este autor peruano siempre ha sido la de coger por las astas las frustraciones, sueños y anhelos de la clase media limeña. Y esto se refleja en el abordaje que sus personajes experimentan por medio de la intimidad, la conciencia y el desarraigo existencial. Sencillamente, Cueto los pone contra la espada y la pared, tan llena de sensaciones límite en situaciones aparentemente inanes.

Como sabemos bien, en las atmósferas de James y Onetti somos partícipes de la constante pugna que sus personajes libran en pos de una actitud moral que los lleva a cambiar el curso de sus vidas. Y esto mismo sucede también en tres de las más conocidas novelas de Cueto: Deseo de noche, Grandes miradas y La hora azul.

Es importante referirme a una de sus novelas que ha servido como bisagra en su carrera literaria: Demonio de mediodía. En esta ambiciosa novela Cueto cierra magistralmente un ciclo dedicado a explorar a la sociedad limeña desde la cotidianidad. Y es menester declarar que una nueva reedición se haga de este trabajo. Demonio de mediodía no sólo es importante por la culminación de un proyecto personal del autor, es a mi juicio, la novela que con el paso de los años será motivo de estudios; y claro está, sin dejar de lado uno de los temas que llegó a explorar en sus libros de cuentos: los años de la violencia política.

Es a partir del éxito de Grandes miradas (novela que aborda los últimos suspiros de la dictadura fujimorista) que nos topamos con un Cueto decidido a sumergirse en la historia política peruana última, usándola como un riquísimo crisol temático, tan lleno de sordidez, que sería desbordado en esta novela escrita prácticamente en tiempo real. Cueto pudo esperar que pasaran varios años para hacer suyo este tema con la tan mentada distancia histórica, distancia histórica que sirve a muchos narradores cuando se trata de ficcionalizar un momento histórico determinado.

En Grandes miradas tenemos a un sugerente personaje como Gabriela (vale precisar que a lo largo de todos los libros Cueto, los personajes femeninos han sido muy bien delineados, más de una ha quedado en la memoria de su legión de lectores), personaje decidido en ejercer su venganza contra el asesor de Fujimori: Vladimiro Montesinos. La historia está narrada en un ritmo absorbente, es imposible dejar el libro (yo lo leí en cinco horas), pero pese a la velocidad de la narración, que en muchos casos es deudor del montaje cinematográfico, no pierde en profundidad cuando coge al Yo de cada personaje. Si tuviera que resumir Grandes miradas en una frase o idea, esta sería la de “la venganza como móvil para la redención”.

Sin embargo, en La hora azul, tenemos la antípoda de la inmediatez histórica. Con un gran trabajo de información y responsabilidad para narrar, Cueto ha tocado el periodo más delicado y calamitoso que ha tenido que vivir Perú en el siglo XX: el terrorismo desplegado por Sendero Luminoso y el MRTA. Por el tono intimista, evocador y detallado me inclino por la idea de la presencia de Henry James como mentor de estilo. El protagonista, Adrián Ormache, nos hace partícipe de su búsqueda por la mujer que fue amante de su padre, un comandante de las Fuerzas Armadas que cometió violaciones a los Derechos Humanos en plena guerra contra el terrorismo. La razón de esta búsqueda le llega a Ormache por azar, lo cual lo lleva a ejercer un cambio radical en su vida al ver que el mundo de cristal en el que se mueve empieza a resquebrajarse.

A lo largo de su trayectoria, Cueto ha entregado algo más que buenos libros, algo que muy pocos narradores pueden ofrecer sin macular el trabajo artístico: el mensaje moral.

Como lector de Cueto, me es imposible negar que siempre he recibido un mensaje moral de cada libro suyo, pero esta cualidad se desprende por sí misma de sus historias, y esto nos muestra la gran capacidad del autor para saber diferenciar y no mezclar su obra en pos de fines pedagógicos.

Es axiomático que Cueto está atravesando por el mejor momento de su carrera. Importantes editoriales han tenido el acierto de reeditar libros suyos como Amores de invierno, en claro ejemplo de que esta buena racha no yace en la nada.

Al menos para mí, Alonso Cueto Caballero es el mejor escritor peruano en la actualidad, y no sólo por el premio Herralde que se le otorgó, sino porque desde hace muy buen rato Cueto viene entregando libros que son superados por el siguiente, y esto nos genera la expectativa de que lo mejor de su producción aún está por escribirse.

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