Con el mercado de fichajes cerrado, el plato más sabroso que quedaba era Javier Saviola. La mayoría de equipos de la liga precisaban de un delantero goleador como el argentino. Pequeño, escurridizo, luchador y listo. Y además, sin pagar ni un duro – sin contar con su ficha, claro – y muchos goles asegurados a final de temporada. Quién se lo diera al Dépor, que buscó hasta última hora ese nueve que sustituyese a Tristán. Al Sevilla, al Espanyol, al Nástic, al Rácing de Santander, cuyo presidente intentó por todos los medios traérselo a la ciudad cántabra. Pero Javier Saviola decidió que seguiría un año más en el Barcelona.
Rijkaard ya le comunicó que no contaba con él. Pero el Conejo considera que con su lucha diaria, que será enorme, podrá convencer al preparador del mejor equipo del mundo. Si las cosas van mal en el Barça, la afición terminará por pedir la reaparición de Saviola. Y esa es la vía que espera abrir el delantero. Si el Barcelona sigue arrasando como hasta ahora es materialmente imposible que se de cabida a otro goleador. El fútbol se sigue por la máxima de “si las cosas van bien, ¿por qué cambiarlas?”. Sabia sentencia.
Sería la solución perfecta para tantos equipos… Pero el problema fue que Saviola no se quería mover de Barcelona. O quizás no le convenció ninguna de las ofertas sobre la mesa. Quizás en el mercado de diciembre recapacite de una decisión que a priori parece precipitada. Pero el jugador afirma que de este modo encuentra su felicidad. “No se hable más”. Pues sin hablar más, Saviola, la perla más deseada en este mercado de las oportunidades, decidió su futuro. Suerte, en todo caso.