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Daniel Tercero

Democracias imposibles

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En estos días, previos a la vuelta a las trincheras de los españolitos que no vivieron en éstas, bueno sería recordar alguna de las frases que incendiaron los parajes previos a la desastrosa guerra del 36. Nuestra Guerra. Y sólo con citar a dos de los responsables de la situación previa a 1936 nos bastará por hoy. Pero antes déjenme que les recuerde lo que Gustavo Bueno opina de la Memoria Histórica.

En unas recientes declaraciones, el pasado domingo, el profesor y filósofo Gustavo Bueno cargaba contra el concepto de Memoria Histórica, que tanto utilizan algunos de nuestros ricos funcionarios temporales, y consideraba que era un término ad hoc para lanzar a la cara del PP. Dejando esto último de lado, que tanto me da y según parece también a los propios del PP, Bueno acierta al criticar al actual Gobierno por incentivar los cambios de nombre de las calles que recuerdan a los golpistas del 36, pero no a los golpistas del 34. No sólo eso. En Cataluña, como siempre hemos tenido un hecho diferencial distinguido, nos dedicamos a renombrar estadios municipales que albergaron Juegos Olímpicos para recordar a personajes tan siniestros como Lluís Companys, que no necesitó acudir a Madrid para dar un golpe de medioEstado. Es decir se premia a unos por ser de un lado -sin contar con su currículo-, y se olvida a los otros porque son del otro lado -sin saber nada de su currículo-.

Decía el filósofo octogenario, el mismo día, que “la memoria es un concepto psicológico individual” y que por lo tanto el concepto de Memoria Histórica era “un concepto falso y confuso”. Así, parece evidente que algo atufa cuando un Gobierno está tan interesado en recordar su memoria vendiéndola como la memoria de unos hechos históricos ocurridos hace setenta años. Entonces, para qué están los historiadores.

¿Contará la Memoria Histórica gubernamental citas como estás escupidas por el izquierdista Francisco Largo Caballero en 1933 durante la campaña electoral en Valladolid y Don Benito, respectivamente?: “A vencer, el día 19 en las urnas. Y, si somos derrotados, a vencer el día 20 en las calles al grito de ¡Viva la revolución social!” o “ [...] Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. Se dirá: ¡Ah, ésa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en alguna democracia? Pues ¿qué hay hoy más que una dictadura burguesa? La clase obrera debe prepararse bien para todos los acontecimientos que ocurran y, el día en que nos decidamos a la acción, que sea para algo definitivo que nos garantice el triunfo sobre la burguesía. Estamos en plena guerra civil.[...]”. ¿O solamente difundirá las barbaridades de la derecha encarnadas en José María Gil Robles arrojadas en 1934 en Madrid?: “Queremos una patria totalitaria [...] ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Necesitamos el poder íntegro y eso es lo que pedimos. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista del Estado nuevo. Llegado el momento, o se someten las Cortes o las hacemos desaparecer”. Pero cómo puede ser que todavía, hoy, alguien pretenda presentar la Guerra Civil entre buenos y malos. ¿Entre caballeristas y roblistas? A mí no me esperen para esa dialéctica. Para que una democracia se asiente – ya no que funcione- en un país se necesita, como ingrediente mínimo imprescindible, a dirigentes demócratas. ¿Alguien me puede nombrar a uno sólo de la década de los treinta del siglo pasado?

Vender ahora, cuando llevamos casi treinta años de democracia, que la II República era la panacea de la libertad y el respeto al de enfrente -que en el fondo es esto lo que encierra la Memoria Histórica- es como lo de los Reyes Magos de Oriente para los niños. Sí, colará durante un tiempo, pero una mentira de tal calibre no se puede sostener siempre. Y es necesario precisar -lo cual deja mucho que desear de la situación actual- que la penosa situación de la II República española no justificó el levantamiento militar de julio de 1936.

Como dejó dicho Gustavo Bueno, hace dos días, en Oviedo , da la sensación que “la Memoria Histórica es un intento de reconstruir la historia durante el franquismo [y la II República, añado yo] desde perspectivas totalmente partidistas”.

Democracias imposibles

Daniel Tercero
Daniel Tercero
miércoles, 30 de agosto de 2006, 03:09 h (CET)
En estos días, previos a la vuelta a las trincheras de los españolitos que no vivieron en éstas, bueno sería recordar alguna de las frases que incendiaron los parajes previos a la desastrosa guerra del 36. Nuestra Guerra. Y sólo con citar a dos de los responsables de la situación previa a 1936 nos bastará por hoy. Pero antes déjenme que les recuerde lo que Gustavo Bueno opina de la Memoria Histórica.

En unas recientes declaraciones, el pasado domingo, el profesor y filósofo Gustavo Bueno cargaba contra el concepto de Memoria Histórica, que tanto utilizan algunos de nuestros ricos funcionarios temporales, y consideraba que era un término ad hoc para lanzar a la cara del PP. Dejando esto último de lado, que tanto me da y según parece también a los propios del PP, Bueno acierta al criticar al actual Gobierno por incentivar los cambios de nombre de las calles que recuerdan a los golpistas del 36, pero no a los golpistas del 34. No sólo eso. En Cataluña, como siempre hemos tenido un hecho diferencial distinguido, nos dedicamos a renombrar estadios municipales que albergaron Juegos Olímpicos para recordar a personajes tan siniestros como Lluís Companys, que no necesitó acudir a Madrid para dar un golpe de medioEstado. Es decir se premia a unos por ser de un lado -sin contar con su currículo-, y se olvida a los otros porque son del otro lado -sin saber nada de su currículo-.

Decía el filósofo octogenario, el mismo día, que “la memoria es un concepto psicológico individual” y que por lo tanto el concepto de Memoria Histórica era “un concepto falso y confuso”. Así, parece evidente que algo atufa cuando un Gobierno está tan interesado en recordar su memoria vendiéndola como la memoria de unos hechos históricos ocurridos hace setenta años. Entonces, para qué están los historiadores.

¿Contará la Memoria Histórica gubernamental citas como estás escupidas por el izquierdista Francisco Largo Caballero en 1933 durante la campaña electoral en Valladolid y Don Benito, respectivamente?: “A vencer, el día 19 en las urnas. Y, si somos derrotados, a vencer el día 20 en las calles al grito de ¡Viva la revolución social!” o “ [...] Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. Se dirá: ¡Ah, ésa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en alguna democracia? Pues ¿qué hay hoy más que una dictadura burguesa? La clase obrera debe prepararse bien para todos los acontecimientos que ocurran y, el día en que nos decidamos a la acción, que sea para algo definitivo que nos garantice el triunfo sobre la burguesía. Estamos en plena guerra civil.[...]”. ¿O solamente difundirá las barbaridades de la derecha encarnadas en José María Gil Robles arrojadas en 1934 en Madrid?: “Queremos una patria totalitaria [...] ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Necesitamos el poder íntegro y eso es lo que pedimos. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista del Estado nuevo. Llegado el momento, o se someten las Cortes o las hacemos desaparecer”. Pero cómo puede ser que todavía, hoy, alguien pretenda presentar la Guerra Civil entre buenos y malos. ¿Entre caballeristas y roblistas? A mí no me esperen para esa dialéctica. Para que una democracia se asiente – ya no que funcione- en un país se necesita, como ingrediente mínimo imprescindible, a dirigentes demócratas. ¿Alguien me puede nombrar a uno sólo de la década de los treinta del siglo pasado?

Vender ahora, cuando llevamos casi treinta años de democracia, que la II República era la panacea de la libertad y el respeto al de enfrente -que en el fondo es esto lo que encierra la Memoria Histórica- es como lo de los Reyes Magos de Oriente para los niños. Sí, colará durante un tiempo, pero una mentira de tal calibre no se puede sostener siempre. Y es necesario precisar -lo cual deja mucho que desear de la situación actual- que la penosa situación de la II República española no justificó el levantamiento militar de julio de 1936.

Como dejó dicho Gustavo Bueno, hace dos días, en Oviedo , da la sensación que “la Memoria Histórica es un intento de reconstruir la historia durante el franquismo [y la II República, añado yo] desde perspectivas totalmente partidistas”.

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