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Farsa polifacética

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A modo de introducción diré aquello del carácter insustituíble de la experiencia personal. Cada quien es la persona en la cual suceden las cosas, sufre o disfruta con ellas. Rebelión o conformismo pueden ser sus respuestas. Bien consciente de las dificultades afrontadas o alelado por una idiotez que puede ser culta, ¡ojo! Si los diversos colectivos que en el mundo han sido, son o serán, no constituyen una suma de INDIVIDUALIDADES consistentes; ni colectivos son, serán meros instrumentos de ciertos intereses planificados para el aplastamiento de los molestos discordantes. Ahí se inicia la farsa, en querer sustituir lo insustituíble; quién sabe por que entidades cada vez más alejadas de las personas.

La siguiente escena de la farsa muestra situaciones llamativas, incluso escandalosas; a las cuales prestamos escasa atención. Con ello contribuímos a las patentes frustraciones vividas en la hora actual. Destacan la abundancia de MANANTIALES desde los que generamos sufrimientos. Y los sufridores no son los colectivos, sino los particulares, cada persona. Atendemos sólo a una mínima parte de las circunstancias ambientales, difuminamos la potencia de aquellas fuentes del malestar, que así pasan desapercibidas. Desdibujamos, pero no eliminamos dichos generadores impertinentes; sus derivaciones y consecuencias sobrevienen sobre la brega diaria de los ciudadanos.

Esos manantiales nefastos son innumerables, en una competición estúpida para crearnos problemas. Citaré 3 entidades con estas características y estoy seguro que ustedes encontrarán otros EJEMPLOS nefastos. El montaje de la financiación de los partidos políticos, ensamblado con la adjudicación de contratos y subvenciones, representa una muestra evidente del descalabro consentido, de la propensión a una corrupción intrincada. Contaremos también con la visión superficial de los argumentos aducidos en cada ocasión, con cuatro declaraciones facilonas nos damos por satisfechos. ¿Mentamos al sentido común? Pensar en los demás y actuar en consecuencia; la falta de ese sentido común es otro manantial nefasto.

De lo anterior deduciríamos un calificativo aplicable para las grandes mayorías desfavorecidas. Poco saludable, aunque generalizado. Somos unos CONSENTIDOS. debido a la tolerancia con que aceptamos tratos verdaderamente deplorables; de las personas, de los animales y del medio ambiente. El número de procedimientos insatisfactorios, la cantidad de personas afectadas, debieran ser estímulos para una convivencia mejor. Pensemos en la enorme lista de parados, con su angustioso acompañamiento. El trato a los ancianos evidencia carencias lamentables. Niños con alimentación deficiente. Enfermos atendidos trás largas esperas. Miserias y corrupciones. ¿Es mucho lo que consentimos? ¿No reaccionamos?

Estamos sometidos a una tensión sana e indiscutible. La TENSIÓN entre el desvarío y la sensatez. Sana, por que evita el acostumbramiento adormecedor, las novedades provocan estímulos continuados. Sin embargo, el deslizamiento hacia el desvarío es notorio en las decisiones que adoptamos, y debe de ser fácil conseguirlo dada la abundante ristra de despropósitos a la vista. El manantial destructivo o vitalizador, radica en primer lugar en uno mismo; después vendrán las organizaciones estructurales que hayamos pergeñado. Como situadas sobre un filo finísimo, las emociones agradables están muy próximas a la generación de frustraciones. Son tensiones ineludibles que marcan nuestro sino.

Eso sí, ¿Somos esclavos o usuarios concienciados de las emociones? Fiados de los lamentos escuchados, siempre predominan las maliciosas intervenciones atribuídas a los demás. Parece comno si las veleidades propias nunca hubieran existido. De esa manera soslayamos la responsabilidad, colaboramos así a la farsa. Hablo de un ESCAPISMO instalado en los diversos rincones de la sociedad. En la palabrería rimbombante quedan instalados los parapetos que esconden las complicidades en las que participamos.

Ocasionamos una despoblación alarmante a la hora de la relación de los hechos con las personas implicadas. Nadie aparece como gestor de los eventos discutidos. Aparecemos rodeados de hechos INHUMANOS nacidos en quién sabe que casualidad de los sistemas empleados. Falló la estadística; al parecer no hubo errores o malas prácticas de individuos concretos. El desastre económico gestado por el PSOE o las discutidas medidas del PP, fluyen por sus propias circunstancias, sin reflejos personales. Curiosamente, la llamada opinión pública tiene poco de recogida de opiniones; la emisión machacona de unas cuantas voces en las cadenas televisivas, pretende la sustitución de la misma, prescinde del sentir de la gente.

Cuando uno fija su atención en sucesos como los de Kosovo, Irak, Libia o las recientes masacres de Siria, ¿Tenemos la sensación de que los demás países están seriamente preocupados por las víctimas? Reaccionan tarde y mal, o no reaccionan ante los eventos. Desde la perfidia de Inglaterra, el imperialismo en decadencia de EEUU, los desequilibrados países europeos; en una DIVAGACIÓN prolongada que no tomaron medidas preventivas, para poner en primer lugar sus intereses. No disfracemos la realidad, tampoco Rusia, Irán o China demuestran gran interés por la solución. Volvemos al matiz impersonal referido, con el desprecio manifiesto de la existencia de seres humanos concretos y sufridores.

Los pedestales de la economía, de la política, el egoísmo o la frivolidad, no dejan resquicio para la ubicación de la consideración personal en esos lugares preferentes. Únicamente lo permiten como estratagema al servicio de los cuatro entes apocalípticos mencionados; frente a los que no reaccionamos y en todo caso lo hacemos con una impericia notable. Nos va la MARCHA MASOQUISTA, esa es la explicación pertinente; por que es evidente quienes ocupan el pedestal, en las sociedades occidentales como en las orientales. Aunque varie alguno de los ídolos, el acoquinamiento subsiste y se convierte en triste colaborador de los endiosamientos establecidos.

Importa menos el panorama que nos hayan dibujado. Sea la gran revolución ruidosa, la democracia de la enorme libertad (Vigilada), los socialismos al servicio rastrero de los pequeños comités, la tolerancia necia que no cubre el desnudo de la idiotez, los dirigismos religiosos en contacto directo con los respectivos dioses o las culturas escapistas hacia ninguna parte. Constituyen estructuras representativas del MANGONEO a la vista de todos. Delante de nuestros ojos y no somos capaces de percibir la amenaza. El verdadero progreso exige una apertura radical, de la vista y del entendimiento, para el ejercicio de una santa intolerancia.

En el teatro de la vida quieren convencernos de que somos espectadores privilegiados. Qué le vamos a hacer, nuestra credulidad lo admite y en cambio nos resistimos a los papeles activos bien adaptados a la realidad.

Farsa polifacética

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 6 de septiembre de 2013, 07:23 h (CET)
A modo de introducción diré aquello del carácter insustituíble de la experiencia personal. Cada quien es la persona en la cual suceden las cosas, sufre o disfruta con ellas. Rebelión o conformismo pueden ser sus respuestas. Bien consciente de las dificultades afrontadas o alelado por una idiotez que puede ser culta, ¡ojo! Si los diversos colectivos que en el mundo han sido, son o serán, no constituyen una suma de INDIVIDUALIDADES consistentes; ni colectivos son, serán meros instrumentos de ciertos intereses planificados para el aplastamiento de los molestos discordantes. Ahí se inicia la farsa, en querer sustituir lo insustituíble; quién sabe por que entidades cada vez más alejadas de las personas.

La siguiente escena de la farsa muestra situaciones llamativas, incluso escandalosas; a las cuales prestamos escasa atención. Con ello contribuímos a las patentes frustraciones vividas en la hora actual. Destacan la abundancia de MANANTIALES desde los que generamos sufrimientos. Y los sufridores no son los colectivos, sino los particulares, cada persona. Atendemos sólo a una mínima parte de las circunstancias ambientales, difuminamos la potencia de aquellas fuentes del malestar, que así pasan desapercibidas. Desdibujamos, pero no eliminamos dichos generadores impertinentes; sus derivaciones y consecuencias sobrevienen sobre la brega diaria de los ciudadanos.

Esos manantiales nefastos son innumerables, en una competición estúpida para crearnos problemas. Citaré 3 entidades con estas características y estoy seguro que ustedes encontrarán otros EJEMPLOS nefastos. El montaje de la financiación de los partidos políticos, ensamblado con la adjudicación de contratos y subvenciones, representa una muestra evidente del descalabro consentido, de la propensión a una corrupción intrincada. Contaremos también con la visión superficial de los argumentos aducidos en cada ocasión, con cuatro declaraciones facilonas nos damos por satisfechos. ¿Mentamos al sentido común? Pensar en los demás y actuar en consecuencia; la falta de ese sentido común es otro manantial nefasto.

De lo anterior deduciríamos un calificativo aplicable para las grandes mayorías desfavorecidas. Poco saludable, aunque generalizado. Somos unos CONSENTIDOS. debido a la tolerancia con que aceptamos tratos verdaderamente deplorables; de las personas, de los animales y del medio ambiente. El número de procedimientos insatisfactorios, la cantidad de personas afectadas, debieran ser estímulos para una convivencia mejor. Pensemos en la enorme lista de parados, con su angustioso acompañamiento. El trato a los ancianos evidencia carencias lamentables. Niños con alimentación deficiente. Enfermos atendidos trás largas esperas. Miserias y corrupciones. ¿Es mucho lo que consentimos? ¿No reaccionamos?

Estamos sometidos a una tensión sana e indiscutible. La TENSIÓN entre el desvarío y la sensatez. Sana, por que evita el acostumbramiento adormecedor, las novedades provocan estímulos continuados. Sin embargo, el deslizamiento hacia el desvarío es notorio en las decisiones que adoptamos, y debe de ser fácil conseguirlo dada la abundante ristra de despropósitos a la vista. El manantial destructivo o vitalizador, radica en primer lugar en uno mismo; después vendrán las organizaciones estructurales que hayamos pergeñado. Como situadas sobre un filo finísimo, las emociones agradables están muy próximas a la generación de frustraciones. Son tensiones ineludibles que marcan nuestro sino.

Eso sí, ¿Somos esclavos o usuarios concienciados de las emociones? Fiados de los lamentos escuchados, siempre predominan las maliciosas intervenciones atribuídas a los demás. Parece comno si las veleidades propias nunca hubieran existido. De esa manera soslayamos la responsabilidad, colaboramos así a la farsa. Hablo de un ESCAPISMO instalado en los diversos rincones de la sociedad. En la palabrería rimbombante quedan instalados los parapetos que esconden las complicidades en las que participamos.

Ocasionamos una despoblación alarmante a la hora de la relación de los hechos con las personas implicadas. Nadie aparece como gestor de los eventos discutidos. Aparecemos rodeados de hechos INHUMANOS nacidos en quién sabe que casualidad de los sistemas empleados. Falló la estadística; al parecer no hubo errores o malas prácticas de individuos concretos. El desastre económico gestado por el PSOE o las discutidas medidas del PP, fluyen por sus propias circunstancias, sin reflejos personales. Curiosamente, la llamada opinión pública tiene poco de recogida de opiniones; la emisión machacona de unas cuantas voces en las cadenas televisivas, pretende la sustitución de la misma, prescinde del sentir de la gente.

Cuando uno fija su atención en sucesos como los de Kosovo, Irak, Libia o las recientes masacres de Siria, ¿Tenemos la sensación de que los demás países están seriamente preocupados por las víctimas? Reaccionan tarde y mal, o no reaccionan ante los eventos. Desde la perfidia de Inglaterra, el imperialismo en decadencia de EEUU, los desequilibrados países europeos; en una DIVAGACIÓN prolongada que no tomaron medidas preventivas, para poner en primer lugar sus intereses. No disfracemos la realidad, tampoco Rusia, Irán o China demuestran gran interés por la solución. Volvemos al matiz impersonal referido, con el desprecio manifiesto de la existencia de seres humanos concretos y sufridores.

Los pedestales de la economía, de la política, el egoísmo o la frivolidad, no dejan resquicio para la ubicación de la consideración personal en esos lugares preferentes. Únicamente lo permiten como estratagema al servicio de los cuatro entes apocalípticos mencionados; frente a los que no reaccionamos y en todo caso lo hacemos con una impericia notable. Nos va la MARCHA MASOQUISTA, esa es la explicación pertinente; por que es evidente quienes ocupan el pedestal, en las sociedades occidentales como en las orientales. Aunque varie alguno de los ídolos, el acoquinamiento subsiste y se convierte en triste colaborador de los endiosamientos establecidos.

Importa menos el panorama que nos hayan dibujado. Sea la gran revolución ruidosa, la democracia de la enorme libertad (Vigilada), los socialismos al servicio rastrero de los pequeños comités, la tolerancia necia que no cubre el desnudo de la idiotez, los dirigismos religiosos en contacto directo con los respectivos dioses o las culturas escapistas hacia ninguna parte. Constituyen estructuras representativas del MANGONEO a la vista de todos. Delante de nuestros ojos y no somos capaces de percibir la amenaza. El verdadero progreso exige una apertura radical, de la vista y del entendimiento, para el ejercicio de una santa intolerancia.

En el teatro de la vida quieren convencernos de que somos espectadores privilegiados. Qué le vamos a hacer, nuestra credulidad lo admite y en cambio nos resistimos a los papeles activos bien adaptados a la realidad.

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