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Hay gente soberbia que juzga a costa de humillar a otros con mentiras y quimeras

Criticar al vecino para ocultar la propia vergüenza

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Permítanme presentar un hecho como propio a fin de preservar el anonimato de un amigo. Como es muy normal en estas fechas los divorcios están a la orden del día, así que a veces se da el caso que se separen dos amigos del grupo de la niñez y juventud, es decir, un matrimonio que surgió de la pandilla del colegio y que tras una breve vida conyugal deciden separarse.

Un caso que seguro alguno de ustedes ha conocido, vivido o vive en este momento. Lo peculiar, viene cuando mi amigo se casa de nuevo, y decido ir a su segunda boda porque evidentemente como compañero participo de sus alegrías y sus penas.

Pero mi asistencia al segundo enlace no ha despertado la rabia ni la lengua viperina de su ex mujer, sino de su devota ex suegra, que me difama por considerar que he faltado al respeto que merece su hija, he quebrado la amistad con ella, doy muestra de una falta de educación, descortesía y carencia de tacto social, todo ello adornado con adjetivos descalificativos que eludo pronunciar.

Claro, que es muy común en España “ver la paja en el ojo ajeno pero no vemos la viga del propio”. En mi modesta opinión, la señora intenta así esconder o silenciar lo que es una realidad, que la hija la ha hecho abuela de una nieta ilegítima, es decir, de padre consabido, pero no reconocido. Todo ello aderezado con la situación que la hija quedó embarazada cuando ya estaba divorciada.

Por cierto, que sea madre soltera me parece muy laudable, así como el método que escogió para quedar embarazada; lo que observo deplorable es que la correveidile de la madre se dedique a reprochar mi decisión y no le caiga la cara de vergüenza después de que su hija se abriese de piernas fuera del sagrado sacramento del matrimonio.

Así que, supongo que la señora intenta echar palabras al viento que oculten el ruido y el olor a podredumbre que produce su propia vergüenza, sobre aquello que nos resignamos a admitir y asumir.

Espero que a mi amigo “le importe un comino” la crítica poco fundada de una señora que intenta aplacar las malas lenguas que dan altavoz al estiércol que ellos mismos producen.

Criticar al vecino para ocultar la propia vergüenza

Hay gente soberbia que juzga a costa de humillar a otros con mentiras y quimeras
Jose Pérez Suria
viernes, 16 de agosto de 2013, 08:21 h (CET)
Permítanme presentar un hecho como propio a fin de preservar el anonimato de un amigo. Como es muy normal en estas fechas los divorcios están a la orden del día, así que a veces se da el caso que se separen dos amigos del grupo de la niñez y juventud, es decir, un matrimonio que surgió de la pandilla del colegio y que tras una breve vida conyugal deciden separarse.

Un caso que seguro alguno de ustedes ha conocido, vivido o vive en este momento. Lo peculiar, viene cuando mi amigo se casa de nuevo, y decido ir a su segunda boda porque evidentemente como compañero participo de sus alegrías y sus penas.

Pero mi asistencia al segundo enlace no ha despertado la rabia ni la lengua viperina de su ex mujer, sino de su devota ex suegra, que me difama por considerar que he faltado al respeto que merece su hija, he quebrado la amistad con ella, doy muestra de una falta de educación, descortesía y carencia de tacto social, todo ello adornado con adjetivos descalificativos que eludo pronunciar.

Claro, que es muy común en España “ver la paja en el ojo ajeno pero no vemos la viga del propio”. En mi modesta opinión, la señora intenta así esconder o silenciar lo que es una realidad, que la hija la ha hecho abuela de una nieta ilegítima, es decir, de padre consabido, pero no reconocido. Todo ello aderezado con la situación que la hija quedó embarazada cuando ya estaba divorciada.

Por cierto, que sea madre soltera me parece muy laudable, así como el método que escogió para quedar embarazada; lo que observo deplorable es que la correveidile de la madre se dedique a reprochar mi decisión y no le caiga la cara de vergüenza después de que su hija se abriese de piernas fuera del sagrado sacramento del matrimonio.

Así que, supongo que la señora intenta echar palabras al viento que oculten el ruido y el olor a podredumbre que produce su propia vergüenza, sobre aquello que nos resignamos a admitir y asumir.

Espero que a mi amigo “le importe un comino” la crítica poco fundada de una señora que intenta aplacar las malas lenguas que dan altavoz al estiércol que ellos mismos producen.

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