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“Lo único que quita el miedo es el peligro auténtico”, Alain Emmile Chartier

¡Ay, Gibraltar, Gibraltar!, tan pequeña y tan mandona

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Estos días en los que, por primera vez en muchos años, se han sacado a la luz, sin tapujos, las artimañas de los habitantes de este peñón hueco, poblado de monos de diversas especies y de contrabandistas, al estilo de los bucaneros y corsarios ingleses que servían, fielmente, a Su Majestad la reina de Inglaterra. Isabel I, en su “noble” tarea de robar el oro que las naves españolas traían de América; también hemos visto, con un cierto placer no podemos negarlo, como los flemáticos ingleses han torcido el bigote y han dado muestras de sentirse incómodos, molestos, sorprendidos y, evidentemente preocupados, a causa de una de las cacicadas del señor primer ministro de la Roca, señor Fabián Picardo, que ha dado lugar a que unos “atrevidos” españoles hayan reaccionado con firmeza ante otro de los múltiples intentos de los súbitos de SM la Reina de ensanchar un poco más su espacio lindante al peñón, mediante sucias maniobras en el mar territorial de España, inutilizando, con aviesas intenciones, los caladeros de mariscos de los que viven muchos pescadores de las ciudades españolas de la bahía de Algeciras. ¿Tenía necesidad el señor Picardo de echar bloques de cemento al mar? Evidentemente que no, como tampoco impedir la libre pesca de nuestros barcos en los caladeros de nuestras aguas territoriales, como lo vienen haciendo desde hace años con toda impunidad Pero, al parecer, su misión es incordiar y lo hace.

Claro que aquí, en España, siempre los hay, especialmente entre el gremio del periodismo de izquierdas que, hoy por hoy, son los más numerosos, que encuentran motivos para criticar la firmeza del señor Margallo e insisten en que lo mejor es dejar que nos sigan dando en la cresta, porque, de no transigir, pudiera ocurrir que los ingleses que nos visitan de turismo se enfadaran y dejaran de venir o que, a los de la City, se les subiera el pavo y pensaran en darnos un azote. Allá ellos. Siempre la excusa para no actuar, para dejarnos humillar cada vez que a los llanitos les da la gana y para que, el Peñón, se haya convertido en un semillero de contrabandistas, de sociedades tapadera y el mayor centro de distribución de la droga de toda Europa, viene de aquellos cobardes, antipatriotas y políticos interesados en aprovechar la menor ocasión para debilitar al Gobierno y, de paso, desestabilizar al país, con lo que esperan conseguir hacerse con el poder, algo que no han logrado hasta ahora a través de las urnas.

Las excusas que, el señor Pérez Rubalcaba, en el 2009, pidió a causa de la entrada de dos guardias civiles armados en la Roca, persiguiendo a dos presuntos traficantes; las negociaciones del señor Moratinos, visitando oficialmente la Roca y firmando el llamado pacto de Córdoba, reconociendo, de hecho, al gobierno de Gibraltar, así como las demás claudicaciones de nuestras autoridades, obligando a la Guardia Civil a evitar encontronazos con las patrulleras inglesas que acosaban a nuestros pesqueros; durante los gobiernos de Rodríguez Zapatero, que utilizaba su clásica táctica de ir tapando agujeros en lugar de solucionar de raíz la causa de que se produjeran, algo que, por primera vez, parece que ha decidido hacer nuestro ministro de Exteriores, señor Margallo, utilizando un método que parece que a los gibraltareños les viene escociendo como los polvos pica–pica.

Lo cierto es que, los ingleses, ya se han pasado por el fondillo de los pantalones el tratado de Utrecht en cuanto a ocupación de terrenos adicionales, como ha sido el caso de la utilización del istmo para construir un aeropuerto o el lanzar toneladas de arena en la orilla que baña territorio gibraltareño, sin que España hubiera tomado represalia alguna lo que, evidentemente, ha ido en contra de nuestros intereses y ha contribuido que el gobierno de Gibraltar haya hecho de su capa un sayo, con la prepotencia que siempre ha venido caracterizando a los súbitos de SM la Reina. En la actualidad, el Comité de Descolonización de la ONU, tiene pendientes todavía 13 cuestiones de descolonización entre las cuales figura el contencioso España-RU por el peñón de Gibraltar. De la Declaración de Bruselas de 27 noviembre de 1.984 firmada por el Ministro socialista Morán, parece que se han cumplido todos sus extremos (incluido el de facilitar el tránsito aéreo con el peñón) salvo el punto 1.c que detallamos: “c) El establecimiento de un proceso negociador a fin de solucionar todas sus diferencias sobre Gibraltar, así como promover en beneficio mutuo la cooperación en materia económica, cultural, turística, aérea, militar y medio ambiental. Ambas Partes acuerdan que, en el marco de este proceso, serán tratadas las cuestiones de soberanía. El Gobierno británico mantendrá plenamente su compromiso de respetar los deseos de los gibraltareños tal y como establece el preámbulo de la Constitución de 1969”.

Es evidente que el Gobierno británico nunca ha tenido intención de devolvernos unas tierras que nos pertenecen y, por ello, se viene valiendo de la excusa de que los gibraltareños se han mostrado contrarios a ser convertidos en ciudadanos españoles. Un territorio de 6’8 k2, superpoblado, que ha alcanzado casi 30.000 habitantes sin que, en él, existan industrias importantes, ni que los miles de sociedades en él registradas ( se dice que hay 3 por cada habitante) tengan otra actividad que servir para blanquear dinero y evitar el pago de impuestos en España; nos parece poca materia probatoria para que, el RU, pueda alardear de la afección de semejante colonia de contrabandistas, defraudadores, traficantes de drogas, evasores de impuestos y demás personajes atrabiliarios que pululan por una tierra yerma, acompañados por unos pocos soldados ingleses y una policía que pretende imitar a sus homólogos de la City.

Por fin, después de años de hincar la rodilla ante los ingleses, parece que les hemos encontrado su talón de Aquiles; la piedra en el zapato que les hace cojear a pesar de su evidente superioridad en materia de armamento. Lo que ocurre es que, por muchas demostraciones de fuerza que pretendan hacer, ellos saben que, una acción armada en España, es algo que no pueden hacer sin exponerse a hacer tambalear a Europa y a su moneda el euro. Es inimaginable que, en una UE, dos de sus países más importantes llegaran a utilizar las armas para solucionar sus contenciosos, sin embargo a Bruselas, a pesar de que la presión inglesa pueda ser mayor que la ejercida por España, les va a resultar muy difícil condenar que nuestro país se defienda del tráfico de estupefacientes, contrabando de tabaco y otras materias; y que, por tanto ponga los medios en la frontera para evitar el tránsito de indeseable, imponga tasas para los turistas y restrinja determinadas facilidades que, hasta ahora, sólo beneficiaban a los llanitos sin contraprestación alguna para España.

Se trata de no apocarse, de resistir y mantener firme nuestra postura, avalada por la razón y motivada por los continuos intentos de los residentes de la colonia, destinados a obstaculizar, por medios ilegales, el ejercicio de nuestros derechos sobre nuestras aguas territoriales que, los ingleses, contraviniendo las cláusulas del tratado de Utrecht, ejerciendo el “derecho” de la piratería, nos impiden ejercer. Nuestras autoridades tienen la obligación de usar, con inteligencia, esta ventaja que nos ha proporcionado el ejercicio de las medidas para poner orden en nuestras fronteras, hacer pagar impuestos a los gibraltareños que disfrutan de viviendas en España e impedir que la colonia inglesa sea un foco de delincuencia, contrabando y tráfico de drogas. O así es, señores, como, un ciudadano de a pie, piensa que se debe actuar.


¡Ay, Gibraltar, Gibraltar!, tan pequeña y tan mandona

“Lo único que quita el miedo es el peligro auténtico”, Alain Emmile Chartier
Miguel Massanet
miércoles, 14 de agosto de 2013, 08:06 h (CET)
Estos días en los que, por primera vez en muchos años, se han sacado a la luz, sin tapujos, las artimañas de los habitantes de este peñón hueco, poblado de monos de diversas especies y de contrabandistas, al estilo de los bucaneros y corsarios ingleses que servían, fielmente, a Su Majestad la reina de Inglaterra. Isabel I, en su “noble” tarea de robar el oro que las naves españolas traían de América; también hemos visto, con un cierto placer no podemos negarlo, como los flemáticos ingleses han torcido el bigote y han dado muestras de sentirse incómodos, molestos, sorprendidos y, evidentemente preocupados, a causa de una de las cacicadas del señor primer ministro de la Roca, señor Fabián Picardo, que ha dado lugar a que unos “atrevidos” españoles hayan reaccionado con firmeza ante otro de los múltiples intentos de los súbitos de SM la Reina de ensanchar un poco más su espacio lindante al peñón, mediante sucias maniobras en el mar territorial de España, inutilizando, con aviesas intenciones, los caladeros de mariscos de los que viven muchos pescadores de las ciudades españolas de la bahía de Algeciras. ¿Tenía necesidad el señor Picardo de echar bloques de cemento al mar? Evidentemente que no, como tampoco impedir la libre pesca de nuestros barcos en los caladeros de nuestras aguas territoriales, como lo vienen haciendo desde hace años con toda impunidad Pero, al parecer, su misión es incordiar y lo hace.

Claro que aquí, en España, siempre los hay, especialmente entre el gremio del periodismo de izquierdas que, hoy por hoy, son los más numerosos, que encuentran motivos para criticar la firmeza del señor Margallo e insisten en que lo mejor es dejar que nos sigan dando en la cresta, porque, de no transigir, pudiera ocurrir que los ingleses que nos visitan de turismo se enfadaran y dejaran de venir o que, a los de la City, se les subiera el pavo y pensaran en darnos un azote. Allá ellos. Siempre la excusa para no actuar, para dejarnos humillar cada vez que a los llanitos les da la gana y para que, el Peñón, se haya convertido en un semillero de contrabandistas, de sociedades tapadera y el mayor centro de distribución de la droga de toda Europa, viene de aquellos cobardes, antipatriotas y políticos interesados en aprovechar la menor ocasión para debilitar al Gobierno y, de paso, desestabilizar al país, con lo que esperan conseguir hacerse con el poder, algo que no han logrado hasta ahora a través de las urnas.

Las excusas que, el señor Pérez Rubalcaba, en el 2009, pidió a causa de la entrada de dos guardias civiles armados en la Roca, persiguiendo a dos presuntos traficantes; las negociaciones del señor Moratinos, visitando oficialmente la Roca y firmando el llamado pacto de Córdoba, reconociendo, de hecho, al gobierno de Gibraltar, así como las demás claudicaciones de nuestras autoridades, obligando a la Guardia Civil a evitar encontronazos con las patrulleras inglesas que acosaban a nuestros pesqueros; durante los gobiernos de Rodríguez Zapatero, que utilizaba su clásica táctica de ir tapando agujeros en lugar de solucionar de raíz la causa de que se produjeran, algo que, por primera vez, parece que ha decidido hacer nuestro ministro de Exteriores, señor Margallo, utilizando un método que parece que a los gibraltareños les viene escociendo como los polvos pica–pica.

Lo cierto es que, los ingleses, ya se han pasado por el fondillo de los pantalones el tratado de Utrecht en cuanto a ocupación de terrenos adicionales, como ha sido el caso de la utilización del istmo para construir un aeropuerto o el lanzar toneladas de arena en la orilla que baña territorio gibraltareño, sin que España hubiera tomado represalia alguna lo que, evidentemente, ha ido en contra de nuestros intereses y ha contribuido que el gobierno de Gibraltar haya hecho de su capa un sayo, con la prepotencia que siempre ha venido caracterizando a los súbitos de SM la Reina. En la actualidad, el Comité de Descolonización de la ONU, tiene pendientes todavía 13 cuestiones de descolonización entre las cuales figura el contencioso España-RU por el peñón de Gibraltar. De la Declaración de Bruselas de 27 noviembre de 1.984 firmada por el Ministro socialista Morán, parece que se han cumplido todos sus extremos (incluido el de facilitar el tránsito aéreo con el peñón) salvo el punto 1.c que detallamos: “c) El establecimiento de un proceso negociador a fin de solucionar todas sus diferencias sobre Gibraltar, así como promover en beneficio mutuo la cooperación en materia económica, cultural, turística, aérea, militar y medio ambiental. Ambas Partes acuerdan que, en el marco de este proceso, serán tratadas las cuestiones de soberanía. El Gobierno británico mantendrá plenamente su compromiso de respetar los deseos de los gibraltareños tal y como establece el preámbulo de la Constitución de 1969”.

Es evidente que el Gobierno británico nunca ha tenido intención de devolvernos unas tierras que nos pertenecen y, por ello, se viene valiendo de la excusa de que los gibraltareños se han mostrado contrarios a ser convertidos en ciudadanos españoles. Un territorio de 6’8 k2, superpoblado, que ha alcanzado casi 30.000 habitantes sin que, en él, existan industrias importantes, ni que los miles de sociedades en él registradas ( se dice que hay 3 por cada habitante) tengan otra actividad que servir para blanquear dinero y evitar el pago de impuestos en España; nos parece poca materia probatoria para que, el RU, pueda alardear de la afección de semejante colonia de contrabandistas, defraudadores, traficantes de drogas, evasores de impuestos y demás personajes atrabiliarios que pululan por una tierra yerma, acompañados por unos pocos soldados ingleses y una policía que pretende imitar a sus homólogos de la City.

Por fin, después de años de hincar la rodilla ante los ingleses, parece que les hemos encontrado su talón de Aquiles; la piedra en el zapato que les hace cojear a pesar de su evidente superioridad en materia de armamento. Lo que ocurre es que, por muchas demostraciones de fuerza que pretendan hacer, ellos saben que, una acción armada en España, es algo que no pueden hacer sin exponerse a hacer tambalear a Europa y a su moneda el euro. Es inimaginable que, en una UE, dos de sus países más importantes llegaran a utilizar las armas para solucionar sus contenciosos, sin embargo a Bruselas, a pesar de que la presión inglesa pueda ser mayor que la ejercida por España, les va a resultar muy difícil condenar que nuestro país se defienda del tráfico de estupefacientes, contrabando de tabaco y otras materias; y que, por tanto ponga los medios en la frontera para evitar el tránsito de indeseable, imponga tasas para los turistas y restrinja determinadas facilidades que, hasta ahora, sólo beneficiaban a los llanitos sin contraprestación alguna para España.

Se trata de no apocarse, de resistir y mantener firme nuestra postura, avalada por la razón y motivada por los continuos intentos de los residentes de la colonia, destinados a obstaculizar, por medios ilegales, el ejercicio de nuestros derechos sobre nuestras aguas territoriales que, los ingleses, contraviniendo las cláusulas del tratado de Utrecht, ejerciendo el “derecho” de la piratería, nos impiden ejercer. Nuestras autoridades tienen la obligación de usar, con inteligencia, esta ventaja que nos ha proporcionado el ejercicio de las medidas para poner orden en nuestras fronteras, hacer pagar impuestos a los gibraltareños que disfrutan de viviendas en España e impedir que la colonia inglesa sea un foco de delincuencia, contrabando y tráfico de drogas. O así es, señores, como, un ciudadano de a pie, piensa que se debe actuar.


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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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