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Etiquetas | Crónica II Festival de Sitges
La programación abarca desde el terror hasta la ciencia ficción pasando por el documental

Eclecticismo fantástico: de Lo imposible a Mi loco Erasmus

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Uno de los logros del Festival de Sitges a lo largo de los años es haber convertido un festival asociado principalmente al cine de terror, en una plataforma del cine fantástico en toda su extensión, incluso más allá de su propio territorio. A día de hoy, la programación de Sitges abarca, además del terror con sus diversos subgéneros, la ciencia ficción, cierto sector del cine autoral y, últimamente, también el documental, el falso documental y otras propuestas que muy bien podríamos encontrar en otro tipo de festivales de no ficción. Sitges las acoge en el área de sus difusas fronteras, proponiendo aportes a la noción contemporánea del fantástico en ocasiones significativos, en ocasiones rocambolescos, e incluso, deslizándose más allá de su propio marco para dialogar con el más amplio de la propia historia del cine.

Todo ello se explica mejor si analizamos las películas que esta colaboradora ha podido ver en los últimos días: la tan esperada Lo Imposible (J. A. Bayona), la aún desconocida y bizarra Mi loco Erasmus (Carlo Padial) o la documental Method to the Madness of Jerry Lewis (Gregg Barson), además de Robot & Frank (Jake Schreier) y 10+10 (varios autores), entre otras. Programadas en la Sección Oficial, Nuevas Visiones y 7 Chances, las obras abarcan el espectro que va de lo mainstream a lo formalmente inconformista, pasando por lo casi amateur.


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Lo Imposible, la película que J. A. Bayona firma cinco años después de El Orfanato (2007), llegaba a la sala del Auditorio Melià elevada por la efervescencia de los espectadores y escrutada por el ojo de la crítica, que recuerda cómo El Orfanato reventó la taquilla española en su estreno. Pues bien, es muy posible que Lo Imposible vuelva a hacerlo, dentro y fuera de nuestras fronteras, pues se trata de un film diseñado para emocionar, desarmar, eclipsar y finalmente arrasar al espectador con su mezcla de crudeza sensorial y sensiblería musical, con su factura deslumbrante y su escaso pudor sentimental, con su efectismo de alto voltaje amparado en una historia real, que si bien parece ser que es fiel a la historia original, ha sido reconstruida, remirada y finalmente representada por un director que convierte esas vivencias concretas de lucha, dolor y humanidad, en un garnito más de la vasta arena del mito del héroe americano –a pesar de que la familia real es española-. Una oportunidad perdida para hacer una película iluminadora sobre un acontecimiento verdaderamente terrorífico: el tsunami de 2004 en el océano Índico. Realidad que, como la de tantos otros acontecimientos dramáticos contemporáneos, conocemos y construimos a través de las imágenes y los relatos que los medios nos hacen llegar, y que sucumben a una puesta en escena epatante pero distanciada y lo más inquietante, extrañamente clónica a sucesos anteriores de calibre trágico. Así, los espectadores oirán cientos de veces las cifras de muertos, verán como en un loop incesante la ola –en este caso- arrasando las costas de Indonesia y atenderán a testimonios relevantes de la catástrofe, sin que ello supere la atención de los cinco minutos del telediario, los veinte del periódico o el errático tiempo de la búsqueda desmembrada en internet, en la mayoría de los casos. Ver una película sobre el tsunami, aunque se trate de Lo Imposible, supone una inmersión cualitativamente distinta, una observación desde dentro que redimensiona la tragedia a través de lo más pequeño e interior, de lo humano y emocional. Resulta necesario volver a ver para poder mirar y comprender, y por ello Lo Imposible apuntaba en la dirección correcta, aunque su arma fílmica está cargada con la munición equivocada, que dispara primero al estómago, sin preguntar y de repente, y se olvida del corazón más sutil de quienes miran, de su mente más preparada para recibir la verdad –alguna de ellas- de forma igualmente contundente pero más compleja.

Dejando atrás Lo Imposible, e intentando no utilizar la palabra tsunami para otras metáforas fílmicas en este artículo, vale la pena abordar una obra situada en las antípodas de esta película: Mi loco Erasmus. Con la voluntad de construirla “no como una película sino como otra cosa distinta, nueva”, según su equipo, Mi loco Erasmus es una ficción de apariencia documental sobre el proceso creativo y sobre una generación de cineastas en donde el “yo me lo guiso, yo me lo como” causa la prolongación in eternis de ciertos proyectos, en medio de un magma de inspiración, fe y autoengaño. El ligero poso pretencioso de la película queda decentemente neutralizado por un humor bizarro de ascendente absurdo y posmoderno, que convierte el film en un híbrido entre el delirio freak y la exposición –real o aparentemente- desesperada. Nada nuevo, eso sí, pero aderezado con algunos ingredientes poco saboreados que provocan una nueva vuelta de tuerca en el falso documental o en el documental dentro del documental…



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Otro documental exhibido en la sección Nuevas Visiones, ha sido Method to Madness of Jerry Lewis, un confeso homenaje a este rey de la comedia en principio alejado del fantástico pero no del delirio, el desconcierto y la locura que caracterizan varias de las producciones que anualmente degustamos en Sitges. Actor y director, Jerry Lewis ejemplifica el carisma que es necesario para dedicarse al entertainment en Hollywood, mientras que el film ahonda en su sensibilidad y su legado, entrevistando a grandes figuras del cine y la comedia americana contemporánea, eso sí, sin atisbo de crítica: este film lo firma un devoto.

7 Chances, la sección que programa siete títulos elegidos por diversos críticos reconocidos, nos proponía en esta edición 10 + 10, una película de veinte cortos de cinco minutos cada uno, filmados por, según reza el reclamo, los veinte directores taiwaneses más representativos del momento, incluído Hou Hsiao-hien. Los cortos abarcan formalmente diversos géneros, estilos y técnicas pero sólo cinco o seis de ellos demuestran una calidad relevante para tenerlos en cuenta. El resto, muchos de ellos bastante pobres en argumento y puesta en escena, lo que hacen es recordarnos aquello verdaderamente difícil, y que tan bien demuestra Hou Hsiao-hien en su trabajo: la dificultad de hacerlo fácil, de filmar con sencillez y buen gusto.

Cierra esta crónica Robot & Frank, película de Sección Oficial que aúna ciencia ficción, drama con protagonista mayor e historia de ladrones. La combinación es moderada y de buen sabor, aunque se queda lejos de despuntar dentro de su territorio. Supone, eso sí, una aproximación a la vejez, el Alzheimer y la soledad de los mayores en un género poco utilizado para ello, que le proporciona cierto aire visionario, mientras que el humor sarcástico y amable que maneja –perfectamente capturado por Frank Langella, su magnífico actor- intentan distanciarla de films “maravillosistas” sobre la vejez, edad que parece atrapada fílmicamente entre comedias, dramas y tragedias con abuelos graciosos o cascarrabias, que parecen querernos hacer más digerible la desnudez emocional del último tramo de la vida, tan oscuro para muchos ancianos hoy.

Eclecticismo fantástico: de Lo imposible a Mi loco Erasmus

La programación abarca desde el terror hasta la ciencia ficción pasando por el documental
Ana Rodríguez
jueves, 11 de octubre de 2012, 07:00 h (CET)
Uno de los logros del Festival de Sitges a lo largo de los años es haber convertido un festival asociado principalmente al cine de terror, en una plataforma del cine fantástico en toda su extensión, incluso más allá de su propio territorio. A día de hoy, la programación de Sitges abarca, además del terror con sus diversos subgéneros, la ciencia ficción, cierto sector del cine autoral y, últimamente, también el documental, el falso documental y otras propuestas que muy bien podríamos encontrar en otro tipo de festivales de no ficción. Sitges las acoge en el área de sus difusas fronteras, proponiendo aportes a la noción contemporánea del fantástico en ocasiones significativos, en ocasiones rocambolescos, e incluso, deslizándose más allá de su propio marco para dialogar con el más amplio de la propia historia del cine.

Todo ello se explica mejor si analizamos las películas que esta colaboradora ha podido ver en los últimos días: la tan esperada Lo Imposible (J. A. Bayona), la aún desconocida y bizarra Mi loco Erasmus (Carlo Padial) o la documental Method to the Madness of Jerry Lewis (Gregg Barson), además de Robot & Frank (Jake Schreier) y 10+10 (varios autores), entre otras. Programadas en la Sección Oficial, Nuevas Visiones y 7 Chances, las obras abarcan el espectro que va de lo mainstream a lo formalmente inconformista, pasando por lo casi amateur.


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Lo Imposible, la película que J. A. Bayona firma cinco años después de El Orfanato (2007), llegaba a la sala del Auditorio Melià elevada por la efervescencia de los espectadores y escrutada por el ojo de la crítica, que recuerda cómo El Orfanato reventó la taquilla española en su estreno. Pues bien, es muy posible que Lo Imposible vuelva a hacerlo, dentro y fuera de nuestras fronteras, pues se trata de un film diseñado para emocionar, desarmar, eclipsar y finalmente arrasar al espectador con su mezcla de crudeza sensorial y sensiblería musical, con su factura deslumbrante y su escaso pudor sentimental, con su efectismo de alto voltaje amparado en una historia real, que si bien parece ser que es fiel a la historia original, ha sido reconstruida, remirada y finalmente representada por un director que convierte esas vivencias concretas de lucha, dolor y humanidad, en un garnito más de la vasta arena del mito del héroe americano –a pesar de que la familia real es española-. Una oportunidad perdida para hacer una película iluminadora sobre un acontecimiento verdaderamente terrorífico: el tsunami de 2004 en el océano Índico. Realidad que, como la de tantos otros acontecimientos dramáticos contemporáneos, conocemos y construimos a través de las imágenes y los relatos que los medios nos hacen llegar, y que sucumben a una puesta en escena epatante pero distanciada y lo más inquietante, extrañamente clónica a sucesos anteriores de calibre trágico. Así, los espectadores oirán cientos de veces las cifras de muertos, verán como en un loop incesante la ola –en este caso- arrasando las costas de Indonesia y atenderán a testimonios relevantes de la catástrofe, sin que ello supere la atención de los cinco minutos del telediario, los veinte del periódico o el errático tiempo de la búsqueda desmembrada en internet, en la mayoría de los casos. Ver una película sobre el tsunami, aunque se trate de Lo Imposible, supone una inmersión cualitativamente distinta, una observación desde dentro que redimensiona la tragedia a través de lo más pequeño e interior, de lo humano y emocional. Resulta necesario volver a ver para poder mirar y comprender, y por ello Lo Imposible apuntaba en la dirección correcta, aunque su arma fílmica está cargada con la munición equivocada, que dispara primero al estómago, sin preguntar y de repente, y se olvida del corazón más sutil de quienes miran, de su mente más preparada para recibir la verdad –alguna de ellas- de forma igualmente contundente pero más compleja.

Dejando atrás Lo Imposible, e intentando no utilizar la palabra tsunami para otras metáforas fílmicas en este artículo, vale la pena abordar una obra situada en las antípodas de esta película: Mi loco Erasmus. Con la voluntad de construirla “no como una película sino como otra cosa distinta, nueva”, según su equipo, Mi loco Erasmus es una ficción de apariencia documental sobre el proceso creativo y sobre una generación de cineastas en donde el “yo me lo guiso, yo me lo como” causa la prolongación in eternis de ciertos proyectos, en medio de un magma de inspiración, fe y autoengaño. El ligero poso pretencioso de la película queda decentemente neutralizado por un humor bizarro de ascendente absurdo y posmoderno, que convierte el film en un híbrido entre el delirio freak y la exposición –real o aparentemente- desesperada. Nada nuevo, eso sí, pero aderezado con algunos ingredientes poco saboreados que provocan una nueva vuelta de tuerca en el falso documental o en el documental dentro del documental…



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Otro documental exhibido en la sección Nuevas Visiones, ha sido Method to Madness of Jerry Lewis, un confeso homenaje a este rey de la comedia en principio alejado del fantástico pero no del delirio, el desconcierto y la locura que caracterizan varias de las producciones que anualmente degustamos en Sitges. Actor y director, Jerry Lewis ejemplifica el carisma que es necesario para dedicarse al entertainment en Hollywood, mientras que el film ahonda en su sensibilidad y su legado, entrevistando a grandes figuras del cine y la comedia americana contemporánea, eso sí, sin atisbo de crítica: este film lo firma un devoto.

7 Chances, la sección que programa siete títulos elegidos por diversos críticos reconocidos, nos proponía en esta edición 10 + 10, una película de veinte cortos de cinco minutos cada uno, filmados por, según reza el reclamo, los veinte directores taiwaneses más representativos del momento, incluído Hou Hsiao-hien. Los cortos abarcan formalmente diversos géneros, estilos y técnicas pero sólo cinco o seis de ellos demuestran una calidad relevante para tenerlos en cuenta. El resto, muchos de ellos bastante pobres en argumento y puesta en escena, lo que hacen es recordarnos aquello verdaderamente difícil, y que tan bien demuestra Hou Hsiao-hien en su trabajo: la dificultad de hacerlo fácil, de filmar con sencillez y buen gusto.

Cierra esta crónica Robot & Frank, película de Sección Oficial que aúna ciencia ficción, drama con protagonista mayor e historia de ladrones. La combinación es moderada y de buen sabor, aunque se queda lejos de despuntar dentro de su territorio. Supone, eso sí, una aproximación a la vejez, el Alzheimer y la soledad de los mayores en un género poco utilizado para ello, que le proporciona cierto aire visionario, mientras que el humor sarcástico y amable que maneja –perfectamente capturado por Frank Langella, su magnífico actor- intentan distanciarla de films “maravillosistas” sobre la vejez, edad que parece atrapada fílmicamente entre comedias, dramas y tragedias con abuelos graciosos o cascarrabias, que parecen querernos hacer más digerible la desnudez emocional del último tramo de la vida, tan oscuro para muchos ancianos hoy.

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