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Solo la política no es una solución a corto plazo para saldar los problemas humanos que nos acucian

Democracia y globalización I

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Solo la política no es una solución a corto plazo para saldar los problemas humanos que nos acucian, en algunos casos, hasta las raíces del hambre. Y menos, con gobiernos alzados en el despotismo de una inicua dictadura. Aunque, hablando con propiedad y respeto, tampoco parece serlo la tan aplaudida y cacareada democracia. Sobre todo, cuando en tal democracia está sustenta (gobierno y oposición) por el bipartidismo. ¿Por qué? Porque en tanto el partido de turno trata de legislar -mejor o peor-, la oposición zancadillea, pone palos en las ruedas, grita desaforadamente arguyendo que nada de lo escaso que se está cambiando sirve para nada… La oposición trata entonces de derrumbar al Gobierno, en ocasiones sin siquiera contar con una base fuerte para ello, solo con la maligna y brutal intención de descalabrarlo; cuando lo justo sería dejar trabajar al partido limpiamente salido de las urnas.

Lo demás es una lamentable pérdida de tiempo y un cabreo enfermizo. Y así, en lo alto las nubes continúan manteniendo su negrura. Maniobras políticas que casi nunca nos ha llevado al primitivo proyecto iniciado. Sobre todo, la derecha, que es la que casi siempre se comporta más duramente en situaciones como esta. Crece la angustia. Y resulta doloroso que se pierdan horas, días, años enteros ensalzados en “luchas tribales”, que solo llevan a destruir un país. Que solo conduce a la paralización del progreso, a desandar caminos arrasando valores que Dios sabe cuánto tardarán luego en ponerse nuevamente en marcha. Casi no hay principios; están arruinados la mayoría.

Así analizada la situación actual que padecemos, ¿cómo puede pensarse que 2 500 años antes un nuevo sistema de gobierno fuese considerado el mejor cultivo de legitimidad política. Lo dijo John Dunn en su libro Democracia. El viaje inacabado. “Democracia es el nombre de un nuevo régimen establecido en la ciudad-estado de Atenas por las reformas políticas que el aristócrata Clístanes impuso sobre los años 508 y 507 a. de C”. El origen aristocrático de este fundador tal vez irrite a los beatos de la democracia radical, pero la historia acostumbra a desmentir sus análisis, deseos y profecías. El más elevado elogio jamás pronunciado hacia la democracia se encuentra en las palabras de la oración fúnebre por los héroes atenieses que Tucídides pone en boca de Pericles: “Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más bien somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en la sesiones privadas, mientras que según el renombre que cada uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún aspecto, es honrado en la vida pública; y no tanto por la clase social a la que pertenece como por sus méritos”.

Pero aunque se trate de tiempos pasados, el texto que acabamos de leer no tiene desperdicio. Y hay que dar siempre la bienvenida a tan loable creación. Pero, para bien o para mal, ahora somos sujetos inmersos en un mundo globalizado, demasiado globalizado diría yo. Pues, aunque la tal globalización puede tener extraordinaria importancia para unos pocos, para el resto solo produce efectos nocivos. No hay más que ver los recientes acontecimientos, acontecimientos que no podemos aplaudir de ninguna de las maneras. Ni siquiera se puede intentar, porque está sirviendo para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Cada vez más, la cola del monstruo se va adelgazando poco a poco.

Los sistemas informáticos, avanzadas armas electrónicas capaces de llegar a cualquier rincón del mundo, ya sea como comunicación, información, fuente de cultura y de entretenimiento…, pero es también un arma arrojadiza contra personas y países: algo que se puede ejecutar en un tiempo mínimo. Y ese peligro, pese a la continua y celosa vigilancia de las naciones, es del todo imposible controlar. Antes, con solo vallar la parcela se salvada el huerto. Así vivía el mundo durante muchos siglos; así hemos vividos nosotros durante muchos años. Sólo asaltados por las guerras, las malditas guerras. Y esto.

Pero recordamos que hoy estamos interconectados, por cuya razón conocemos que esta crisis tiene su origen en la Banca. Sabemos que no toda la culpa la tuvo el Banco norteamericano Lehman Brodthers, que hizo saltar todas las alarmas, han sufrido también graves complicaciones Irlanda, Islandia, Gran Breña, Grecia, Italia, Portugal, España… Y en esa interminable lista hay banqueros, políticos y empresarios imputados, muchos de ellos están ya en la cárcel. Aunque gracias, o por culpa de este bombazo de corrupción y malas mañas, hoy se está poniendo al descubierto toda la ropa sucia que unos y otros -muchos, muchísimos- tenían escondida en su particular armario, pero el pueblo continúa sufriendo la subida al abrupto monto del dolor y la miseria. Y lo mucho que nos queda.

Y acabo ya con unas palabras de Ignacio Sánchez Cámara refiriéndose al libro de Jhon Dunn: “La democracia es entendida por él como la idea de que el gobierno debe recaer en manos de personas corrientes. Ideas, por cierto, que deja algo mal parados a los demócratas que lamentan la falta de carisma en los dirigentes democráticos. Lejos de toda beatería reconoce junto al atractivo y poder las graves e insoslayables limitaciones, y que la versión representativa del Estado moderno resulta menos sencilla, atractiva, clara, honrada y seductora que la idea democrática originaria”.

Democracia y globalización I

Solo la política no es una solución a corto plazo para saldar los problemas humanos que nos acucian
Manuel Senra
lunes, 29 de julio de 2013, 17:08 h (CET)
Solo la política no es una solución a corto plazo para saldar los problemas humanos que nos acucian, en algunos casos, hasta las raíces del hambre. Y menos, con gobiernos alzados en el despotismo de una inicua dictadura. Aunque, hablando con propiedad y respeto, tampoco parece serlo la tan aplaudida y cacareada democracia. Sobre todo, cuando en tal democracia está sustenta (gobierno y oposición) por el bipartidismo. ¿Por qué? Porque en tanto el partido de turno trata de legislar -mejor o peor-, la oposición zancadillea, pone palos en las ruedas, grita desaforadamente arguyendo que nada de lo escaso que se está cambiando sirve para nada… La oposición trata entonces de derrumbar al Gobierno, en ocasiones sin siquiera contar con una base fuerte para ello, solo con la maligna y brutal intención de descalabrarlo; cuando lo justo sería dejar trabajar al partido limpiamente salido de las urnas.

Lo demás es una lamentable pérdida de tiempo y un cabreo enfermizo. Y así, en lo alto las nubes continúan manteniendo su negrura. Maniobras políticas que casi nunca nos ha llevado al primitivo proyecto iniciado. Sobre todo, la derecha, que es la que casi siempre se comporta más duramente en situaciones como esta. Crece la angustia. Y resulta doloroso que se pierdan horas, días, años enteros ensalzados en “luchas tribales”, que solo llevan a destruir un país. Que solo conduce a la paralización del progreso, a desandar caminos arrasando valores que Dios sabe cuánto tardarán luego en ponerse nuevamente en marcha. Casi no hay principios; están arruinados la mayoría.

Así analizada la situación actual que padecemos, ¿cómo puede pensarse que 2 500 años antes un nuevo sistema de gobierno fuese considerado el mejor cultivo de legitimidad política. Lo dijo John Dunn en su libro Democracia. El viaje inacabado. “Democracia es el nombre de un nuevo régimen establecido en la ciudad-estado de Atenas por las reformas políticas que el aristócrata Clístanes impuso sobre los años 508 y 507 a. de C”. El origen aristocrático de este fundador tal vez irrite a los beatos de la democracia radical, pero la historia acostumbra a desmentir sus análisis, deseos y profecías. El más elevado elogio jamás pronunciado hacia la democracia se encuentra en las palabras de la oración fúnebre por los héroes atenieses que Tucídides pone en boca de Pericles: “Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más bien somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en la sesiones privadas, mientras que según el renombre que cada uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún aspecto, es honrado en la vida pública; y no tanto por la clase social a la que pertenece como por sus méritos”.

Pero aunque se trate de tiempos pasados, el texto que acabamos de leer no tiene desperdicio. Y hay que dar siempre la bienvenida a tan loable creación. Pero, para bien o para mal, ahora somos sujetos inmersos en un mundo globalizado, demasiado globalizado diría yo. Pues, aunque la tal globalización puede tener extraordinaria importancia para unos pocos, para el resto solo produce efectos nocivos. No hay más que ver los recientes acontecimientos, acontecimientos que no podemos aplaudir de ninguna de las maneras. Ni siquiera se puede intentar, porque está sirviendo para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Cada vez más, la cola del monstruo se va adelgazando poco a poco.

Los sistemas informáticos, avanzadas armas electrónicas capaces de llegar a cualquier rincón del mundo, ya sea como comunicación, información, fuente de cultura y de entretenimiento…, pero es también un arma arrojadiza contra personas y países: algo que se puede ejecutar en un tiempo mínimo. Y ese peligro, pese a la continua y celosa vigilancia de las naciones, es del todo imposible controlar. Antes, con solo vallar la parcela se salvada el huerto. Así vivía el mundo durante muchos siglos; así hemos vividos nosotros durante muchos años. Sólo asaltados por las guerras, las malditas guerras. Y esto.

Pero recordamos que hoy estamos interconectados, por cuya razón conocemos que esta crisis tiene su origen en la Banca. Sabemos que no toda la culpa la tuvo el Banco norteamericano Lehman Brodthers, que hizo saltar todas las alarmas, han sufrido también graves complicaciones Irlanda, Islandia, Gran Breña, Grecia, Italia, Portugal, España… Y en esa interminable lista hay banqueros, políticos y empresarios imputados, muchos de ellos están ya en la cárcel. Aunque gracias, o por culpa de este bombazo de corrupción y malas mañas, hoy se está poniendo al descubierto toda la ropa sucia que unos y otros -muchos, muchísimos- tenían escondida en su particular armario, pero el pueblo continúa sufriendo la subida al abrupto monto del dolor y la miseria. Y lo mucho que nos queda.

Y acabo ya con unas palabras de Ignacio Sánchez Cámara refiriéndose al libro de Jhon Dunn: “La democracia es entendida por él como la idea de que el gobierno debe recaer en manos de personas corrientes. Ideas, por cierto, que deja algo mal parados a los demócratas que lamentan la falta de carisma en los dirigentes democráticos. Lejos de toda beatería reconoce junto al atractivo y poder las graves e insoslayables limitaciones, y que la versión representativa del Estado moderno resulta menos sencilla, atractiva, clara, honrada y seductora que la idea democrática originaria”.

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