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"Ahora todo los focos se centran en el Delta del Nilo, pero ni debemos ni podemos olvidar el delta del Níger"

Mamudo, una cruel aproximación a la tragedia nigeriana

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Situada en uno de los Golfos, -junto al Pérsico- asociados por excelencia al tráfico del oro negro, el de Guinea, se asoma el país más poblado de África y uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo: Nigeria. Siguiendo el fósil-guía común denominador del continente, hunde en buena medida sus raíces en el colonialismo europeo, que creó problemas donde no los había -pocos, la verdad-, no solucionó ninguno, aumentó los preexistentes y una descolonización mal resuelta hizo el resto.

El enorme país -supera ampliamente los 900.000 kilómetros cuadrados- fruto "de manual" del self-government británico y donde la doctrina Lugard de principios del siglo XX no se fundamentada en una emancipación de Nigeria en el futuro. Las carencias en cuanto a su organización se vieron acrecentadas desde el acceso a la independencia del país. Dictaduras sanguinarias enumeradas por repúblicas, infinidad de formaciones políticas que responden a las diversas realidades etnogeográficas (al menos se registran 250 grupos étnicos y más de 500 lenguas), guerras civiles, golpes sangrientos, envenenamientos e intentonas secesionistas cuyo máximo exponente pueda ser la que se vivió en Biafra. Huelga decir la responsabilidad de los intereses económicos extranjeros entonces, y ahora. Para los que ya tenemos una edad, aquél dantesco episodio que costó la vida a más de un millón de personas, quedará asociado a la imágen de niños desnutridos en un país devastado. Baste decír que dicho conflicto fué determinante en la fundación de la organización humanitaria Médicos sin Fronteras.

Nigeria, al igual que sus vecinos, como ya hemos apuntado, se nutre demográficamente de una variedad étnica, lingüística -el idioma de los hijos de la Gran Bretaña sirve de lengua oficial aunque cada grupo utiliza la suya como vehicular, siendo el hausa la lengua común en casi todo el Norte- que genera constantes disputas, siendo ,no obstante, el más grave el religioso. Simplificando mucho, en la República federal presidencialista que es Nigeria, se distinguen tres amplias áreas -con sus complejidades-: el Norte (los históricos califatos de Sokoto y Bornú) de mayoría musulamana. El Sur de mayoría cristiana y el Middle Belt donde donde confluyen ambas, además de sectores de la población que mantienen sus ritos animistas. Durante la IV República, y la elección del otrora reo y general Olusegun Obasanjoen, en la última década del pasado siglo y con su reelección en 2003, todo parecía apuntar al inico de la senda más o menos civil y democrática de la vida política nigeriana.

Pero la corrupción galopante, el recrudecimiento del integrismo islámico, el nulo respeto de los DDHH, los continuos crímenes de los que no se libró algún ministro, desembocaron en la elección como nuevo presidente de Nigeria en la persona de Umaru Yar`Ardua que arrasó en los comicios de la primavera de 2007. En un intento por alcanzar la concordia entre las comunidades nigerianas y evitar la división del país, entre otros difíciles propósitos, nombró vicepresidente al cristiano Goodluck E.A. Jonathan, quien ya fuera víctima de atentados fallidos antes y después de los comicios. El destino quiso que Ardua enfermase (muriendo poco después) y Jonathan asumiese el mando desde febrero de 2010.

Los graves desequilibrios socioeconómicos del país, la inestabilidad gubernamental y el terrorismo islamista ofrecen un panorama poco alentador para el presidente nigeriano, reelegido en la primavera de 2011 con el apoyo masivo de los ecuatoriales y tropicales estados meridionales de mayoría cristiana. Las protestas de los partidarios de su opositor Muhammadu Buhari, el angtiguo dictador apoyado por el norte musulmán , propiciaron un recuento. Recuento que ratificó rotundamente el resultado de Jonathan como presidente, en las que posiblemente fueran las elecciones más transparentes registradas en Nigeria. Desde entonces los enfrentamientos no han dejado de sucederse.

Las acciones violentas de la secta islamista fundada por el radical Mohammed Yusuf, Boko Haram (cuyo significado en el idioma hausa es "la educación occidental es pecado") vinculada con Al Qaeda en el Magreb, Al Shabab, y otros grupos que se mueven en Malí, no cesaron con la muerte de Yusuf en 2009. Más bien al contrario, sus herederos se han mostrado incluso más fieros que el propio Yusuf. Y la Secta (como se la conoce en el país) se mueve con facilidad por las permeables fronteras de Níger, el Lago Chad o el Camerún . Los incontables secuestros de extranjeros son muestra palpable de todo ello.

Numerosas organizaciones humanitarias vienen denunciando e informando sobre la alarmante situación que vive el país africano. Informes que ya el verano pasado advertían sobre la posibilidad de una guerra confesional cuyo epicentro se encuentra en el Middle Belt, la denominada "línea de tensión religiosa geográfica", atizadas por las sempiternas rivalidades entre agricultores cristianos y ganaderos musulmanes. Todo ello con el trasfondo de la profunda brecha entre los estados petroleros del sur y la miseria y falta de recursos del norte, caldo de cultivo este último para los yihadistas y su empeño en imponer la sharía en toda Nigeria. Los continuos estados de emergencia decretados por Abuya no parecen ser suficientes para contener las operaciones terrorístas, como el decretado la pasada primavera, con el despliegue de las fuerzas armadas incluída.

La amenaza sobre la integridad territorial de la ex-colonia británica cobra fuerza, en medio de la ingobernabilidad y el caos. Y todo ello pese a los llamamientos leídos el pasado día 5 de julio como los de Onumah: "Olvidémonos de la corrupción. Olvidémonos de la falta de suministro eléctrico. Olvidémonos de la falta de infraestructuras. Necesitamos una nación en la que todas estas cosas funcionen". Y finalizaba con ¡Creo que no estoy pidiendo demasiado!. Al día siguiente nos desayunamos con la espeluznante realidad. En Mamudo, localidad situada en el estado de Yode (junto con Borno y Adamawa hábitat y escenario habitual de las atrocidades de la Secta) los extremistas islámicos tirotean y queman vivos al menos a 42 estudiantes y un profesor.

La comunidad internacional tiene el deber de intervenir, no solo para controlar el negocio del petróleo y el gas. Por dignidad. Por humanidad. Si el escueto comunicado de Lady Asthon nos parece suficiente, estamos perdidos. El futuro de Nigeria, la segunda economía africana, con una ex-capital Lagos, segunda aglomeración urbana del continente, se intuye negro como sus pozos de petróleo. No se trata de alarmar, pero si los acontecimientos se precipitan pueden conducir a la desestabilización en un área de ya muy frágil equilibrio y donde confluyen múltiples intereses internacionales. Ahora todos los focos se dirigen hacia Delta el Nilo, pero no podemos ni debemos olvidar el Delta del Níger.

Mamudo, una cruel aproximación a la tragedia nigeriana

"Ahora todo los focos se centran en el Delta del Nilo, pero ni debemos ni podemos olvidar el delta del Níger"
Nicolás de Miguel
martes, 9 de julio de 2013, 08:41 h (CET)
Situada en uno de los Golfos, -junto al Pérsico- asociados por excelencia al tráfico del oro negro, el de Guinea, se asoma el país más poblado de África y uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo: Nigeria. Siguiendo el fósil-guía común denominador del continente, hunde en buena medida sus raíces en el colonialismo europeo, que creó problemas donde no los había -pocos, la verdad-, no solucionó ninguno, aumentó los preexistentes y una descolonización mal resuelta hizo el resto.

El enorme país -supera ampliamente los 900.000 kilómetros cuadrados- fruto "de manual" del self-government británico y donde la doctrina Lugard de principios del siglo XX no se fundamentada en una emancipación de Nigeria en el futuro. Las carencias en cuanto a su organización se vieron acrecentadas desde el acceso a la independencia del país. Dictaduras sanguinarias enumeradas por repúblicas, infinidad de formaciones políticas que responden a las diversas realidades etnogeográficas (al menos se registran 250 grupos étnicos y más de 500 lenguas), guerras civiles, golpes sangrientos, envenenamientos e intentonas secesionistas cuyo máximo exponente pueda ser la que se vivió en Biafra. Huelga decir la responsabilidad de los intereses económicos extranjeros entonces, y ahora. Para los que ya tenemos una edad, aquél dantesco episodio que costó la vida a más de un millón de personas, quedará asociado a la imágen de niños desnutridos en un país devastado. Baste decír que dicho conflicto fué determinante en la fundación de la organización humanitaria Médicos sin Fronteras.

Nigeria, al igual que sus vecinos, como ya hemos apuntado, se nutre demográficamente de una variedad étnica, lingüística -el idioma de los hijos de la Gran Bretaña sirve de lengua oficial aunque cada grupo utiliza la suya como vehicular, siendo el hausa la lengua común en casi todo el Norte- que genera constantes disputas, siendo ,no obstante, el más grave el religioso. Simplificando mucho, en la República federal presidencialista que es Nigeria, se distinguen tres amplias áreas -con sus complejidades-: el Norte (los históricos califatos de Sokoto y Bornú) de mayoría musulamana. El Sur de mayoría cristiana y el Middle Belt donde donde confluyen ambas, además de sectores de la población que mantienen sus ritos animistas. Durante la IV República, y la elección del otrora reo y general Olusegun Obasanjoen, en la última década del pasado siglo y con su reelección en 2003, todo parecía apuntar al inico de la senda más o menos civil y democrática de la vida política nigeriana.

Pero la corrupción galopante, el recrudecimiento del integrismo islámico, el nulo respeto de los DDHH, los continuos crímenes de los que no se libró algún ministro, desembocaron en la elección como nuevo presidente de Nigeria en la persona de Umaru Yar`Ardua que arrasó en los comicios de la primavera de 2007. En un intento por alcanzar la concordia entre las comunidades nigerianas y evitar la división del país, entre otros difíciles propósitos, nombró vicepresidente al cristiano Goodluck E.A. Jonathan, quien ya fuera víctima de atentados fallidos antes y después de los comicios. El destino quiso que Ardua enfermase (muriendo poco después) y Jonathan asumiese el mando desde febrero de 2010.

Los graves desequilibrios socioeconómicos del país, la inestabilidad gubernamental y el terrorismo islamista ofrecen un panorama poco alentador para el presidente nigeriano, reelegido en la primavera de 2011 con el apoyo masivo de los ecuatoriales y tropicales estados meridionales de mayoría cristiana. Las protestas de los partidarios de su opositor Muhammadu Buhari, el angtiguo dictador apoyado por el norte musulmán , propiciaron un recuento. Recuento que ratificó rotundamente el resultado de Jonathan como presidente, en las que posiblemente fueran las elecciones más transparentes registradas en Nigeria. Desde entonces los enfrentamientos no han dejado de sucederse.

Las acciones violentas de la secta islamista fundada por el radical Mohammed Yusuf, Boko Haram (cuyo significado en el idioma hausa es "la educación occidental es pecado") vinculada con Al Qaeda en el Magreb, Al Shabab, y otros grupos que se mueven en Malí, no cesaron con la muerte de Yusuf en 2009. Más bien al contrario, sus herederos se han mostrado incluso más fieros que el propio Yusuf. Y la Secta (como se la conoce en el país) se mueve con facilidad por las permeables fronteras de Níger, el Lago Chad o el Camerún . Los incontables secuestros de extranjeros son muestra palpable de todo ello.

Numerosas organizaciones humanitarias vienen denunciando e informando sobre la alarmante situación que vive el país africano. Informes que ya el verano pasado advertían sobre la posibilidad de una guerra confesional cuyo epicentro se encuentra en el Middle Belt, la denominada "línea de tensión religiosa geográfica", atizadas por las sempiternas rivalidades entre agricultores cristianos y ganaderos musulmanes. Todo ello con el trasfondo de la profunda brecha entre los estados petroleros del sur y la miseria y falta de recursos del norte, caldo de cultivo este último para los yihadistas y su empeño en imponer la sharía en toda Nigeria. Los continuos estados de emergencia decretados por Abuya no parecen ser suficientes para contener las operaciones terrorístas, como el decretado la pasada primavera, con el despliegue de las fuerzas armadas incluída.

La amenaza sobre la integridad territorial de la ex-colonia británica cobra fuerza, en medio de la ingobernabilidad y el caos. Y todo ello pese a los llamamientos leídos el pasado día 5 de julio como los de Onumah: "Olvidémonos de la corrupción. Olvidémonos de la falta de suministro eléctrico. Olvidémonos de la falta de infraestructuras. Necesitamos una nación en la que todas estas cosas funcionen". Y finalizaba con ¡Creo que no estoy pidiendo demasiado!. Al día siguiente nos desayunamos con la espeluznante realidad. En Mamudo, localidad situada en el estado de Yode (junto con Borno y Adamawa hábitat y escenario habitual de las atrocidades de la Secta) los extremistas islámicos tirotean y queman vivos al menos a 42 estudiantes y un profesor.

La comunidad internacional tiene el deber de intervenir, no solo para controlar el negocio del petróleo y el gas. Por dignidad. Por humanidad. Si el escueto comunicado de Lady Asthon nos parece suficiente, estamos perdidos. El futuro de Nigeria, la segunda economía africana, con una ex-capital Lagos, segunda aglomeración urbana del continente, se intuye negro como sus pozos de petróleo. No se trata de alarmar, pero si los acontecimientos se precipitan pueden conducir a la desestabilización en un área de ya muy frágil equilibrio y donde confluyen múltiples intereses internacionales. Ahora todos los focos se dirigen hacia Delta el Nilo, pero no podemos ni debemos olvidar el Delta del Níger.

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