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“La explicación del error es que hubo un error. Es la respuesta de un gobierno que sabe que no incurre en riesgo alguno menospreciando a su pueblo”

Hasta la Coronilla

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Richard Dawkins suele recordar a Fred Hoyle cuando dijo que la probabilidad de "vida originada en la Tierra" no es mayor que la posibilidad de que un huracán, girando sobre un desguace, tuviera la suerte de ensamblar un Boeing 747. Lo de la declaración de renta de la Infanta diríase que supera lo de Hoyle. Es mucho más probable que un chimpancé resuelva el teorema de Poincaré, que una docena de notarios de distintos lugares del país, sin relación alguna, se equivoquen en sus anotaciones respecto a distintos bienes inmuebles, para acabar todos ellos trasladando dichas inscripciones al DNI. 00.000.014-Z de una tal Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia.

“Estas cosas ocurren” nos dicen. La explicación del error es que hubo un error. Es la respuesta de un gobierno que sabe que no incurre en riesgo alguno menospreciando a su pueblo. Pronto llegan los reporteros a la aldea de turno y un entrañable lugareño confirma a cámara que jamás ha visto a la Infanta por allí y que él no es vecino suyo. El milagro inexplicable se consuma. ¿Qué mas queremos? ¿Es que no se abrieron las aguas del mar rojo en el Sinaí? ¿Acaso no entregó Jahvé las tablas de la Ley a Moisés? ¿Desde cuándo el español se pregunta ahora la razón de estas cosas?.

En tanto imperio católico, en tanto reflejo religioso que no ha de justificarse, España no puede pensarse; ha de realizarse. Su esencia es su existencia proclamada, porque sin fe dejaría de existir. Cada mañana los ciudadanos se desayunan entre increíbles y sonrojantes argumentos de sus dirigentes que ni buscan ser comprensibles, ni se comprenden. Cada excusa en cualquier ámbito es más bochornosa que la anterior, porque desde una realidad idealista, las deducciones siempre caben más allá de toda lógica. Mientras tanto -aseguran-, siguen trabajando en lo que realmente importa, a saber: apoyar a la Banca, más Europa neoliberal, continuar privatizando la Sanidad y la Educación, y en breve culminar más reformas que busquen como siempre reforzar los derechos de los más débiles. Todo lo están haciendo por nosotros y no nos damos cuenta.

Cuando la fiscalía comenzó a trabajar para desimputar a la hija del rey en el asunto Noos-Aizoon, el diario ABC (4/4/13) colocaba a toda página un fotomontaje del Duque de Palma de Mallorca escudándose tras la infanta Cristina; tras la égida real. No es casualidad lo de ABC. Resultaría una buena síntesis histórica desde los Reyes Católicos; la esencia misma de la Marca España: una pléyade de chorizos y saqueadores que, al socaire de un misterio cuasi monárquico que no precisa justificación, de una verdad otorgada donde nunca triunfó reforma alguna, llevan toda la vida fraguando un espejismo de país con el único interés de ver realizadas sus propias aspiraciones. Toda una manera de entender la nación, la política y la gestión de lo público, que por supuesto, a ellos pertenece.

Hasta la Coronilla

“La explicación del error es que hubo un error. Es la respuesta de un gobierno que sabe que no incurre en riesgo alguno menospreciando a su pueblo”
Alex Vidal
viernes, 28 de junio de 2013, 07:45 h (CET)
Richard Dawkins suele recordar a Fred Hoyle cuando dijo que la probabilidad de "vida originada en la Tierra" no es mayor que la posibilidad de que un huracán, girando sobre un desguace, tuviera la suerte de ensamblar un Boeing 747. Lo de la declaración de renta de la Infanta diríase que supera lo de Hoyle. Es mucho más probable que un chimpancé resuelva el teorema de Poincaré, que una docena de notarios de distintos lugares del país, sin relación alguna, se equivoquen en sus anotaciones respecto a distintos bienes inmuebles, para acabar todos ellos trasladando dichas inscripciones al DNI. 00.000.014-Z de una tal Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia.

“Estas cosas ocurren” nos dicen. La explicación del error es que hubo un error. Es la respuesta de un gobierno que sabe que no incurre en riesgo alguno menospreciando a su pueblo. Pronto llegan los reporteros a la aldea de turno y un entrañable lugareño confirma a cámara que jamás ha visto a la Infanta por allí y que él no es vecino suyo. El milagro inexplicable se consuma. ¿Qué mas queremos? ¿Es que no se abrieron las aguas del mar rojo en el Sinaí? ¿Acaso no entregó Jahvé las tablas de la Ley a Moisés? ¿Desde cuándo el español se pregunta ahora la razón de estas cosas?.

En tanto imperio católico, en tanto reflejo religioso que no ha de justificarse, España no puede pensarse; ha de realizarse. Su esencia es su existencia proclamada, porque sin fe dejaría de existir. Cada mañana los ciudadanos se desayunan entre increíbles y sonrojantes argumentos de sus dirigentes que ni buscan ser comprensibles, ni se comprenden. Cada excusa en cualquier ámbito es más bochornosa que la anterior, porque desde una realidad idealista, las deducciones siempre caben más allá de toda lógica. Mientras tanto -aseguran-, siguen trabajando en lo que realmente importa, a saber: apoyar a la Banca, más Europa neoliberal, continuar privatizando la Sanidad y la Educación, y en breve culminar más reformas que busquen como siempre reforzar los derechos de los más débiles. Todo lo están haciendo por nosotros y no nos damos cuenta.

Cuando la fiscalía comenzó a trabajar para desimputar a la hija del rey en el asunto Noos-Aizoon, el diario ABC (4/4/13) colocaba a toda página un fotomontaje del Duque de Palma de Mallorca escudándose tras la infanta Cristina; tras la égida real. No es casualidad lo de ABC. Resultaría una buena síntesis histórica desde los Reyes Católicos; la esencia misma de la Marca España: una pléyade de chorizos y saqueadores que, al socaire de un misterio cuasi monárquico que no precisa justificación, de una verdad otorgada donde nunca triunfó reforma alguna, llevan toda la vida fraguando un espejismo de país con el único interés de ver realizadas sus propias aspiraciones. Toda una manera de entender la nación, la política y la gestión de lo público, que por supuesto, a ellos pertenece.

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