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A Mas le quema en las manos la patata caliente en la que se ha convertido el desafío soberanista

Una carta para Rajoy

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De la importante reunión en el parlamento catalán de políticos y representantes de la sociedad han salido dos cosas concretas. Una, el envío de una carta a Rajoy; y otra, el encargo de un documento de consenso sobre lo tratado en esta asamblea constituyente del Pacto para el Derecho a Decidir.

Es otro gesto grandilocuente con el que el presidente Artur Mas trata de recabar apoyos y al mismo tiempo pasarles la patata caliente, que le quema en las manos, del desafió soberanista que decidió plantearle al Estado.

Tres cosas han quedado claras entorno a esta reunión del Pacto para el Derecho a Decidir. Que unos partidos no quieren saber nada del mismo -PSC, Ciutadans y PP , que no han asistido -que entre los asistentes hay diversidad de opiniones sobre el procedimiento a seguir y el objetivo final, y que predomina el criterio de que lo que se haga ha de ser por la vía del dialogo y la negociación.

Esta constatación es un paso notable para clarificar las cosas. La primera, ya sabida, es que Catalunya es plural y diversa. La segunda, que hay un anhelo muy arraigado de que se respete su personalidad como pueblo. Y la tercera, que existe un movimiento en marcha -no sólo político sino también social- para la defensa de esta personalidad.

Cuando hace ahora treinta y cinco años -marzo de 1978- declaré públicamente en el Salón de la Columna de Vic, que "Catalunya quiere la autonomía para vivir su propia personalidad" (publicado a toda plana en la portada del número inaugural del prestigioso diario El9NOU) no hacía nada más que recoger, ya entonces, este sentimiento mayoritario, que ahora se manifiesta con mayor contundencia, por una parte, y con más reticencias por otra, debido a varios factores.

La actual radicalización por un amplio sector muy activo no es garantía de éxito. El enfrentamiento, la automarginación y la diversidad de posiciones -reflejo de una sociedad cada DIA más plural- no permiten la simplificación. Por esto de un gesto tan solemne como el de la constitución del Pacto para el Derecho a Decidir, no han salido más que el encargo de un documento, que habrá de ser consensuado, y una carta al presidente Rajoy pidiéndole diálogo dentro del marco legal vigente, como se ha puesto de relieve.

El gesto de la insólita reunión puede leerse como un paso adelante en la reivindicación nacionalista, pero el reconocimiento oficial de las discrepancias evidencia que habrá que rebajar exigencias para conseguir algo importante.

Estamos entre dos posturas. La del republicano Junqueras: "Dadme 86 escaños y proclamo la independencia", y la del democristiano Duran Lleida: "todo esto va aquedar en nada".

Mientras, el president Artur Mas gesticula radicalidad al mismo tiempo que va diluyendo su envite con palabras suavizadas, y trasladando la responsabilidad a la sociedad catalana más inclinada al "seny" que a la "rauxa". ¿Qué dirá en la carta a Rajoy?.

Una carta para Rajoy

A Mas le quema en las manos la patata caliente en la que se ha convertido el desafío soberanista
Wifredo Espina
jueves, 27 de junio de 2013, 06:59 h (CET)
De la importante reunión en el parlamento catalán de políticos y representantes de la sociedad han salido dos cosas concretas. Una, el envío de una carta a Rajoy; y otra, el encargo de un documento de consenso sobre lo tratado en esta asamblea constituyente del Pacto para el Derecho a Decidir.

Es otro gesto grandilocuente con el que el presidente Artur Mas trata de recabar apoyos y al mismo tiempo pasarles la patata caliente, que le quema en las manos, del desafió soberanista que decidió plantearle al Estado.

Tres cosas han quedado claras entorno a esta reunión del Pacto para el Derecho a Decidir. Que unos partidos no quieren saber nada del mismo -PSC, Ciutadans y PP , que no han asistido -que entre los asistentes hay diversidad de opiniones sobre el procedimiento a seguir y el objetivo final, y que predomina el criterio de que lo que se haga ha de ser por la vía del dialogo y la negociación.

Esta constatación es un paso notable para clarificar las cosas. La primera, ya sabida, es que Catalunya es plural y diversa. La segunda, que hay un anhelo muy arraigado de que se respete su personalidad como pueblo. Y la tercera, que existe un movimiento en marcha -no sólo político sino también social- para la defensa de esta personalidad.

Cuando hace ahora treinta y cinco años -marzo de 1978- declaré públicamente en el Salón de la Columna de Vic, que "Catalunya quiere la autonomía para vivir su propia personalidad" (publicado a toda plana en la portada del número inaugural del prestigioso diario El9NOU) no hacía nada más que recoger, ya entonces, este sentimiento mayoritario, que ahora se manifiesta con mayor contundencia, por una parte, y con más reticencias por otra, debido a varios factores.

La actual radicalización por un amplio sector muy activo no es garantía de éxito. El enfrentamiento, la automarginación y la diversidad de posiciones -reflejo de una sociedad cada DIA más plural- no permiten la simplificación. Por esto de un gesto tan solemne como el de la constitución del Pacto para el Derecho a Decidir, no han salido más que el encargo de un documento, que habrá de ser consensuado, y una carta al presidente Rajoy pidiéndole diálogo dentro del marco legal vigente, como se ha puesto de relieve.

El gesto de la insólita reunión puede leerse como un paso adelante en la reivindicación nacionalista, pero el reconocimiento oficial de las discrepancias evidencia que habrá que rebajar exigencias para conseguir algo importante.

Estamos entre dos posturas. La del republicano Junqueras: "Dadme 86 escaños y proclamo la independencia", y la del democristiano Duran Lleida: "todo esto va aquedar en nada".

Mientras, el president Artur Mas gesticula radicalidad al mismo tiempo que va diluyendo su envite con palabras suavizadas, y trasladando la responsabilidad a la sociedad catalana más inclinada al "seny" que a la "rauxa". ¿Qué dirá en la carta a Rajoy?.

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