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“Murió tan extraña y trágicamente como había vivido, presa de un caos de palabras y pasiones sin fin…no consiguió ser grande, pero fracasó genialmente”, Dylan Thomas

Geniales fracasos

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El enigma es un ente de muchas presencias, las que realzan el desconocimiento de fondo. Dejemos aparte las innombrables, su propia condición impide las referencias. El éxito y el fracaso nos deslizan por diferentes polos enigmáticos; son provocadores de sensaciones contradictorias, equívocas con suma frecuencia. Las VALORACIONES serán ambiguas, por la misma naturaleza de los asuntos. No faltará quien hable de triunfos ante ciertos fracasos (¿Electorales? ¿Deportivos?); ni quienes, embebidos por todos los halagos sociales, tropiezan con las trampas de sus miserias, hundiéndose en sus acometidas corruptas y delictivas. El dinamismo de la balanza es permanente, detecta enseguida las direcciones cambiantes.

En las relaciones comunitarias surgen numerosas interferencias, causas y efectos de tensiones, así como de estímulos para replanteamientos de variada condición. La franca colaboración de los participantes intenta el logro de equilibrios estables. En el juego de esas presiones, la DOCILIDAD, sobre todo si va acompañada de aires crédulos y serviles, anula a un número importante de ciudadanos pusilánimes. A través de las obediencias improcedentes, confieren una prevalencia injustificada a quienes pretenden erigirse en controladores de los demás. Es un fracaso por incapacidad o renuncia, muy extendido. ¿Notamos las consecuencias?.

En ocasiones, la comentada docilidad destructiva adopta formas menos directas, disimuladas, sin aminorar por ello sus repercusiones decepcionantes. Me refiero al seguidismo de ciertos ritos sociales centrados en conductas RUTINARIAS de perfil plano, que nos llevan a preguntarnos, dónde reside el protagonismo de cada persona. Son claros los rituales en los formatos religiosos, en las parafernalias de los partidos políticos y sindicatos, o los derivados de ciertas modas y rituales ocultos. Las conductas muy reglamentadas de antemano, prescinden de la libertad creativa de los participantes, su responsabilidad queda desdibujada. Con el corolario nefasto de la pérdida de actitudes responsables, diluidas entre los rituales anómicos.

Los sentimientos son parte de la realidad genuina de las personas, nacen de los fondos interiores, son constituyentes esenciales de su vitalismo. Cuando los obstaculizamos, actuamos contra la propia naturaleza, también si tergiversamos sus expresiones. Hablando de efectos contraproducentes, traigo a colación al MIEDO, como uno de los sentimientos preocupantes experimentados en algún momento por cualquier persona. ¡Ah! Qué usted nunca lo experimentó. Permita que me reserve la opinión sobre esa contestación. Sin negar su versión positiva de alarma ante los peligros, recalco su poder paralizante que desarticula las voluntades de los amedrentados.

A la intensificación de las actitudes miedosas abocamos por dos vías principales, la DEBILITACIÓN progresiva de los criterios propios o mediante las provocaciones inducidas desde fuera. Ambos factores contribuyen a la suma de angustias y preocupaciones, con las miradas obsesivas centradas en las graves complicaciones vislumbradas. No podemos tolerar pasivamente a ninguna de las dos por que son degenerativas. Pese a todo, o quizá por ese conjunto de inconvenientes, podemos quedarnos con la falsa impresión de una carencia de recursos. Es una falsedad potenciada por las declaraciones políticas o publicaciones de quienes sacan tajada de la tenue rebelión social frente al uso indebido de los verdaderos recursos.

Achacamos a los inventos determinadas consecuencias, sobre todo las indeseadas; aunque en realidad dependen del uso, bueno o malo, que hacemos de ellos. Hay un aspecto preocupante en la utilización de INTERNET, del intercambio cibernético en general; reside en la mala relación de los usuarios con los contenidos de los textos. Las evaluaciones escolares ofrecen una buena muestra de lo dicho. Pero, también lo ratificaremos con una lectura de los comentarios habituales recogidos en las variadas páginas y en la orientación de las audiencias.

Establecemos un lenguaje BALBUCEANTE, que no presagia nada bueno a la hora de la comprensión de los conceptos. La comunicación es fragmentaria, los anónimos son la regla y la velocidad de las transmisiones es trepidante; tres resultantes, enemigas del mínimo reposo mental para una buena aprehensión de los significados. ¿De qué valdrán los debates si no comprendemos los contenidos? Somos conscientes de ese funcionamiento, estamos metidos de lleno en él; no parece que estemos concienciados de las deficiencias en cuanto a los contenidos.

A mi juicio, hemos dado por hechos necesarios a una serie de incongruencias escandalosas, que no encuentran una justificación razonada. Hemos asistido a la MULTIPLICACIÓN prodigiosa de los cargos públicos con prebendas de toda clase (Viajes, exenciones de impuestos, aforados). ¿Eran necesarios? Renuncio al contaje total. Los números son apabullantes, cientos de congresistas y senadores, miles de concejales, eurodiputados, asesores de asuntos nimios, diputados provinciales, parlamentos autonómicos; con el consiguiente acompañamiento de funcionarios para cada organización. Una estructura mastodóntica con la financiación de sus remuneraciones y las de sus proyectos pegeñados en las camarillas.

El amplio activo que comento pudiera ser bien recibido, aplaudido incluso, como muestrario de los mejores avances para la convivencia. Ahora viene lo malo, y por eso lo tildo de fracaso genial. Las incontables figuras mencionadas forman un conjunto con los basamentos embarrados y el talante prepotente de una mentalidad ALIENADA. Los costes dinerarios y culturales de tamaña organización no corresponden con un trabajo acorde con las necesidades; legislativas, control e impuestos a los emolumentos multimillonarios, excarcelaciones precoces de grandes delincuentes o regulaciones debatidas de cerca con los ciudadanos. Uno descubre que sobran muchos cargos para la cantidad y calidad de las labores desempeñadas.

Del fracaso estrepitoso a las espléndidas realizaciones, con frecuencia van trechos muy cortos, hasta el punto de que un mero detalle marque la diferencia. Ideas o pormenores al alcance de cualquiera, con la condición evidente de haberlos tenido en cuenta. El hecho de arrastrarnos por rutinas, miedos o excesos degradantes, suponen OPCIONES previas sencillas, pero equivocadas.

Entre ellas, introducimos FALSEDADES con rango de maravillas, por egoísmos y empecinamientos irreflexivos, por ignorancias; pero no es lo mismo el desconocimiento, que el no querer ver determinadas realidades. La tragedia forzosa de nuestras miserias humanas es de suficiente envergadura, no hacia falta incrementarla; pero está visto que funcionamos alejados del acuerdo.

Geniales fracasos

“Murió tan extraña y trágicamente como había vivido, presa de un caos de palabras y pasiones sin fin…no consiguió ser grande, pero fracasó genialmente”, Dylan Thomas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 14 de junio de 2013, 07:53 h (CET)
El enigma es un ente de muchas presencias, las que realzan el desconocimiento de fondo. Dejemos aparte las innombrables, su propia condición impide las referencias. El éxito y el fracaso nos deslizan por diferentes polos enigmáticos; son provocadores de sensaciones contradictorias, equívocas con suma frecuencia. Las VALORACIONES serán ambiguas, por la misma naturaleza de los asuntos. No faltará quien hable de triunfos ante ciertos fracasos (¿Electorales? ¿Deportivos?); ni quienes, embebidos por todos los halagos sociales, tropiezan con las trampas de sus miserias, hundiéndose en sus acometidas corruptas y delictivas. El dinamismo de la balanza es permanente, detecta enseguida las direcciones cambiantes.

En las relaciones comunitarias surgen numerosas interferencias, causas y efectos de tensiones, así como de estímulos para replanteamientos de variada condición. La franca colaboración de los participantes intenta el logro de equilibrios estables. En el juego de esas presiones, la DOCILIDAD, sobre todo si va acompañada de aires crédulos y serviles, anula a un número importante de ciudadanos pusilánimes. A través de las obediencias improcedentes, confieren una prevalencia injustificada a quienes pretenden erigirse en controladores de los demás. Es un fracaso por incapacidad o renuncia, muy extendido. ¿Notamos las consecuencias?.

En ocasiones, la comentada docilidad destructiva adopta formas menos directas, disimuladas, sin aminorar por ello sus repercusiones decepcionantes. Me refiero al seguidismo de ciertos ritos sociales centrados en conductas RUTINARIAS de perfil plano, que nos llevan a preguntarnos, dónde reside el protagonismo de cada persona. Son claros los rituales en los formatos religiosos, en las parafernalias de los partidos políticos y sindicatos, o los derivados de ciertas modas y rituales ocultos. Las conductas muy reglamentadas de antemano, prescinden de la libertad creativa de los participantes, su responsabilidad queda desdibujada. Con el corolario nefasto de la pérdida de actitudes responsables, diluidas entre los rituales anómicos.

Los sentimientos son parte de la realidad genuina de las personas, nacen de los fondos interiores, son constituyentes esenciales de su vitalismo. Cuando los obstaculizamos, actuamos contra la propia naturaleza, también si tergiversamos sus expresiones. Hablando de efectos contraproducentes, traigo a colación al MIEDO, como uno de los sentimientos preocupantes experimentados en algún momento por cualquier persona. ¡Ah! Qué usted nunca lo experimentó. Permita que me reserve la opinión sobre esa contestación. Sin negar su versión positiva de alarma ante los peligros, recalco su poder paralizante que desarticula las voluntades de los amedrentados.

A la intensificación de las actitudes miedosas abocamos por dos vías principales, la DEBILITACIÓN progresiva de los criterios propios o mediante las provocaciones inducidas desde fuera. Ambos factores contribuyen a la suma de angustias y preocupaciones, con las miradas obsesivas centradas en las graves complicaciones vislumbradas. No podemos tolerar pasivamente a ninguna de las dos por que son degenerativas. Pese a todo, o quizá por ese conjunto de inconvenientes, podemos quedarnos con la falsa impresión de una carencia de recursos. Es una falsedad potenciada por las declaraciones políticas o publicaciones de quienes sacan tajada de la tenue rebelión social frente al uso indebido de los verdaderos recursos.

Achacamos a los inventos determinadas consecuencias, sobre todo las indeseadas; aunque en realidad dependen del uso, bueno o malo, que hacemos de ellos. Hay un aspecto preocupante en la utilización de INTERNET, del intercambio cibernético en general; reside en la mala relación de los usuarios con los contenidos de los textos. Las evaluaciones escolares ofrecen una buena muestra de lo dicho. Pero, también lo ratificaremos con una lectura de los comentarios habituales recogidos en las variadas páginas y en la orientación de las audiencias.

Establecemos un lenguaje BALBUCEANTE, que no presagia nada bueno a la hora de la comprensión de los conceptos. La comunicación es fragmentaria, los anónimos son la regla y la velocidad de las transmisiones es trepidante; tres resultantes, enemigas del mínimo reposo mental para una buena aprehensión de los significados. ¿De qué valdrán los debates si no comprendemos los contenidos? Somos conscientes de ese funcionamiento, estamos metidos de lleno en él; no parece que estemos concienciados de las deficiencias en cuanto a los contenidos.

A mi juicio, hemos dado por hechos necesarios a una serie de incongruencias escandalosas, que no encuentran una justificación razonada. Hemos asistido a la MULTIPLICACIÓN prodigiosa de los cargos públicos con prebendas de toda clase (Viajes, exenciones de impuestos, aforados). ¿Eran necesarios? Renuncio al contaje total. Los números son apabullantes, cientos de congresistas y senadores, miles de concejales, eurodiputados, asesores de asuntos nimios, diputados provinciales, parlamentos autonómicos; con el consiguiente acompañamiento de funcionarios para cada organización. Una estructura mastodóntica con la financiación de sus remuneraciones y las de sus proyectos pegeñados en las camarillas.

El amplio activo que comento pudiera ser bien recibido, aplaudido incluso, como muestrario de los mejores avances para la convivencia. Ahora viene lo malo, y por eso lo tildo de fracaso genial. Las incontables figuras mencionadas forman un conjunto con los basamentos embarrados y el talante prepotente de una mentalidad ALIENADA. Los costes dinerarios y culturales de tamaña organización no corresponden con un trabajo acorde con las necesidades; legislativas, control e impuestos a los emolumentos multimillonarios, excarcelaciones precoces de grandes delincuentes o regulaciones debatidas de cerca con los ciudadanos. Uno descubre que sobran muchos cargos para la cantidad y calidad de las labores desempeñadas.

Del fracaso estrepitoso a las espléndidas realizaciones, con frecuencia van trechos muy cortos, hasta el punto de que un mero detalle marque la diferencia. Ideas o pormenores al alcance de cualquiera, con la condición evidente de haberlos tenido en cuenta. El hecho de arrastrarnos por rutinas, miedos o excesos degradantes, suponen OPCIONES previas sencillas, pero equivocadas.

Entre ellas, introducimos FALSEDADES con rango de maravillas, por egoísmos y empecinamientos irreflexivos, por ignorancias; pero no es lo mismo el desconocimiento, que el no querer ver determinadas realidades. La tragedia forzosa de nuestras miserias humanas es de suficiente envergadura, no hacia falta incrementarla; pero está visto que funcionamos alejados del acuerdo.

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