Todos se manifiestan. He visto hace unos días una manifestación, a mi parecer fuera de tiempo. Pedimos cuentas por todo. Hasta del mal tiempo, como decía aquel, vamos a pedir cuentas al Gobierno.
Con motivo de los “niños robados”, como no se pudo inculpar a la Hermana de la Caridad, que ya no vive, se originó la algarada correspondiente para pedir su condena. Esta monja si dijo a su tiempo, una frase que me llamó la atención, “más les valdría a algunos no saber su origen”.
Manifestaciones, pues que las haya. Calculo que se “pactarán” sus recorridos, y no estaría de más saber lo que justifica cada manifestación. No valen manifestaciones contra el Ministerio de Agricultura porque no me llegan los pimientos de Padrón. Como en todo seriedad y justificación.
Me pareció absurda la que se montó ante el Convento de la Hermana María, y la algarada se dirigió al Palacio Arzobispal en Madrid. Todo para exteriorizar, una vez más, la animadversión a la Iglesia Católica. Escribo animadversión porque la palabra odio no me cabe en la cabeza, pero si lo considero una oposición frontal a la a esta Institución a la que tantos, católicos y no católicos debemos, en esta época de tanta precariedad y siempre.
Ya puestos a manifestarnos, pues nos manifestamos por todo y contra todos, con la suelta de globitos del color que sean. Pediremos cuentas a todos y a cada uno, ya que alguna cuenta tendrán que saldar, tendremos que saldar.
Lo temible es que algún día rendiremos cuentas. Seriamente, sin algaradas.
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