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El príncipe Muñoz Molina

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Últimamente los premios más monárquicos, el Príncipe de Asturias y el Cervantes (entregado por el rey y con todo el boato regio), recaen en republicanos: Muñoz Molina y Caballero Bonald, dos andaluces que van abriendo camino por el mundo con su republicanismo declarado. Además, en ambos existen veleidades izquierdistas, lo que en estos tiempos de derecha con recortes es casi un pecado venial o incluso mortal dependiendo de quien hable. Para los del cascabel, los izquierdistas son rojos peligrosos que andan sueltos.

Todo lo cual, nos lleva a pensar si el rey y sus descendientes se están convirtiendo en unos oscuros republicanos. El tiempo lo dirá, que esto nunca se sabe tal como se están poniendo los juzgados.

No quisiera convertir este artículo en una alabanza desconsiderada hacia el paisano Muñoz Molina, que no necesita en absoluto de mis palabras encomiásticas. De estar estampando sellos en una dependencia municipal como su querido Kafka, personaje anodino de una novela de Saramago, Muñoz Molina, con la gran ayuda de Gimferrer (y acaso del lobbie granadino, tan importante en la literatura española como el catalán en los años 50-60) y gracias a su pluma ilustrada, consistente y precisa, que da limpieza y esplendor al castellano, se convirtió en poco tiempo en académico, acumuló los premios más importantes del país y ahora el reconocimiento máximo que llega de la mano de la monarquía.

Cosas veredes, amigo Sancho, porque la cosa no se va a quedar ahí. Ahora debe ser conquistado el universo, tras la conquista de Israel, y algunos de sus personajes últimos bien valen una misa nórdica.

Esto demuestra que los humildes conquistarán el reino de los cielos. Un chico de pueblo, de padres verduleros (regentaban verdulería bajo palio en el mercado de abastos de Úbeda), un hombre de Sierra Mágina, de mi misma generación y de mi misma tierra, formación y universidad ha conquistado la gloria literaria frente a los centralismos diversos. Desde luego que es un caso insólito porque en este mundillo de envidias y mezquindades lo difícil en España siempre ha sido reconocer el mérito ajeno. Al modesto Muñoz Molina, centro de iniquidades en el pasado (tuvo que dejarse la barba para que no le llamaran Macario), se le ha reconocido, como uno de los grandes escritores de lengua castellana actual. Los que conocemos la literatura de Muñoz Molina y hemos escrito y seguiremos escribiendo muchas páginas sobre ella, también hemos tenido en el pasado oportunidad de hablar de su obra como una de las más profundas y como una exaltación del buen español.

El príncipe Muñoz Molina

Francisco Morales Lomas
viernes, 7 de junio de 2013, 08:01 h (CET)
Últimamente los premios más monárquicos, el Príncipe de Asturias y el Cervantes (entregado por el rey y con todo el boato regio), recaen en republicanos: Muñoz Molina y Caballero Bonald, dos andaluces que van abriendo camino por el mundo con su republicanismo declarado. Además, en ambos existen veleidades izquierdistas, lo que en estos tiempos de derecha con recortes es casi un pecado venial o incluso mortal dependiendo de quien hable. Para los del cascabel, los izquierdistas son rojos peligrosos que andan sueltos.

Todo lo cual, nos lleva a pensar si el rey y sus descendientes se están convirtiendo en unos oscuros republicanos. El tiempo lo dirá, que esto nunca se sabe tal como se están poniendo los juzgados.

No quisiera convertir este artículo en una alabanza desconsiderada hacia el paisano Muñoz Molina, que no necesita en absoluto de mis palabras encomiásticas. De estar estampando sellos en una dependencia municipal como su querido Kafka, personaje anodino de una novela de Saramago, Muñoz Molina, con la gran ayuda de Gimferrer (y acaso del lobbie granadino, tan importante en la literatura española como el catalán en los años 50-60) y gracias a su pluma ilustrada, consistente y precisa, que da limpieza y esplendor al castellano, se convirtió en poco tiempo en académico, acumuló los premios más importantes del país y ahora el reconocimiento máximo que llega de la mano de la monarquía.

Cosas veredes, amigo Sancho, porque la cosa no se va a quedar ahí. Ahora debe ser conquistado el universo, tras la conquista de Israel, y algunos de sus personajes últimos bien valen una misa nórdica.

Esto demuestra que los humildes conquistarán el reino de los cielos. Un chico de pueblo, de padres verduleros (regentaban verdulería bajo palio en el mercado de abastos de Úbeda), un hombre de Sierra Mágina, de mi misma generación y de mi misma tierra, formación y universidad ha conquistado la gloria literaria frente a los centralismos diversos. Desde luego que es un caso insólito porque en este mundillo de envidias y mezquindades lo difícil en España siempre ha sido reconocer el mérito ajeno. Al modesto Muñoz Molina, centro de iniquidades en el pasado (tuvo que dejarse la barba para que no le llamaran Macario), se le ha reconocido, como uno de los grandes escritores de lengua castellana actual. Los que conocemos la literatura de Muñoz Molina y hemos escrito y seguiremos escribiendo muchas páginas sobre ella, también hemos tenido en el pasado oportunidad de hablar de su obra como una de las más profundas y como una exaltación del buen español.

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