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“El consenso es incompatible con la democracia. Empero, no hay democratista que no lo reivindique”

De consenso y democracia

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El acuerdo entre el gobierno del PP y la oposición del PSOE empieza a ser una realidad. Alfredo Pérez Rubalcaba, muy contestado internamente y que en privado reconoce que el PSOE tiene muy complicado remontar electoralmente, ha ofrecido “pactos de Estado”, o sea, apaños de espaldas al respetable, a Mariano Rajoy. Todo indica que el PP aceptará. Un pacto para cambiar todo un poco con el fin de que todo siga igual, es decir, las oligarquías haciendo lo que les da la gana. Todo ello mientras la clase media, verdadera salvaguarda contra los totalitarismos, sigue menguando en una España, en donde, al modo y manera del resto de la Unión Europea, se va ensanchando cada vez más la brecha entre ricos y pobres.

Entre otras cuestiones, y ello permite visualizar de qué va la cosa, el PSOE propone al PP negociar sobre Educación pese a que el ministro Wert ya ha presentado su reforma educativa. Reforma que, aún siendo un parche, va por el buen camino.

Se trata, la derecha intervencionista -años suspirando ser aceptada por la progresía- aceptará de mil amores, de no tocar un ápice el chiringuito. También se evitará modificar en demasía la rígida legislación laboral, que viene de tiempos del franquismo y sobre la cual se ha erigido todo un sistema clientelar de compra de voluntades. Ahí tienen el PER. O el sistema fiscal y tributario, guardián del Estado policial, tan típico de la socialdemocracia.

La sociedad española, después de décadas de lavado de cerebro estatista, suspira por un gran acuerdo, pensando que en él, se acuerde lo que se acuerde, está el remedio para todos nuestros males. Grave error que ya se cometió cuando se aceptaron como si fueran la panacea los famosos “pactos de la Moncloa”, esto es, el pacto de la oligarquía, el establecimiento del consenso socialdemócrata, de espaldas al pueblo. De aquellos pactos, estos lodos. Empero, parece que los españoles estuvieran dispuestos a tropezar dos veces con la misma piedra.

El consenso constituye uno de los mantras más defendidos hoy en día por los amigos de lo políticamente correcto. Sustituto del compromiso y del consenso social, el consenso político, destruye las sociedades. La voluntad de los electores queda sometida a los acuerdos alcanzados por la clase política. El gobierno se debe a la oposición y no a sus electores. Decía Ayn Rand que el consenso es el nuevo fascismo. En todo caso, es incompatible con la democracia. Empero, no hay democratista que no lo reivindique.

De consenso y democracia

“El consenso es incompatible con la democracia. Empero, no hay democratista que no lo reivindique”
Almudena Negro
lunes, 3 de junio de 2013, 09:12 h (CET)
El acuerdo entre el gobierno del PP y la oposición del PSOE empieza a ser una realidad. Alfredo Pérez Rubalcaba, muy contestado internamente y que en privado reconoce que el PSOE tiene muy complicado remontar electoralmente, ha ofrecido “pactos de Estado”, o sea, apaños de espaldas al respetable, a Mariano Rajoy. Todo indica que el PP aceptará. Un pacto para cambiar todo un poco con el fin de que todo siga igual, es decir, las oligarquías haciendo lo que les da la gana. Todo ello mientras la clase media, verdadera salvaguarda contra los totalitarismos, sigue menguando en una España, en donde, al modo y manera del resto de la Unión Europea, se va ensanchando cada vez más la brecha entre ricos y pobres.

Entre otras cuestiones, y ello permite visualizar de qué va la cosa, el PSOE propone al PP negociar sobre Educación pese a que el ministro Wert ya ha presentado su reforma educativa. Reforma que, aún siendo un parche, va por el buen camino.

Se trata, la derecha intervencionista -años suspirando ser aceptada por la progresía- aceptará de mil amores, de no tocar un ápice el chiringuito. También se evitará modificar en demasía la rígida legislación laboral, que viene de tiempos del franquismo y sobre la cual se ha erigido todo un sistema clientelar de compra de voluntades. Ahí tienen el PER. O el sistema fiscal y tributario, guardián del Estado policial, tan típico de la socialdemocracia.

La sociedad española, después de décadas de lavado de cerebro estatista, suspira por un gran acuerdo, pensando que en él, se acuerde lo que se acuerde, está el remedio para todos nuestros males. Grave error que ya se cometió cuando se aceptaron como si fueran la panacea los famosos “pactos de la Moncloa”, esto es, el pacto de la oligarquía, el establecimiento del consenso socialdemócrata, de espaldas al pueblo. De aquellos pactos, estos lodos. Empero, parece que los españoles estuvieran dispuestos a tropezar dos veces con la misma piedra.

El consenso constituye uno de los mantras más defendidos hoy en día por los amigos de lo políticamente correcto. Sustituto del compromiso y del consenso social, el consenso político, destruye las sociedades. La voluntad de los electores queda sometida a los acuerdos alcanzados por la clase política. El gobierno se debe a la oposición y no a sus electores. Decía Ayn Rand que el consenso es el nuevo fascismo. En todo caso, es incompatible con la democracia. Empero, no hay democratista que no lo reivindique.

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