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Llevamos ya demasiado tiempo con la masacre continuada del pueblo sirio

Muerte y destrucción

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Llevamos ya demasiado tiempo con la masacre continuada del pueblo sirio. La hipócrita acción de los países de la Unión Europea y Estados Unidos, están llevando a la destrucción de vidas humanas de forma masiva. Estos asesinatos selectivos, producto de la venta de armas, esa industria que tantos pingües beneficios otorga a los países fabricantes –entre ellos España-, está convirtiendo en un auténtico desierto, no solo de vidas humanas, sino de edificios pertenecientes al conjunto de la humanidad. Si miserable e incalificable es la acción asesina y criminal de los que fabrican los elementos para producir muertes de personas –además de animales y plantas-, también resulta totalmente denunciable, la destrucción de edificios relacionados con la Historia de la Humanidad, y que se pierden en la noche de los tiempos.

Hoy, con el genocidio en marcha –y sin visos de detención-, recibimos la noticia de la destrucción de la Gran Mezquita de Damasco -707 al 714 D.C.-, que fue alzada por el califa omeya al-Walid - la primera de las dinastías califales surgidas de los grupos de la tribu de Qurays, a cuyo linaje perteneció el profeta-, en el lugar donde anteriormente se encontraba la basílica de San Juan, que a su vez se levantó sobre un templo de Júpiter y éste sobre un santuario dedicado a una antigua divinidad, construido hace alrededor de tres mil años. Se trata, por tanto, de un edificio emblemático por ser uno de los centros de culto más importantes que hasta la madrugada de hoy, día sigue en activo. La nave central de la mezquita de Damasco conduce a la zona sagrada, el mihrab principal, uno de los tres que ya tenía la mezquita en la Edad Media. El aspecto actual es el resultado de una restauración posterior a la construcción original, debido a un importante incendio sufrido por la mezquita. El nicho del mihrab se cubre con una cúpula de mocárabes; las paredes presentan decoración geométrica tanto en las arquerías ciegas de la parte superior como en la inferior, mientras que en la zona de separación entre el ábside y la cúpula encontramos decoración de roleos vegetales. El arco de herradura apuntado que da acceso al mihrab muestra un habitual alfiz también con decoración geométrica, sobre el que observamos una placa con decoración epigráfica, poniendo claramente de manifiesto que el Islam renuncia a las imágenes para decorar sus lugares sagrados. Algunos especialistas consideran que la suntuosidad decorativa de esta gran Mezquita de Damasco está relacionada con el mundo bizantino, uno de los rivales políticos del Islam en el siglo VIII.

Ningún poder fue capaz de destruir y aniquilar, un monumento de tanta trascendencia para la vida espiritual y cultural de la capital del califato omeya, además de servir de centro de extensión del saber islámico –geografía, matemáticas, astronomía, geometría, medicina, botánica, gastronomía, arquitectura, pintura, música, literatura, etc.-, que influyó en la cultura de los pueblos de Occidente. Pero no solo contribuyeron a dar esplendor cultural a la vida social de los pueblos con los que se iban encontrando. También gobernaron en Al-Andalus, estableciendo un califato independiente de Damasco, con capital en Córdoba, siendo conocida como la Ciudad de los Omeyas.

¿Debemos seguir haciendo ojos ciegos a la muerte y el genocidio? ¿Podemos seguir impasibles ante la destrucción de la vida, de los pueblos y sus gentes y de las construcciones que nos legaron nuestros antepasados? No solo debemos denunciar los procesos de aniquilación proferidos contra los pueblos y culturas por determinados regímenes políticos totalitarios –los creados por el nazismo, fascismo y marxismo-, sino que debemos ponernos del lado de los que sufren las ansias estúpidas y vacías de un grupo de vándalos, que no saben utilizar la mejor de las armas: el diálogo. ¿Seremos capaces de terminar con una lacra como ésta? Permitan que lo dude, pero sigo animándoles a ello.

Muerte y destrucción

Llevamos ya demasiado tiempo con la masacre continuada del pueblo sirio
Manuel Ibañez Ferriol
miércoles, 29 de mayo de 2013, 08:16 h (CET)
Llevamos ya demasiado tiempo con la masacre continuada del pueblo sirio. La hipócrita acción de los países de la Unión Europea y Estados Unidos, están llevando a la destrucción de vidas humanas de forma masiva. Estos asesinatos selectivos, producto de la venta de armas, esa industria que tantos pingües beneficios otorga a los países fabricantes –entre ellos España-, está convirtiendo en un auténtico desierto, no solo de vidas humanas, sino de edificios pertenecientes al conjunto de la humanidad. Si miserable e incalificable es la acción asesina y criminal de los que fabrican los elementos para producir muertes de personas –además de animales y plantas-, también resulta totalmente denunciable, la destrucción de edificios relacionados con la Historia de la Humanidad, y que se pierden en la noche de los tiempos.

Hoy, con el genocidio en marcha –y sin visos de detención-, recibimos la noticia de la destrucción de la Gran Mezquita de Damasco -707 al 714 D.C.-, que fue alzada por el califa omeya al-Walid - la primera de las dinastías califales surgidas de los grupos de la tribu de Qurays, a cuyo linaje perteneció el profeta-, en el lugar donde anteriormente se encontraba la basílica de San Juan, que a su vez se levantó sobre un templo de Júpiter y éste sobre un santuario dedicado a una antigua divinidad, construido hace alrededor de tres mil años. Se trata, por tanto, de un edificio emblemático por ser uno de los centros de culto más importantes que hasta la madrugada de hoy, día sigue en activo. La nave central de la mezquita de Damasco conduce a la zona sagrada, el mihrab principal, uno de los tres que ya tenía la mezquita en la Edad Media. El aspecto actual es el resultado de una restauración posterior a la construcción original, debido a un importante incendio sufrido por la mezquita. El nicho del mihrab se cubre con una cúpula de mocárabes; las paredes presentan decoración geométrica tanto en las arquerías ciegas de la parte superior como en la inferior, mientras que en la zona de separación entre el ábside y la cúpula encontramos decoración de roleos vegetales. El arco de herradura apuntado que da acceso al mihrab muestra un habitual alfiz también con decoración geométrica, sobre el que observamos una placa con decoración epigráfica, poniendo claramente de manifiesto que el Islam renuncia a las imágenes para decorar sus lugares sagrados. Algunos especialistas consideran que la suntuosidad decorativa de esta gran Mezquita de Damasco está relacionada con el mundo bizantino, uno de los rivales políticos del Islam en el siglo VIII.

Ningún poder fue capaz de destruir y aniquilar, un monumento de tanta trascendencia para la vida espiritual y cultural de la capital del califato omeya, además de servir de centro de extensión del saber islámico –geografía, matemáticas, astronomía, geometría, medicina, botánica, gastronomía, arquitectura, pintura, música, literatura, etc.-, que influyó en la cultura de los pueblos de Occidente. Pero no solo contribuyeron a dar esplendor cultural a la vida social de los pueblos con los que se iban encontrando. También gobernaron en Al-Andalus, estableciendo un califato independiente de Damasco, con capital en Córdoba, siendo conocida como la Ciudad de los Omeyas.

¿Debemos seguir haciendo ojos ciegos a la muerte y el genocidio? ¿Podemos seguir impasibles ante la destrucción de la vida, de los pueblos y sus gentes y de las construcciones que nos legaron nuestros antepasados? No solo debemos denunciar los procesos de aniquilación proferidos contra los pueblos y culturas por determinados regímenes políticos totalitarios –los creados por el nazismo, fascismo y marxismo-, sino que debemos ponernos del lado de los que sufren las ansias estúpidas y vacías de un grupo de vándalos, que no saben utilizar la mejor de las armas: el diálogo. ¿Seremos capaces de terminar con una lacra como ésta? Permitan que lo dude, pero sigo animándoles a ello.

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