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Chirría que quienes bramaban contra Zapatero por haber congelado en 2010 los salarios públicos y las pensiones se dediquen ahora a eliminar la paga extraordinaria de Navidad, aplicar recortes indiscriminados y rebajar las pensiones de jubilación

De la reforma al recorte

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La crisis ha puesto de manifiesto que, por desgracia, en este crucial momento de nuestra historia, nos encontramos ayunos de líderes. Nuestra clase dirigente no está a la altura de las circunstancias, el pesimismo se ha instalado en el alma de los españoles y las penurias económicas del pueblo parecen no querer acabar nunca. Tenemos la cintura marcada y dolorida de tanto apretarnos el cinturón, demudada la color y dañada la autoestima. Ya no nos reconocemos ni en nuestra propia forma de vida, que nos la han cambiado abruptamente y por sorpresa. Y además, para mal. Para muy mal. Nos han alterado nuestro día a día, nuestras expectativas y hasta nuestras palabras.

Cuando en los años de la Transición Adolfo Suárez vendía su proyecto de Centro reformista, nadie lo asociaba a una involución. Antes al contrario, el reformismo era entendido como una actitud política de carácter progresista, que tenía por objeto ir cambiando poco a poco las cosas, para mejorar el nivel de vida del conjunto de la ciudadanía. Tres décadas después de aquellos ilusionantes momentos, los cambios que proponen los reformistas de hoy no son más que eufemismos, edulcorados vocablos con los que pretenden confundir y engañar a una población que está al borde del abismo.

Es entonces cuando uno se pregunta sobre la naturaleza de nuestros gobernantes, que parecen vivir aislados en el terrenal reino de la estulticia. Sorprende verlos mirar a cámara con descaro para intentar convencernos de que todo lo hacen por nuestro bien. Aunque, en realidad, cada una de sus reformas no es más que una especie de atraco a la población. Son importantes cambios dictados desde Bruselas y Berlín, y acatados aquí sin rechistar.

Las reformas son recortes y más recortes, así como la pérdida de derechos adquiridos a lo largo de los años por el conjunto de la ciudadanía. Si el reformismo aludía a algo positivo en los años de la Transición, en la actualidad hace referencia a justo lo contrario.

Llegados a este punto, me pregunto a qué obedece esta obsesión de nuestros gobernantes por disfrazar la realidad. ¿De verdad se creen que no los entendemos, que no sabemos lo que quieren decir cuando nos hablan de reformas, ajustes y crecimiento negativo? Alguien debería sacarles del error; recordarles que se dirigen a personas, unas más modestas que otras, con más o menos estudios, pero todas ellas con suficientes entendederas y memoria.

Chirría, chirría mucho que quienes ayer bramaban contra Zapatero por haber congelado en 2010 los salarios públicos y las pensiones, se dediquen ahora a eliminar la paga extraordinaria de Navidad, aplicar recortes indiscriminados, instaurar el copago y el repago sanitario, así como a rebajar las pensiones de jubilación. ¿Por qué lo que en 2010 y 2011 resultaba intolerable, en 2013 se nos presenta con toda naturalidad, corregido y aumentado?.

De la reforma al recorte

Chirría que quienes bramaban contra Zapatero por haber congelado en 2010 los salarios públicos y las pensiones se dediquen ahora a eliminar la paga extraordinaria de Navidad, aplicar recortes indiscriminados y rebajar las pensiones de jubilación
Rafa García
lunes, 27 de mayo de 2013, 08:07 h (CET)
La crisis ha puesto de manifiesto que, por desgracia, en este crucial momento de nuestra historia, nos encontramos ayunos de líderes. Nuestra clase dirigente no está a la altura de las circunstancias, el pesimismo se ha instalado en el alma de los españoles y las penurias económicas del pueblo parecen no querer acabar nunca. Tenemos la cintura marcada y dolorida de tanto apretarnos el cinturón, demudada la color y dañada la autoestima. Ya no nos reconocemos ni en nuestra propia forma de vida, que nos la han cambiado abruptamente y por sorpresa. Y además, para mal. Para muy mal. Nos han alterado nuestro día a día, nuestras expectativas y hasta nuestras palabras.

Cuando en los años de la Transición Adolfo Suárez vendía su proyecto de Centro reformista, nadie lo asociaba a una involución. Antes al contrario, el reformismo era entendido como una actitud política de carácter progresista, que tenía por objeto ir cambiando poco a poco las cosas, para mejorar el nivel de vida del conjunto de la ciudadanía. Tres décadas después de aquellos ilusionantes momentos, los cambios que proponen los reformistas de hoy no son más que eufemismos, edulcorados vocablos con los que pretenden confundir y engañar a una población que está al borde del abismo.

Es entonces cuando uno se pregunta sobre la naturaleza de nuestros gobernantes, que parecen vivir aislados en el terrenal reino de la estulticia. Sorprende verlos mirar a cámara con descaro para intentar convencernos de que todo lo hacen por nuestro bien. Aunque, en realidad, cada una de sus reformas no es más que una especie de atraco a la población. Son importantes cambios dictados desde Bruselas y Berlín, y acatados aquí sin rechistar.

Las reformas son recortes y más recortes, así como la pérdida de derechos adquiridos a lo largo de los años por el conjunto de la ciudadanía. Si el reformismo aludía a algo positivo en los años de la Transición, en la actualidad hace referencia a justo lo contrario.

Llegados a este punto, me pregunto a qué obedece esta obsesión de nuestros gobernantes por disfrazar la realidad. ¿De verdad se creen que no los entendemos, que no sabemos lo que quieren decir cuando nos hablan de reformas, ajustes y crecimiento negativo? Alguien debería sacarles del error; recordarles que se dirigen a personas, unas más modestas que otras, con más o menos estudios, pero todas ellas con suficientes entendederas y memoria.

Chirría, chirría mucho que quienes ayer bramaban contra Zapatero por haber congelado en 2010 los salarios públicos y las pensiones, se dediquen ahora a eliminar la paga extraordinaria de Navidad, aplicar recortes indiscriminados, instaurar el copago y el repago sanitario, así como a rebajar las pensiones de jubilación. ¿Por qué lo que en 2010 y 2011 resultaba intolerable, en 2013 se nos presenta con toda naturalidad, corregido y aumentado?.

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