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Etiquetas | Ley de Educación
Se está resucitando, lamentablemente, aquella nefasta dialéctica falangista de “los puños y las pistolas”

El grave error de Wert

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Es paradójico que la discusión sobre una ley de educación lleve a actitudes flagrantes de mala educación. Una norma que nace así lleva en su seno el espíritu de contradicción. No es, por tanto, nada prometedora. Y como está aún en fase de proyecto, hay tiempo para corregir el error.

Que a raíz de esta polémica el eurodiputado popular Vidal Quadras califique a los dirigentes nacionalistas catalanes de “chusma” no es precisamente educativo ni tolerable. Como no lo es que el president Artur Mas, al referirse a los miembros del gobierno del Estado, les llame despectivamente de “esta gente” y utilice, como ya empieza a ser habitual en el, un lenguaje de guerra.

Se está resucitando, lamentablemente, aquella nefasta dialéctica falangista de “los puños y las pistolas”, con una dialéctica de mutuo desprecio, ofensa y de enfrentamiento belicista, que a nada bueno puede conducir. Quienes en actitudes tan bajas e incluso verbalmente violentas caen merecerían que la opinión ciudadana y el voto de los electores les marginaran de la política. Hacen un pésimo favor a la política y a la convivencia.

La gestión del ministro Wert, en el proceso de elaboración de la nueva ley, ha sido claramente provocativo. En un tema tan sumamente importante y sensible, no se puede tener una actitud impositiva y desafiante. Son muchos los factores, puntos de vista e intereses a tener en cuenta. No hacerlo, o al menos intentarlo seriamente, provoca contestación y rechazo. Que es lo que está ocurriendo.

Tampoco puede tratarse con la frialdad y asepsia de un ensayo de laboratorio. La educación escolar no es un asunto de probeta. Ni siquiera de frió análisis sociológico, materia de la que el ministro Wert es especialista. Es algo mucho más complejo, humanístico y vital. Incluso en aquellos aspectos en que Wert pueda tener razón, que los hay, la manera de explicarlos no es la que ha utilizado. Le ha puesto más pasión y desafío que razonamiento. Y no digamos cuando se trata de materias de lenguas y de religión, que resultan explosivas.

Este, pienso, ha sido el grave error del ministro Wert: no tener en cuenta las distintas concepciones ideológicas, pedagógicas, y arraigos tradicionales y de territorio en materia educativa. Cuando la señora Cospedal dijo –inoportunamente, en este caso- que la educación ha de servir para que hacer que los jóvenes “amen a su patria”, no tuvo en cuenta que dentro del Estado español para muchos hay varias patrias, cuya convivencia dentro del mismo son compatibles. Es un error pretender “españolizarlo” o “castellanizarlo” todo. Oficialmente se está demasiado lejos de la “España plural” -invocada por el Rey- o de “la nación de naciones”-como propugnaba Maragall-, que permitirían una mejor convivencia y más fructífera.

Esta concepción -encajable en el marco consttucional y que sería una culminación federalizante del Estado autonómico- está siendo bombardeada ferozmente -y con miopía- desde el centralismo españolista y desde los nacionalismos rompedores. En esta línea están tanto destacados personajes del PP como del PSOE, por citar los dos grandes partidos, como los señores Vidal Quadras (prisionero de algún rencor) y Artur Mas (rehén voluntario de Junqueras). Hablar de “esta chusma” y de “esta gente”, como de “estamos en guerra” y “moral de victoria” es aberrante e impropio de políticos, que se descalifican a si mismos.

Entrar en esta dinámica del enfrentamiento, en lugar de agotar las vías del diálogo y ser sensible a las distintas propuestas razonables, ha sido el error de Wert. No se trata de renunciar al programa de un partido legitimado para gobernar, porque ha obtenido en las urnas una amplia mayoría absoluta en el ámbito estatal, sino de saber escuchar y atender, en lo posible, los argumentos razonables de otros representantes de la ciudadanía, especialmente si han logrado el respaldo mayoritario en sus territorios. La unidad esencial o troncal del Estado no se rompe incorporando las legítimas diversidades; se rompe cuando no se las tiene en cuenta, se las margina o se las intenta borrar como a un garabato en un cuaderno escolar.

Hay tiempo para la enmienda, en el trámite parlamentario, señor Wert. Sean razonables y no hagan, de esta ley, munición para el desafío bélico, señores Rajoy y Mas. Gobiernen con realismo y no sean insensatos.

El grave error de Wert

Se está resucitando, lamentablemente, aquella nefasta dialéctica falangista de “los puños y las pistolas”
Wifredo Espina
lunes, 20 de mayo de 2013, 11:16 h (CET)
Es paradójico que la discusión sobre una ley de educación lleve a actitudes flagrantes de mala educación. Una norma que nace así lleva en su seno el espíritu de contradicción. No es, por tanto, nada prometedora. Y como está aún en fase de proyecto, hay tiempo para corregir el error.

Que a raíz de esta polémica el eurodiputado popular Vidal Quadras califique a los dirigentes nacionalistas catalanes de “chusma” no es precisamente educativo ni tolerable. Como no lo es que el president Artur Mas, al referirse a los miembros del gobierno del Estado, les llame despectivamente de “esta gente” y utilice, como ya empieza a ser habitual en el, un lenguaje de guerra.

Se está resucitando, lamentablemente, aquella nefasta dialéctica falangista de “los puños y las pistolas”, con una dialéctica de mutuo desprecio, ofensa y de enfrentamiento belicista, que a nada bueno puede conducir. Quienes en actitudes tan bajas e incluso verbalmente violentas caen merecerían que la opinión ciudadana y el voto de los electores les marginaran de la política. Hacen un pésimo favor a la política y a la convivencia.

La gestión del ministro Wert, en el proceso de elaboración de la nueva ley, ha sido claramente provocativo. En un tema tan sumamente importante y sensible, no se puede tener una actitud impositiva y desafiante. Son muchos los factores, puntos de vista e intereses a tener en cuenta. No hacerlo, o al menos intentarlo seriamente, provoca contestación y rechazo. Que es lo que está ocurriendo.

Tampoco puede tratarse con la frialdad y asepsia de un ensayo de laboratorio. La educación escolar no es un asunto de probeta. Ni siquiera de frió análisis sociológico, materia de la que el ministro Wert es especialista. Es algo mucho más complejo, humanístico y vital. Incluso en aquellos aspectos en que Wert pueda tener razón, que los hay, la manera de explicarlos no es la que ha utilizado. Le ha puesto más pasión y desafío que razonamiento. Y no digamos cuando se trata de materias de lenguas y de religión, que resultan explosivas.

Este, pienso, ha sido el grave error del ministro Wert: no tener en cuenta las distintas concepciones ideológicas, pedagógicas, y arraigos tradicionales y de territorio en materia educativa. Cuando la señora Cospedal dijo –inoportunamente, en este caso- que la educación ha de servir para que hacer que los jóvenes “amen a su patria”, no tuvo en cuenta que dentro del Estado español para muchos hay varias patrias, cuya convivencia dentro del mismo son compatibles. Es un error pretender “españolizarlo” o “castellanizarlo” todo. Oficialmente se está demasiado lejos de la “España plural” -invocada por el Rey- o de “la nación de naciones”-como propugnaba Maragall-, que permitirían una mejor convivencia y más fructífera.

Esta concepción -encajable en el marco consttucional y que sería una culminación federalizante del Estado autonómico- está siendo bombardeada ferozmente -y con miopía- desde el centralismo españolista y desde los nacionalismos rompedores. En esta línea están tanto destacados personajes del PP como del PSOE, por citar los dos grandes partidos, como los señores Vidal Quadras (prisionero de algún rencor) y Artur Mas (rehén voluntario de Junqueras). Hablar de “esta chusma” y de “esta gente”, como de “estamos en guerra” y “moral de victoria” es aberrante e impropio de políticos, que se descalifican a si mismos.

Entrar en esta dinámica del enfrentamiento, en lugar de agotar las vías del diálogo y ser sensible a las distintas propuestas razonables, ha sido el error de Wert. No se trata de renunciar al programa de un partido legitimado para gobernar, porque ha obtenido en las urnas una amplia mayoría absoluta en el ámbito estatal, sino de saber escuchar y atender, en lo posible, los argumentos razonables de otros representantes de la ciudadanía, especialmente si han logrado el respaldo mayoritario en sus territorios. La unidad esencial o troncal del Estado no se rompe incorporando las legítimas diversidades; se rompe cuando no se las tiene en cuenta, se las margina o se las intenta borrar como a un garabato en un cuaderno escolar.

Hay tiempo para la enmienda, en el trámite parlamentario, señor Wert. Sean razonables y no hagan, de esta ley, munición para el desafío bélico, señores Rajoy y Mas. Gobiernen con realismo y no sean insensatos.

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