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“La lengua es sonora, pero tarde o temprano ha de callar: también es hija del silencio. Las palabras dicen menos de lo que queríamos expresar con ellas. Nos desorientan…” Lászlò F. Földényi. Melancolía

Nostalgias estimulantes

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Quizá la desorientación sea nuestro estado natural y el remo pieza fundamental para el mantenimiento en ruta de los navegantes. Escasean los puertos de acogida y la amplitud de los horizontes es sobrecogedora. Los conceptos e ideas son abstracciones diferentes de la concreta dinámica social. A nadie extrañará la ansiedad del pensamiento entre los esfuerzos denodados por la supervivencia. El pasado refluye mientras recorremos el presente fugaz.

Están pletóricos los perfiles en las redes sociales, para los etiquetados sirve cualquier referencia histórica o bien adobada; incluso varios perfiles son aplicados a un mismo sujeto dependiendo del foro donde se publique. No suele tratarse de explicaciones exhaustivas, comprensivas del hecho o de la persona. Más bien dibujan figuras AMPUTADAS, quién sabe de qué características, con qué intenciones, con qué conocimiento del asunto. No digamos si las configuraciones incluyen fabulaciones o falsedades sin disimulo. La inexactitud y las carencias contribuyen de manera radical a la mencionada desorientación de los que hubieran recibido semejante información. ¿Con qué repercusiones?

En plena navegación por este mundo, transitamos muy necesitados de arrimos confortables; son muchas las vicisitudes y las carencias. Echamos mano de las ideas u objetos INUSITADOS para sentirnos asistidos. Sirven los documentos, ruinas, restos, declaraciones, títulos, visitas en la página web o cualquier otro artilugio. Como realidades aisladas en diverso grado de verosimilitud se convierten en equívocos peligrosos cuando pasan a considerarse piezas básicas con rango dominador sobre el resto de las cualidades individuales o colectivas. De ese desfase utilitario se libra poca gente y escasas realidades; idioma, creencias, lugar de nacimiento, hábitos de convivencia, etc.

Una convicción nos ocupa, más aún, estamos seguros de su contenido; el amplio archivo de los registros exitenciales, pasado y presente, hace agua por múltiples rendijas. De otra manera, no se concibe su deplorable VACIAMIENTO en cuanto a los valores decisivos para la sociedad, escasean hasta sus huellas, difíciles de encontrar. Conviene plantearnos si dispuestos a buscarlas seríamos capaces de reconocerlas. No es cuestión de energía, dinamismo, ni de proclamaciones tumultuosas; con todo eso no evitamos el lamento huérfano de sabiduría. Constituiría un buen estímulo para la reacción recuperadora, aunque la misma carencia de valores cierra ese círculo del vaciamiento.

¡Qué buenos somos! Cada uno metido en su torre no tiene contrincantes comparables, las explicaciones satisfacen y las ensoñaciones ilimitadas. Quizá por esto último, situados en las alturas apreciativas, nos adentramos en las más fantasiosas aventuras personales y colectivas. Adoptamos mentalizaciones ESQUIZOIDES, disgregando cada vez más el endiosamiento poco fundamentado, de la realidad menesterosa donde nos vemos obligados a desarrollar las actividades cotidianas. El orgullo o la enajenación pugnan por unas cumbres en las cuales introducimos los innumerables defectos que también nos caracterizan. Sin la corrección del desfase los augurios serán preocupantes.


Ya no sabe uno si piensa en las carencias de los dioses, si volvemos a los griegos con un dios para cada virtud o vicio, si no hay dioses, ni que vamos a hacer con los hombres endiosados. Las TRAYECTORIAS requieren de una elaboración permanente alejadas de la línea recta perfecta. Hay un exceso de voluntarios para programarnos a través de supuestos ordenamientos lógicos. Está bien la añoranza de un orden tranquilizador, pero la utopía no debe paralizarnos en una anulación progresiva. El caos tiene reglas reguladoras subyacentes, estimulan a la búsqueda incesante sin las impertinencias injustificadas; con la conocida orientación de esmerarse en los trayectos.

De las sombras reflexionamos con matices interesantes. Esa que nos sigue a todas partes. Los ocultamientos interesados. La simple permanencia en la sombra. Ofrecen ventajas y desventajas. La fábula mostraba al grillo oculto en la sombra, envidiaba el vuelo alegre de las mariposas a plena luz; pero cuando estas fueron destruídas por los niños traviesos, valoró de otro modo la estancia en la sombra. La ambivalencia es frecuente. La nostalgia va por sectores afectados según el signo de los avatares. De ahí la relación constante de la melancolía con las PÉRDIDAS. Sin el repso en las sombras, no descansamos ni reflexionamos; sin las actuaciones permanecemos muertos en vida.

Quienes ejercen cuotas de poder, en la fruición de sus actuaciones, pocas veces perciben o demuestran conocer el despropósito avasallador de sus obras. Apagan las iniciativas vitales ajenas cuando se esperaría todo lo contrario de ellos. Sin darse cuenta, o quizá si, y esto agrandaría su estulticia, cierran el círculo. Bloquean los brotes ajenos de modo injustificado, porque desconocen sus interioridades. Estarían mejor dispuestos a bloquearse a sí mismos. La actitud ALIENISTA radical asienta en esa labor de apagafuegos sin miramientos, tan nefasta en las variadas actividades fundamentales para la sociedad. Pero son muchos años de contumacia en estas orientaciones, es un sino cruel.

Nos movemos entre lo concreto de cada momento y lo inabordable pero intuido; si ni siquiera lo intuimos, cómo considerarlo. Tanto de los recuerdos de por sí incompletos, como en las posibilidades del presente y los horizontes inexplorados; percibimos la INFINITUD circundante, enigmática y potente. Apreciada como un océano de libertades, invita a la creatividad personal participativa. Semejantes dimensiones también consiguen amilanarnos enrocados en la pequeñez propia. La puesta en marcha de la rueda existencial de los humanos flaquea por los extremos, su carácter más rumboso gira en torno del imperativo de la armonía conjugadora de las diferentes actitudes.

Como escribió William Blake, las alegrías furtivas son dulces. Disponemos de los sentidos, la inteligencia, la imaginación, contactos insustituibles con el Universo, los entornos, sensaciones y emociones. Las opciones se multiplican en afanes particulares y con limitaciones inevitables. La puesta en valor de las personas es toda una sugerencia sublime ante las actuaciones de dominios injustificados. Son las auténticas DIMENSIONES humanas, requisito esencial para cualquier proyecto comunitario, la raíz existencia por excelencia alimentadora de la búsqueda de sentido.

Nostalgias estimulantes

“La lengua es sonora, pero tarde o temprano ha de callar: también es hija del silencio. Las palabras dicen menos de lo que queríamos expresar con ellas. Nos desorientan…” Lászlò F. Földényi. Melancolía
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de septiembre de 2019, 11:10 h (CET)

Quizá la desorientación sea nuestro estado natural y el remo pieza fundamental para el mantenimiento en ruta de los navegantes. Escasean los puertos de acogida y la amplitud de los horizontes es sobrecogedora. Los conceptos e ideas son abstracciones diferentes de la concreta dinámica social. A nadie extrañará la ansiedad del pensamiento entre los esfuerzos denodados por la supervivencia. El pasado refluye mientras recorremos el presente fugaz.

Están pletóricos los perfiles en las redes sociales, para los etiquetados sirve cualquier referencia histórica o bien adobada; incluso varios perfiles son aplicados a un mismo sujeto dependiendo del foro donde se publique. No suele tratarse de explicaciones exhaustivas, comprensivas del hecho o de la persona. Más bien dibujan figuras AMPUTADAS, quién sabe de qué características, con qué intenciones, con qué conocimiento del asunto. No digamos si las configuraciones incluyen fabulaciones o falsedades sin disimulo. La inexactitud y las carencias contribuyen de manera radical a la mencionada desorientación de los que hubieran recibido semejante información. ¿Con qué repercusiones?

En plena navegación por este mundo, transitamos muy necesitados de arrimos confortables; son muchas las vicisitudes y las carencias. Echamos mano de las ideas u objetos INUSITADOS para sentirnos asistidos. Sirven los documentos, ruinas, restos, declaraciones, títulos, visitas en la página web o cualquier otro artilugio. Como realidades aisladas en diverso grado de verosimilitud se convierten en equívocos peligrosos cuando pasan a considerarse piezas básicas con rango dominador sobre el resto de las cualidades individuales o colectivas. De ese desfase utilitario se libra poca gente y escasas realidades; idioma, creencias, lugar de nacimiento, hábitos de convivencia, etc.

Una convicción nos ocupa, más aún, estamos seguros de su contenido; el amplio archivo de los registros exitenciales, pasado y presente, hace agua por múltiples rendijas. De otra manera, no se concibe su deplorable VACIAMIENTO en cuanto a los valores decisivos para la sociedad, escasean hasta sus huellas, difíciles de encontrar. Conviene plantearnos si dispuestos a buscarlas seríamos capaces de reconocerlas. No es cuestión de energía, dinamismo, ni de proclamaciones tumultuosas; con todo eso no evitamos el lamento huérfano de sabiduría. Constituiría un buen estímulo para la reacción recuperadora, aunque la misma carencia de valores cierra ese círculo del vaciamiento.

¡Qué buenos somos! Cada uno metido en su torre no tiene contrincantes comparables, las explicaciones satisfacen y las ensoñaciones ilimitadas. Quizá por esto último, situados en las alturas apreciativas, nos adentramos en las más fantasiosas aventuras personales y colectivas. Adoptamos mentalizaciones ESQUIZOIDES, disgregando cada vez más el endiosamiento poco fundamentado, de la realidad menesterosa donde nos vemos obligados a desarrollar las actividades cotidianas. El orgullo o la enajenación pugnan por unas cumbres en las cuales introducimos los innumerables defectos que también nos caracterizan. Sin la corrección del desfase los augurios serán preocupantes.


Ya no sabe uno si piensa en las carencias de los dioses, si volvemos a los griegos con un dios para cada virtud o vicio, si no hay dioses, ni que vamos a hacer con los hombres endiosados. Las TRAYECTORIAS requieren de una elaboración permanente alejadas de la línea recta perfecta. Hay un exceso de voluntarios para programarnos a través de supuestos ordenamientos lógicos. Está bien la añoranza de un orden tranquilizador, pero la utopía no debe paralizarnos en una anulación progresiva. El caos tiene reglas reguladoras subyacentes, estimulan a la búsqueda incesante sin las impertinencias injustificadas; con la conocida orientación de esmerarse en los trayectos.

De las sombras reflexionamos con matices interesantes. Esa que nos sigue a todas partes. Los ocultamientos interesados. La simple permanencia en la sombra. Ofrecen ventajas y desventajas. La fábula mostraba al grillo oculto en la sombra, envidiaba el vuelo alegre de las mariposas a plena luz; pero cuando estas fueron destruídas por los niños traviesos, valoró de otro modo la estancia en la sombra. La ambivalencia es frecuente. La nostalgia va por sectores afectados según el signo de los avatares. De ahí la relación constante de la melancolía con las PÉRDIDAS. Sin el repso en las sombras, no descansamos ni reflexionamos; sin las actuaciones permanecemos muertos en vida.

Quienes ejercen cuotas de poder, en la fruición de sus actuaciones, pocas veces perciben o demuestran conocer el despropósito avasallador de sus obras. Apagan las iniciativas vitales ajenas cuando se esperaría todo lo contrario de ellos. Sin darse cuenta, o quizá si, y esto agrandaría su estulticia, cierran el círculo. Bloquean los brotes ajenos de modo injustificado, porque desconocen sus interioridades. Estarían mejor dispuestos a bloquearse a sí mismos. La actitud ALIENISTA radical asienta en esa labor de apagafuegos sin miramientos, tan nefasta en las variadas actividades fundamentales para la sociedad. Pero son muchos años de contumacia en estas orientaciones, es un sino cruel.

Nos movemos entre lo concreto de cada momento y lo inabordable pero intuido; si ni siquiera lo intuimos, cómo considerarlo. Tanto de los recuerdos de por sí incompletos, como en las posibilidades del presente y los horizontes inexplorados; percibimos la INFINITUD circundante, enigmática y potente. Apreciada como un océano de libertades, invita a la creatividad personal participativa. Semejantes dimensiones también consiguen amilanarnos enrocados en la pequeñez propia. La puesta en marcha de la rueda existencial de los humanos flaquea por los extremos, su carácter más rumboso gira en torno del imperativo de la armonía conjugadora de las diferentes actitudes.

Como escribió William Blake, las alegrías furtivas son dulces. Disponemos de los sentidos, la inteligencia, la imaginación, contactos insustituibles con el Universo, los entornos, sensaciones y emociones. Las opciones se multiplican en afanes particulares y con limitaciones inevitables. La puesta en valor de las personas es toda una sugerencia sublime ante las actuaciones de dominios injustificados. Son las auténticas DIMENSIONES humanas, requisito esencial para cualquier proyecto comunitario, la raíz existencia por excelencia alimentadora de la búsqueda de sentido.

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