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La nobleza de ayer, es la misma que hoy trata de reconquistar su poder a través de la artificiosidad económica que suponen las crisis financieras inventadas

Neofeudalismo

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Si se trata de ver desapasionadamente el conjunto de los sucesos que nos han instalado donde estamos —la irracional aparición de la opulencia social, la eclosión de la corrupción global, los movimientos de masas dirigidas desde el Tercer al Primer Mundo, y la guinda que colma el pastel, que es la pérdida de derechos fundamentales y la desaparición de las clases medias—, no se puede sino aceptar, o sí o sí, que todo es un enrome montaje para implantar un neofeudalismo que tiene su origen en las llamadas políticas ultraliberales y en los grupos discretos-secretos que desde la sombra manipulan y dosifican los hechos.

Que un ciudadano cualquiera nace con la necesidad de trabajar para sostener a su familia, no es precisamente descubrir la cuadratura del círculo; sin embargo, de la misma que esto es fácil de comprender, también debe serlo que hay una elite que nace con tal cantidad de recursos que en absoluto deberán preocuparse por ello, no quedándoles otra que dedicar su existencia a conspirar, siquiera sea por entretener su tedio. A ellos no les satisface comprar, porque lo tienen todo desde su primera leche, ni les complace la mayoría de las cosas por las que mataría un ciudadano normal… del rebaño. Ellos no piensan como el común de los mortales ni, por supuesto, aspiran a lo mismo. Póngase en el lugar de cualquiera de estos personajes, y cuestiónese qué haría usted en su lugar para que la vida tuviera alguna clase de aliciente. De sobra es sabido que lo que complace es lo excepcional, no lo rutinario, aunque para ellos lo ordinario sea gastar fortunas en lo más absurdo. Necesitan alicientes, y controlar el mundo, es una de sus preferidas.

Póngase en su lugar, y, sabiendo que el planeta está hecho un asco y que no soporta más polución ni superpoblación, que si no se hace algo rápido la casa común se va al carajo, plantéeselo: ¿usted qué haría?… Para usted, que se ha puesto en su lugar, las personas normales no son como usted, sino una especie de… plaga, una enfermedad que está estropeando «su» medioambiente. Los mares son tóxicos, los ríos son corrientes contaminadas, ya no quedan espacios naturales vírgenes y, los que restan, están siendo deforestados de un modo tan brutal que en poco años no quedarán selvas…, y todo ello gracias a un rebaño excesivo, con demasiados derechos…y caro, muy caro.

El grupo de «Los 300 nació en vísperas del Renacimiento. Eran personas descendientes de las sangres azules pretendidamente divinas, y como quiera que guerreaban sus súbditos poniendo en peligro sus posiciones de dominio y de sus propias vidas, alcanzaron un acuerdo: sucediera lo que sucediese con sus dominios, entre sí se respetarían las vidas, los privilegios y las haciendas. Un pacto que se sostiene a día de hoy, y que cuenta con mil comités y agrupaciones, así políticas, como económicas y hasta esotéricas, que son todas las que usted conoce de sobra o puede conocer a poco que se esfuerce. Ellos, en síntesis, creen que las masas son estúpidas y deben ser dirigidas, controladas y adoctrinadas. Durante casi un milenio han progresado notablemente, y se puede afirmar que la práctica totalidad de los recursos financieros mundiales —el 90% de los recursos del planeta está en manos de menos de 100 familias— son suyos, como lo son la inmensa mayoría de las multinacionales gracias a las cuales usted bebe, come —incluso los trasgénicos—, tiene coche e incluso disfruta. Son los dueños de todo.

No voy a entrar en este artículo en la composición o los nombres de esos organismos oficiales, secretos, discretos o enmascarados como humanistas; pero sí le voy a pedir que haga ese ejercicio de ponerse en su lugar: somos demasiados, la población tiene demasiado control sobre la política y demasiados derechos individuales. Algo que en su momento les vino bien para derribar las fes, las ideologías y hasta para controlar la población, aunque ya no les es suficiente. Las fes han muerto —«Dios ha muerto», decía ya Niestche para preparar a la población sobre lo que se la venía encima—, las ideologías han desaparecido —«Sálvese quien pueda», el egocentrismo, narcisismo o individualismo ya son la conducta social natural— y solamente quedan destruir los derechos civiles para terminar con el orgullo del individuo.

Para destruir las clases medias y los derechos civiles no tienen que esforzarse demasiado, si controlan medios de difusión y gobiernos. Y los controlan. Por ejemplo, si los salarios son altos, en cuanto estos asalariados tengan que competir con quienes están dispuestos a hacer lo mismo por mucho menos —se sirven de la empatía que siente el que tiene hacia el miembro débil de su especie—, él solito rebajará sus aspiraciones… o no tendrá más remedio que hacerlo, forzado por las circunstancias. Redondo, ¿no? Pues bien, a continuación se inventa una crisis que no existe, pero que gracias a repetirla contantemente en «sus» medios de difusión creerá el rebaño que es real, y ahí tienen el argumento para subir impuestos, recortar derechos y convertir a la población en esclava, a cambio de algo tan elemental como sobrevivir, o, en el mejor de los casos, conservar unas propiedades que, tarde o temprano, también les quitarán. El objetivo está cumplido. Y como prueba de que es así y no de otra forma, le invito a que considere que en todo el mundo, los gobiernos han tomado medidas y más medidas impuestas… por la elite, que únicamente han servido para aumentar los daños, multiplicar la precariedad e instalar la desesperación en la sociedad de los gobernados.

El hambre y la pobreza, en fin. No hay medidas, sino acciones: no se pretende facilitar nada al consentir que os centros comerciales abran todos los días del año, sino liquidar al pequeño comercio; no se trata de abaratar nada privatizando los servicios públicos y sociales, sino de ponerlos en manos y bajo el control de la elite; no se trata de mejorar nada consintiendo que los grandes capitales eludan impuestos con las SICAVs, sino de hacer recaer toda la presión impositiva en los esclavos; y, entre otras no se trata de beneficiar a nadie o hacerle más libre con la legalización de las aberraciones, sino de dividir a la sociedad para que pase mejor por el tamiz de sus intereses. Es el neofeudalismo: lo que se respira, bebe, come, es, sostiene y entretiene, todo está en manos de la elite. La pequeña empresa, la independencia y la libertad individual, han muerto.

¿Por qué hacen eso los gobiernos, atacando a sus poblaciones? Fácil. Corrupción. La corrupción siempre ha existido, porque las elites se han servido de la codicia de sus «encargados» para que obraran como les convenía. Quid pro quo: tú me sirves, y te permito que te enriquezcas. Hoy, la corrupción es global. Ni usted ni nadie puede hoy hacer prácticamente nada sin pasar por la «caja» de alguien. No puede comprar ni vender, no puede obtener una licitación, ni siquiera a menudo ser intervenido quirúrgicamente si no tiene una recomendación o un amigo en el hospital. No es ya un delito de «algunos», sino una infestación social en la que cada individuo hace su guerra. Es un corrupto el que vende su casa vieja por diez veces lo que vale, el que cobra por un café en un bar por lo que cuesta medio kilo de café y el que roba folios de la oficia. Nada se puede hacer, a nada se puede aspirar si no se pasa por «caja». Si los productos de consumo costaran lo que valen, no habría hambre en el mundo; pero ello es que el precio final del producto no solamente incluye márgenes de locos para los intermediarios y los vendedores, sino también sustanciosas ganancias para los compradores. Paga Juan Pueblo. Es el neofeudalismo, que no es sino la aplicación de lo que ahora se llaman políticas ultraliberales. Cosas del mercado, sin duda.

¿Coherente?… Bueno, respóndase usted mismo. Democracia o dictadura, tanto da, porque no son más que sistemas de control de la población. Mucha democracia, pero usted no ha votado nada de lo que le interesa, ninguna ley relevante. Incluso quienes determinan los pasos a seguir con esta crisis ni siquiera son españoles, y a pesar de ello los gobernantes españoles no solamente obedecen, sino que no cumplen los programas electorales por los que fueron elegidos, y ahí los tienen. Un timo, que no se detiene aquí. Ahora, en el paso siguiente de convertir a los ciudadanos en animalitos incluso en las formas, «sus» medios de difusión están mentalizando a la población para que coman bichos —les divierte mucho a la elite esto de jugar con las vidas de los demás, así en la guerra organizada (Siria, verbigracia), como insertándonos códigos degradantes o deshumanizantes, como estos de la alimentación por bichos o el sexo aberrante, entre otras cosas—. Nos consideran no únicamente estúpidos, sino también bestias, y nos tratan en consecuencia.

¿Sigue poniéndose en su lugar y tratando de pensar como ellos?… Pues bien, ya se puede imaginar cuáles son los pasos siguientes. Puede que a usted le parezcan muy crueles y hasta inhumanas ciertas cosas, pero eso sería para quien tuviera sentimientos humanos o alguna capacidad de empatizar con sus semejantes, algo de lo que están libres los de la elite. Es más, les divierte sobremanera el sufrimiento del rebaño, entretiene su tedio, porque para ellos no somos personas, sino animales a su servicio. Ayer mismo se prohibió en «su» UE el consumo de salmón porque es tóxico, a la vez que nos mostraban «sus» televisiones que uno de esos sicópatas de los llamados «oficialmente» libertadores sirios —en realidad mercenarios de la elite— le arrancaba el hígado y el corazón a un cadáver de un soldado gubernamental sirio… y se lo comía. ¿Lo va captando?… Pues eso, váyase acostumbrando, porque entre Monsanto y las demás multinacionales, o adquiere nuevos hábitos alimentarios o será de los causen baja… definitiva. Los que sobrevivan, que serán poquitos, servirán las mesas de los señoritos neofeudales.

Neofeudalismo

La nobleza de ayer, es la misma que hoy trata de reconquistar su poder a través de la artificiosidad económica que suponen las crisis financieras inventadas
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 15 de mayo de 2013, 09:58 h (CET)
Si se trata de ver desapasionadamente el conjunto de los sucesos que nos han instalado donde estamos —la irracional aparición de la opulencia social, la eclosión de la corrupción global, los movimientos de masas dirigidas desde el Tercer al Primer Mundo, y la guinda que colma el pastel, que es la pérdida de derechos fundamentales y la desaparición de las clases medias—, no se puede sino aceptar, o sí o sí, que todo es un enrome montaje para implantar un neofeudalismo que tiene su origen en las llamadas políticas ultraliberales y en los grupos discretos-secretos que desde la sombra manipulan y dosifican los hechos.

Que un ciudadano cualquiera nace con la necesidad de trabajar para sostener a su familia, no es precisamente descubrir la cuadratura del círculo; sin embargo, de la misma que esto es fácil de comprender, también debe serlo que hay una elite que nace con tal cantidad de recursos que en absoluto deberán preocuparse por ello, no quedándoles otra que dedicar su existencia a conspirar, siquiera sea por entretener su tedio. A ellos no les satisface comprar, porque lo tienen todo desde su primera leche, ni les complace la mayoría de las cosas por las que mataría un ciudadano normal… del rebaño. Ellos no piensan como el común de los mortales ni, por supuesto, aspiran a lo mismo. Póngase en el lugar de cualquiera de estos personajes, y cuestiónese qué haría usted en su lugar para que la vida tuviera alguna clase de aliciente. De sobra es sabido que lo que complace es lo excepcional, no lo rutinario, aunque para ellos lo ordinario sea gastar fortunas en lo más absurdo. Necesitan alicientes, y controlar el mundo, es una de sus preferidas.

Póngase en su lugar, y, sabiendo que el planeta está hecho un asco y que no soporta más polución ni superpoblación, que si no se hace algo rápido la casa común se va al carajo, plantéeselo: ¿usted qué haría?… Para usted, que se ha puesto en su lugar, las personas normales no son como usted, sino una especie de… plaga, una enfermedad que está estropeando «su» medioambiente. Los mares son tóxicos, los ríos son corrientes contaminadas, ya no quedan espacios naturales vírgenes y, los que restan, están siendo deforestados de un modo tan brutal que en poco años no quedarán selvas…, y todo ello gracias a un rebaño excesivo, con demasiados derechos…y caro, muy caro.

El grupo de «Los 300 nació en vísperas del Renacimiento. Eran personas descendientes de las sangres azules pretendidamente divinas, y como quiera que guerreaban sus súbditos poniendo en peligro sus posiciones de dominio y de sus propias vidas, alcanzaron un acuerdo: sucediera lo que sucediese con sus dominios, entre sí se respetarían las vidas, los privilegios y las haciendas. Un pacto que se sostiene a día de hoy, y que cuenta con mil comités y agrupaciones, así políticas, como económicas y hasta esotéricas, que son todas las que usted conoce de sobra o puede conocer a poco que se esfuerce. Ellos, en síntesis, creen que las masas son estúpidas y deben ser dirigidas, controladas y adoctrinadas. Durante casi un milenio han progresado notablemente, y se puede afirmar que la práctica totalidad de los recursos financieros mundiales —el 90% de los recursos del planeta está en manos de menos de 100 familias— son suyos, como lo son la inmensa mayoría de las multinacionales gracias a las cuales usted bebe, come —incluso los trasgénicos—, tiene coche e incluso disfruta. Son los dueños de todo.

No voy a entrar en este artículo en la composición o los nombres de esos organismos oficiales, secretos, discretos o enmascarados como humanistas; pero sí le voy a pedir que haga ese ejercicio de ponerse en su lugar: somos demasiados, la población tiene demasiado control sobre la política y demasiados derechos individuales. Algo que en su momento les vino bien para derribar las fes, las ideologías y hasta para controlar la población, aunque ya no les es suficiente. Las fes han muerto —«Dios ha muerto», decía ya Niestche para preparar a la población sobre lo que se la venía encima—, las ideologías han desaparecido —«Sálvese quien pueda», el egocentrismo, narcisismo o individualismo ya son la conducta social natural— y solamente quedan destruir los derechos civiles para terminar con el orgullo del individuo.

Para destruir las clases medias y los derechos civiles no tienen que esforzarse demasiado, si controlan medios de difusión y gobiernos. Y los controlan. Por ejemplo, si los salarios son altos, en cuanto estos asalariados tengan que competir con quienes están dispuestos a hacer lo mismo por mucho menos —se sirven de la empatía que siente el que tiene hacia el miembro débil de su especie—, él solito rebajará sus aspiraciones… o no tendrá más remedio que hacerlo, forzado por las circunstancias. Redondo, ¿no? Pues bien, a continuación se inventa una crisis que no existe, pero que gracias a repetirla contantemente en «sus» medios de difusión creerá el rebaño que es real, y ahí tienen el argumento para subir impuestos, recortar derechos y convertir a la población en esclava, a cambio de algo tan elemental como sobrevivir, o, en el mejor de los casos, conservar unas propiedades que, tarde o temprano, también les quitarán. El objetivo está cumplido. Y como prueba de que es así y no de otra forma, le invito a que considere que en todo el mundo, los gobiernos han tomado medidas y más medidas impuestas… por la elite, que únicamente han servido para aumentar los daños, multiplicar la precariedad e instalar la desesperación en la sociedad de los gobernados.

El hambre y la pobreza, en fin. No hay medidas, sino acciones: no se pretende facilitar nada al consentir que os centros comerciales abran todos los días del año, sino liquidar al pequeño comercio; no se trata de abaratar nada privatizando los servicios públicos y sociales, sino de ponerlos en manos y bajo el control de la elite; no se trata de mejorar nada consintiendo que los grandes capitales eludan impuestos con las SICAVs, sino de hacer recaer toda la presión impositiva en los esclavos; y, entre otras no se trata de beneficiar a nadie o hacerle más libre con la legalización de las aberraciones, sino de dividir a la sociedad para que pase mejor por el tamiz de sus intereses. Es el neofeudalismo: lo que se respira, bebe, come, es, sostiene y entretiene, todo está en manos de la elite. La pequeña empresa, la independencia y la libertad individual, han muerto.

¿Por qué hacen eso los gobiernos, atacando a sus poblaciones? Fácil. Corrupción. La corrupción siempre ha existido, porque las elites se han servido de la codicia de sus «encargados» para que obraran como les convenía. Quid pro quo: tú me sirves, y te permito que te enriquezcas. Hoy, la corrupción es global. Ni usted ni nadie puede hoy hacer prácticamente nada sin pasar por la «caja» de alguien. No puede comprar ni vender, no puede obtener una licitación, ni siquiera a menudo ser intervenido quirúrgicamente si no tiene una recomendación o un amigo en el hospital. No es ya un delito de «algunos», sino una infestación social en la que cada individuo hace su guerra. Es un corrupto el que vende su casa vieja por diez veces lo que vale, el que cobra por un café en un bar por lo que cuesta medio kilo de café y el que roba folios de la oficia. Nada se puede hacer, a nada se puede aspirar si no se pasa por «caja». Si los productos de consumo costaran lo que valen, no habría hambre en el mundo; pero ello es que el precio final del producto no solamente incluye márgenes de locos para los intermediarios y los vendedores, sino también sustanciosas ganancias para los compradores. Paga Juan Pueblo. Es el neofeudalismo, que no es sino la aplicación de lo que ahora se llaman políticas ultraliberales. Cosas del mercado, sin duda.

¿Coherente?… Bueno, respóndase usted mismo. Democracia o dictadura, tanto da, porque no son más que sistemas de control de la población. Mucha democracia, pero usted no ha votado nada de lo que le interesa, ninguna ley relevante. Incluso quienes determinan los pasos a seguir con esta crisis ni siquiera son españoles, y a pesar de ello los gobernantes españoles no solamente obedecen, sino que no cumplen los programas electorales por los que fueron elegidos, y ahí los tienen. Un timo, que no se detiene aquí. Ahora, en el paso siguiente de convertir a los ciudadanos en animalitos incluso en las formas, «sus» medios de difusión están mentalizando a la población para que coman bichos —les divierte mucho a la elite esto de jugar con las vidas de los demás, así en la guerra organizada (Siria, verbigracia), como insertándonos códigos degradantes o deshumanizantes, como estos de la alimentación por bichos o el sexo aberrante, entre otras cosas—. Nos consideran no únicamente estúpidos, sino también bestias, y nos tratan en consecuencia.

¿Sigue poniéndose en su lugar y tratando de pensar como ellos?… Pues bien, ya se puede imaginar cuáles son los pasos siguientes. Puede que a usted le parezcan muy crueles y hasta inhumanas ciertas cosas, pero eso sería para quien tuviera sentimientos humanos o alguna capacidad de empatizar con sus semejantes, algo de lo que están libres los de la elite. Es más, les divierte sobremanera el sufrimiento del rebaño, entretiene su tedio, porque para ellos no somos personas, sino animales a su servicio. Ayer mismo se prohibió en «su» UE el consumo de salmón porque es tóxico, a la vez que nos mostraban «sus» televisiones que uno de esos sicópatas de los llamados «oficialmente» libertadores sirios —en realidad mercenarios de la elite— le arrancaba el hígado y el corazón a un cadáver de un soldado gubernamental sirio… y se lo comía. ¿Lo va captando?… Pues eso, váyase acostumbrando, porque entre Monsanto y las demás multinacionales, o adquiere nuevos hábitos alimentarios o será de los causen baja… definitiva. Los que sobrevivan, que serán poquitos, servirán las mesas de los señoritos neofeudales.

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