La honestidad parece tener en nuestra sociedad un solo significado, el económico, ya que solo se lo asocia con la decencia en el manejo de la cosa publica.
No obstante este atributo fundamental en el hombre, debe ser cuidado también en su aspecto sociocultural, lo cual hace imprescindible que nuestra clase dirigente conozca que la honestidad tiene un significado ético y político, además del ya nombrado.
La coherencia en el pensamiento debe ser un elemento primordial de todo ciudadano, político o no.
El discurso de la senadora y primera dama Cristina Kirchner, sobre los Decretos de Necesidad y Urgencia, proyecto que actualmente elevo el ejecutivo, representa una visión diametralmente opuesta a su posición como diputada por la oposición, que no hace pensar no solo en un cambio de idea, sino en un cambio de persona.
Tal vez tengamos que admitir que quien habla no es quien dice ser o que lo que ayer era “malo” hoy es “bueno” y de ese modo la ciudadanía pueda comprender el alcance de semejante cambio.
Cuando observamos que esta misma persona de hecho, hoy es la candidata presidencial del oficialismo para el año próximo, ya que su esposo el Presidente ha ratificado, que no será candidato a la reelección. Quien seria entonces mejor candidato a sucederlo que la ardiente senadora, de ambiciones aun no del todo claras e inclinada siempre a confundir la libertad de los demás con sus necesidades.
El canal de televisión oficial dedicó dos horas y media a su discurso sobre los DNU, un mutismo generalizado escucho su sermón y el tiempo reglamentario fue cuatro veces violado, con la anuencia del presidente de la Camara el Vicepresidente y disciplinado Sr. Daniel Scioli.
A Cristina la seduce el escenario internacional, pero tiene pronunciaciones de arrogancia y no concibe los argumentos opuestos al suyo, cuando le interesa tener razón.
Su relación con el periodismo es alejada y fría, excepto con los medios que realizan una cobertura de show mediático y espectáculos para la TV. Su máximo desatino fue el de afirmar que el gobierno es censurado por la prensa, todo un hallazgo, imposible de rebatir con cordura.
Definitivamente el periodismo y los Kirchner son inconciliables, el presidente sólo confía en su relación directa con la sociedad y relega las estructuras partidarias, aunque su mayor ambición es el control institucional. El control de la opinión publica, lo obsesiona y ha decidido competir con el periodismo por este control, sin relegar agravios y el uso de y palabras injustas.
Que puede suceder con la acumulación de poder que el matrimonio presidencial ha logrado en los últimos meses, en caso de no ser gobierno en el 2007, es un regalo que le deja al futuro gobierno, es impensable que el presidente no haya calculado esto y se prepare para una larga temporada en Olivos.
La concentración del poder termina en la desvalorización de la democracia, hasta ahora aparentemente ha renunciado a continuar en el gobierno personalmente, pero no en el poder y quizás también sea consciente que ya es hora de que la reconstrucción institucional suceda a la reconstrucción económica, algo que también se esta olvidando en la agenda presidencial.