Hace ya casi un mes que finalizó el Mundial y vuelvo a él. El 9 de julio una estrella se apagó del firmamento futbolístico. Esa estrella se llama Zinedine Zidane. Ese hombre se fue de mala forma de Berlín y sin la Copa en la mano. El capitán francés dijo adiós al fútbol como internacional semanas después de haberlo hecho con el Real Madrid. Se fue un mito. Hasta los seguidores merengues no querían que el árbitro pitara el final del encuentro, porque se iba, se marchaba para siempre. Más de uno lloró.
Otro capitán, el italiano, Cannavaro, se llevó la gloria de Alemania y levantó la grande. Ahora llevará el número cinco en el Real Madrid. El italiano no sabe dónde se ha metido. Un capitán Campeón del Mundo que se queda con el número de otro capitán Campeón del Mundo. Sigo diciendo que no sabe dónde se ha metido.
Si hay jugador que los madridistas adoraran como a un dios, ése era Zidane. Si hay un jugador por el que la gente lloró el día de su despedida, ése era Zidane. Señor Cannavaro, usted tiene ahora una gran responsabilidad encima. Ése número tiene sobre sí más peso que ningún otro en el equipo blanco. Usted va a tener que demostrar mucho en el fútbol español para que lo quieran tanto y lo lleguen a echar de menos como al francés.
Señor Cannavaro, la magia, el espectáculo, la elegancia del fútbol en ese equipo la ponía ése al que usted le arrebató el Mundial. Ahora tiene que jugar y brillar mucho para demostrar que es merecedor del número, de ese cinco que pasará a la historia del club por haber estado sobre las espaldas de Zinedine. Señor Cannavaro, tiene ante usted el poder ayudar al Real Madrid, mejor club del siglo XX, a llegar de nuevo a la gloria. Señor Cannavaro, tiene usted una temporada.