Tener en tu haber seguidores y detractores parece un requisito indispensable para ser popular. Si además eres una fémina y compartes lecho con un afamado talento masculino, parece que éstos números se doblan, convirtiéndote en el punto de mira de especulaciones y dardos envenenados (“mírala, qué lagarta”, “a saber cómo lo ha enganchado”).

De esto sabe Courtney Love, esa neumática rubia emblema de los 90 que se gestó en probetas grunge. Vuelve a la palestra en distintas disciplinas artísticas, el mes pasado mostró su arte en el museo Lyman Allyn, protagoniza la publicidad de los cigarrillos electrónicos NJOY y es imagen de Saint Laurent. En una entrevista realizada en el show de Barbara Walters acerca de esta campaña de moda, le preguntan cómo recuerda el suicidio de Kurt Cobain. Ella y sin la hostilidad que pudiera originar la eterna pregunta, responde “lo que yo quiero es vivir cuanto más pueda, ver crecer a mi hija y a mis nietos”.

De adolescente, su carácter “indomable”, la llevó a conocer pasillos de correccionales. Sus vicios, confesados y fotografiados, aumentaron esa fama de niña terrible en la industria. De hecho, la misma Barbara Walters buscando siempre el momento lacrimógeno, le preguntó en una entrevista en 1995 si era buena madre. Love no dudó en momento en afirmar que sí a lo que Barbara replicó de manera impasible “¿te has hecho drogas delante de tu hija?”. A Courtney se le desencaja la cara un segundo, “Oh, my god, no, what a question”. Sus condescendientes preguntas van arrancándole las vísceras hasta hacerla llorar como una niña. “Sabes que es lo que la gente piensa”, acribilla.

Ella es como un turrón de Xixona, blanda y dura al mismo tiempo. Tanto que cuando la ves sobre el escenario, no parece que sea la misma acorralada por Walters. Siempre auténtica, es capaz de quitarse la camiseta frente a su público y como colgándose una letra escarlata, se coloca otra que pone “Courtney, be my bitch”. Siempre se la ha tachado de zorra y señalado como la culpable del suicidio de Cobain por sus cuernos con Billy Corgan, entre otras cosas. Parece que se desdoble en ocasiones: por un lado, la invencible y dura Courtney Love y por otro, la sensible y frágil Courtney Hate.

Sus dos caras nunca dejan de lado ese tipo de personalidad de “I don´t give a shit” . Pero de la de verdad, no ése sucedáneo que intentan vender algunas modernillas con maneras aprendidas de Gandía Shore. También se le ha acusado de oportunista, de hecho actuará con Nirvana en la próxima edición del FIB, alegando que es la que mejor puede “interpretar las letras de su marido”. Un peliagudo experimento ya que es vox populi que Dave Grohl, batería del grupo y líder de Foo Figthers y ella no se tragan. Este pequeño “Sálvame” grunge será un gran reclamo para lovers y haters en nuestra verbena indie-hipster más internacional.