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El sufrimiento y las miserias tienen trazas de continuar, forman parte constituyente de la Humanidad

Lujo necesario

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Somos testigos de las DIFERENCIAS permanentes, la igualdad es una quimera que asoma por lontananza. Cada sujeto y con cada una de sus actividades, participamos en una dispersión evidente. El vitalismo espontáneo abre resquicios novedosos hacia la diversidad. Nadie discutirá esta realidad cotidiana, es de tal prestancia, que quizá monopoliza la existencia hasta las peores inconveniencias. Sin embargo, las múltiples individualidades actúan en una vida compartida; en la que surgen diversos lazos de unión y la posibilidad de elaboraciones conjuntas de proyectos variados. Los aspectos divergentes no son exclusivos.

Una explicación contundente de las particularidades de cada individuo en concreto, es un imposible a no perder de vista. Esas raíces internas, apenas podemos intuirlas, incluso las propias. Partimos por consiguiente, de unas bases enigmáticas, plenas de incertidumbres y conductas extrañas. Las apreciaciones de todo ello, abundan en DISCREPANCIAS y algunos acuerdos; lo que unos ven como natural, resultan barbaridades para otras mentalidades. Su regulación no acaba de ser una tarea bien resuelta, en sus mejores planteamientos origina numerosos descontentos. Por otro lado, en cuestión de actitudes, la búsqueda de mejoras y posibles correcciones, parte del mismo núcleo personal del que surgieron las disparidades.

Podemos preguntarnos hasta qué punto la REGULACIÓN de las actividades, su valoración, depende directamente de las personas, uno a uno, o agrupados por afinidades. En dicho supuesto, la comunidad concretará las bondades o maleficios de ciertas actuaciones. Con tal patrón de medida, las apreciaciones variarán según la composición y evolución del grupo. Aunque, también existe otra orientación menos autónoma para la raza humana. Lo bueno y lo conveniente vendrá determinado por la constitución del ser humano y las características del mundo; aquellos constituyentes esenciales de los que estamos dotados. La clave radicaría en una buena adaptación a esa realidad , y no tanto en las opiniones frívolas o parciales. ¿A qué grado de autonomía nos aferramos?.

En ambos sistemas, las pautas dependientes en exclusiva de la imaginación social o bien la adaptación a las esencias humanas; queda la puerta abierta a un cierto grado de libertad decisoria de cada persona. No sólo dependemos de los dictámenes foráneos, aunque pueda parecerlo en demasiadas ocasiones. ¿Tratamos con el egoísmo a ultranza para la obtención del máximo beneficio material? ¿Prestamos atención a otros valores? ¿Cada individuo merece una consideración especial? El DESENCANTO es notorio. En la barahúnda social organizada, priman en exceso las respuestas insatisfactorias a las preguntas planteadas. Parece que dominan unas pocas razones y no son las mejores precisamente.

La profusión de eventos desagradables domina el panorama. Tretas ladinas, estrategias enrevesadas, arreglos necios, gente acaparadora de lo que no es suyo, desinterés y desprecio por el pensamiento de las personas como entes particulares. Destruyen de raíz lo que pudiéramos construir como una convivencia civilizada. ¿Han de ser así las cosas? ¿No tiene cabida una escala de valores respetables? ¿La razón y la inteligencia no dan mejores rendimientos? ¿Hemos de permanecer enfangados hasta la pestilencia? ¿Cuáles serán los caminos hacia la esperanza? Acaso no interesen estas cuestiones y debamos habituarnos al descalabro constitutivo. De lo contrario, el REVULSIVO adecuado es un imperativo muy de actualidad.

Pienso que en el mundo estamos cansados de GESTOS, con frecuencia escasos de contenido, cuando no resultan contraproducentes o meramente distractores de otras posibles actuaciones con mejores compromisos y en busca de resultados óptimos para el conjunto de la sociedad. Lo pienso, pero los hechos van en otras direcciones, adquiere mayor relevancia el carrusel de los despropósitos y de las diferencias económicas. Abundan las excusas, sin apreciar los recursos correctivos y siempre con los mismos perdedores.

A nivel reflexivo, tampoco ilusionan los contenidos a los que tenemos acceso. Analicen si no cualquier medio informativo, o si quieren, observen los ámbitos escolares o universitarios; quizá aprecien con desánimo donde quedaron relegados, el estudio de la Ética (No me refiero a las éticas pequeñas y particulares), de la Moral, o de las costumbres respetuosas. El declive late por debajo de programas o presupuestos, y es olvidado en las reuniones y en los nombramientos. Es difíl de entender la tolerancia ante esta DEJADEZ conceptual que todo lo invade.

Podemos anhelar la justicia suprema o los máximos equilibrios en una perfecta elaboración, aunque dicha visión utópica no debiera alejarnos de la realidad menos equilibrada. La INGENUIDAD no es la mejor forma de emprender las tareas regeneradoras; presenta a la vez un cierto matiz orgulloso, basado en la supuesta suficiencia de las prácticas habituales para el alcance de las metas gloriosas. De nuestra presencia y de sus diversas actuaciones, dependerá la transformación de la ingenuidad en una participación creativa. La espontaneidad requiere del esfuerzo, de las actitudes solidarias y del amor, siempre respetuosos con lo desconocido y las manifestaciones de los demás en los diversos contactos establecidos. La ingenuidad exige la adopción de nuevas medidas.

La oquedad de las palabras vacías, anula las conclusiones válidas. Lo admiten todo, sin resolver la disyuntiva de los problemas. Estaríamos ante otra suerte de ingenuidad, la afirmación de una gran AUSENCIA de significados subyacentes. Según este criterio, caemos de nuevo en los dominios de los poderosos, a quienes les basta con simples enredos retóricos para conducirnos. Y a fe que lo saben. ¡Es lo que hacen! Poniendo en práctica la contradicción de sus ordenamientos, que según la ausencia proclamada, no tendrían ninguna justificación preferente. El corazón y los sentimientos, los anhelos y las creencias particulares, quedan relegados por decreto; precisamente, cuando afirmaron que no había base para pronunciamientos contundentes.

La ofuscación tendrá algún límite. La inteligencia y los sentimientos apuntan a una aspiración de mejores horizontes, desde un inconformismo radical frente a los abundantes desbarajustes actuales. La frialdad y la corrupción no pueden ser el único bagaje disponible. El buen gusto, los razonamientos y los sentimientos, han de ser la LANZADERA a disposición de la sociedad. En todo caso, constituyen sólo un instrumento, que podemos utilizar o continuar con el desdén actual hacia sus virtudes; lo que va de una actuación meritoria a la estupidez reincidente.

El sufrimiento y las miserias tienen trazas de continuar, forman parte constituyente de la Humanidad. Dadas las numerosas dificultades, será TODO un LUJO, el aprovechamiento de cuantos recursos cualitativos precisemos, para la creación de áreas de bienestar en las que podamos mantener unos gramos de ilusión, de optimismo y de sana locura.

Lujo necesario

El sufrimiento y las miserias tienen trazas de continuar, forman parte constituyente de la Humanidad
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 26 de abril de 2013, 07:46 h (CET)
Somos testigos de las DIFERENCIAS permanentes, la igualdad es una quimera que asoma por lontananza. Cada sujeto y con cada una de sus actividades, participamos en una dispersión evidente. El vitalismo espontáneo abre resquicios novedosos hacia la diversidad. Nadie discutirá esta realidad cotidiana, es de tal prestancia, que quizá monopoliza la existencia hasta las peores inconveniencias. Sin embargo, las múltiples individualidades actúan en una vida compartida; en la que surgen diversos lazos de unión y la posibilidad de elaboraciones conjuntas de proyectos variados. Los aspectos divergentes no son exclusivos.

Una explicación contundente de las particularidades de cada individuo en concreto, es un imposible a no perder de vista. Esas raíces internas, apenas podemos intuirlas, incluso las propias. Partimos por consiguiente, de unas bases enigmáticas, plenas de incertidumbres y conductas extrañas. Las apreciaciones de todo ello, abundan en DISCREPANCIAS y algunos acuerdos; lo que unos ven como natural, resultan barbaridades para otras mentalidades. Su regulación no acaba de ser una tarea bien resuelta, en sus mejores planteamientos origina numerosos descontentos. Por otro lado, en cuestión de actitudes, la búsqueda de mejoras y posibles correcciones, parte del mismo núcleo personal del que surgieron las disparidades.

Podemos preguntarnos hasta qué punto la REGULACIÓN de las actividades, su valoración, depende directamente de las personas, uno a uno, o agrupados por afinidades. En dicho supuesto, la comunidad concretará las bondades o maleficios de ciertas actuaciones. Con tal patrón de medida, las apreciaciones variarán según la composición y evolución del grupo. Aunque, también existe otra orientación menos autónoma para la raza humana. Lo bueno y lo conveniente vendrá determinado por la constitución del ser humano y las características del mundo; aquellos constituyentes esenciales de los que estamos dotados. La clave radicaría en una buena adaptación a esa realidad , y no tanto en las opiniones frívolas o parciales. ¿A qué grado de autonomía nos aferramos?.

En ambos sistemas, las pautas dependientes en exclusiva de la imaginación social o bien la adaptación a las esencias humanas; queda la puerta abierta a un cierto grado de libertad decisoria de cada persona. No sólo dependemos de los dictámenes foráneos, aunque pueda parecerlo en demasiadas ocasiones. ¿Tratamos con el egoísmo a ultranza para la obtención del máximo beneficio material? ¿Prestamos atención a otros valores? ¿Cada individuo merece una consideración especial? El DESENCANTO es notorio. En la barahúnda social organizada, priman en exceso las respuestas insatisfactorias a las preguntas planteadas. Parece que dominan unas pocas razones y no son las mejores precisamente.

La profusión de eventos desagradables domina el panorama. Tretas ladinas, estrategias enrevesadas, arreglos necios, gente acaparadora de lo que no es suyo, desinterés y desprecio por el pensamiento de las personas como entes particulares. Destruyen de raíz lo que pudiéramos construir como una convivencia civilizada. ¿Han de ser así las cosas? ¿No tiene cabida una escala de valores respetables? ¿La razón y la inteligencia no dan mejores rendimientos? ¿Hemos de permanecer enfangados hasta la pestilencia? ¿Cuáles serán los caminos hacia la esperanza? Acaso no interesen estas cuestiones y debamos habituarnos al descalabro constitutivo. De lo contrario, el REVULSIVO adecuado es un imperativo muy de actualidad.

Pienso que en el mundo estamos cansados de GESTOS, con frecuencia escasos de contenido, cuando no resultan contraproducentes o meramente distractores de otras posibles actuaciones con mejores compromisos y en busca de resultados óptimos para el conjunto de la sociedad. Lo pienso, pero los hechos van en otras direcciones, adquiere mayor relevancia el carrusel de los despropósitos y de las diferencias económicas. Abundan las excusas, sin apreciar los recursos correctivos y siempre con los mismos perdedores.

A nivel reflexivo, tampoco ilusionan los contenidos a los que tenemos acceso. Analicen si no cualquier medio informativo, o si quieren, observen los ámbitos escolares o universitarios; quizá aprecien con desánimo donde quedaron relegados, el estudio de la Ética (No me refiero a las éticas pequeñas y particulares), de la Moral, o de las costumbres respetuosas. El declive late por debajo de programas o presupuestos, y es olvidado en las reuniones y en los nombramientos. Es difíl de entender la tolerancia ante esta DEJADEZ conceptual que todo lo invade.

Podemos anhelar la justicia suprema o los máximos equilibrios en una perfecta elaboración, aunque dicha visión utópica no debiera alejarnos de la realidad menos equilibrada. La INGENUIDAD no es la mejor forma de emprender las tareas regeneradoras; presenta a la vez un cierto matiz orgulloso, basado en la supuesta suficiencia de las prácticas habituales para el alcance de las metas gloriosas. De nuestra presencia y de sus diversas actuaciones, dependerá la transformación de la ingenuidad en una participación creativa. La espontaneidad requiere del esfuerzo, de las actitudes solidarias y del amor, siempre respetuosos con lo desconocido y las manifestaciones de los demás en los diversos contactos establecidos. La ingenuidad exige la adopción de nuevas medidas.

La oquedad de las palabras vacías, anula las conclusiones válidas. Lo admiten todo, sin resolver la disyuntiva de los problemas. Estaríamos ante otra suerte de ingenuidad, la afirmación de una gran AUSENCIA de significados subyacentes. Según este criterio, caemos de nuevo en los dominios de los poderosos, a quienes les basta con simples enredos retóricos para conducirnos. Y a fe que lo saben. ¡Es lo que hacen! Poniendo en práctica la contradicción de sus ordenamientos, que según la ausencia proclamada, no tendrían ninguna justificación preferente. El corazón y los sentimientos, los anhelos y las creencias particulares, quedan relegados por decreto; precisamente, cuando afirmaron que no había base para pronunciamientos contundentes.

La ofuscación tendrá algún límite. La inteligencia y los sentimientos apuntan a una aspiración de mejores horizontes, desde un inconformismo radical frente a los abundantes desbarajustes actuales. La frialdad y la corrupción no pueden ser el único bagaje disponible. El buen gusto, los razonamientos y los sentimientos, han de ser la LANZADERA a disposición de la sociedad. En todo caso, constituyen sólo un instrumento, que podemos utilizar o continuar con el desdén actual hacia sus virtudes; lo que va de una actuación meritoria a la estupidez reincidente.

El sufrimiento y las miserias tienen trazas de continuar, forman parte constituyente de la Humanidad. Dadas las numerosas dificultades, será TODO un LUJO, el aprovechamiento de cuantos recursos cualitativos precisemos, para la creación de áreas de bienestar en las que podamos mantener unos gramos de ilusión, de optimismo y de sana locura.

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