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Etiquetas | El Legado de Olimpia
No lo profetizo. Lo deseo.

Fin de ciclo

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Fin de Ciclo (Diario AS)
(Diario AS)

El paso más doloroso para toda hazaña se produce con el cambio de tiempo verbal. Del “es” al “fue”. Del hoy al recuerdo. El tiempo democratiza la raza humana, y ni siquiera aquellos protagonistas de grandes historias están libres de padecer la morriña existencial e infinita de ver completado un trozo importante de sus vidas.

Pero el término histórico es cruel y solo acepta cadáveres, obras terminadas. Y la sensación general del aficionado al deporte (ese ser empático que consigue mimetizarse una y otra vez con sus atletas favoritos) es que la fiesta más grande jamás pensada está comenzando a decirnos adiós.

Ayer fue el Barcelona el que cayó con virulencia en el campo de un Bayern más rápido, más fuerte, más técnico, superior. Un vendaval frente al equipo que ha conseguido completar uno de los lustros más espectaculares de toda la historia del balompié. Por títulos, sí. Por juego, qué duda cabe. Pero sobre todo por conseguir llegar a todo ello con una cultura autárquica, explotando los recursos de casa y criando a una generación de chavales que han dado un vuelco al rancio panorama español. Futbolistas en cuyo recuerdo siempre competirán por destacar una técnica sobrehumana  frente a la normalidad y saber estar de quienes han conseguido educar a toda una generación de aficionados.

Ayer cayeron de forma abrupta, dolorosa. Pero lo hicieron como saben, con ocho futbolistas de la Masía más mágica. El mismo número de jugadores blaugranas que participó en la final más recordada en la historia de España. Les van a echar de menos. Todos.


Montecarlo Nadal Djokovic
(AGENCIAS)

La sensación interna de que algo se nos va llegó también en Montecarlo. Después de ocho victorias consecutivas, una heroicidad atemporal, Djokovic ratificó su número uno frente al mejor deportista español de todos los tiempos. Rafael Nadal, dictador en el reino de la hazaña, veía como el genio de Belgrado conseguía dominarle en su pista talismán. Nole fue mejor, estuvo intratable, y aunque evidentemente no ha sido el batacazo del Bayern, sí alimenta a ese bicho de la igualdad del que nos habíamos olvidado en los últimos años. Lo decía el propio Nadal en TVE, “cuando gano parece que empato”. Y bajo esa presión nos parece que verle sufrir es casi antinatural, dramático, inaguantable.

Muy parecido a los retortijones que produce en el personal el dedo de Sebastian Vettel al aire. Y de nuevo aparece el reto, la inferioridad, la incertidumbre de victoria. El alemán se llevó de calle el GP de Bahréin y Alonso continúa su amenaza de afiliarse al bando del “¡trata de arrancarlo, Carlos!” a cada carrera. Si aún por encima nos sucede en un deporte donde hemos pasado de cero a cien en un par de años, el desasiego es si cabe más desagradecido.

Lakers Gasol
(REUTERS)

A la ensalada de pesimismo la aliñan los Lakers de Gasol, que pierden ante San Antonio confirmando que el anillo de este año tiene poca pinta de marcharse a California. No nos gusta ver a Pau dentro y fuera, infravalorado en un equipo para el que fue la pieza maestra para dos títulos impensables antes de su llegada.

En portada y con todo el gusto del mundo publicaba hoy el diario AS aquello que de tanto repetirlo acabarán por “profetizar”. Para un medio que cambiaría todo lo anterior por un Carranza para su Madrid (como otros tantos con caras diversas) tampoco sorprende. Pero al resto nos queda cuidar el recuerdo de una época única.

¡Ojo!, ¡qué nadie se equivoque! Iniesta, Xavi, Messi o Busquets ganarán más títulos (con el Barça y la Selección). A Nadal le faltan unos cuantos trofeos importantes. Alonso ganará un Mundial con Ferrari. Gasol volverá a Europa para aumentar un palmarés de vértigo. Y seguiremos triunfando en motociclismo, fútbol sala, balonmano, hockey, taekwondo… El tremendismo es de débiles o aficionados ventajistas. A todas nuestras estrellas vamos a exprimirlas hasta que nos permitan disfrutar con su luz.


Márquez Austin
(AGENCIAS)

Pero es cierto que esta semana algo nos dice que estamos en el tercio final de una de esas novelas donde a cada página leída sufres viendo lo poco que te queda de celulosa. Nos toca aprender de lo vivido (y que alguien se atreva a discutirnos que lo hemos VIVIDO) y aplicarlo desde ya, reconociendo el privilegio de haber disfrutado como enanos y la madurez de saber aceptar la derrota como parte natural del deporte. Como hacen ellos.

Hay muchos intereses en que esto sea un Madrid-Barça, que la polémica supere al deporte, que las anteojeras que nos han quitado estos fenómenos vuelvan a ocupar su sitio y el rebaño se reagrupe. Yo digo que llegue ya el fin de ciclo. Ahora mismo. Un asesinato premeditado para una forma de entender el deporte chabacana y perniciosa. Es el momento de exigir un cambio a quien se empeña en seguir con lo fácil. Somos una generación diferente, y queremos cosas diferentes. La España en continúa pelea de bar no está en nuestros genes. Nunca ha habido momento mejor para comenzar a exterminar el pegajoso sensacionalismo y la desinformación en clave radical. Será duro, pero ¡qué carajo!, tienen toda la razón. Ya se siente el fin de ciclo.

Fin de ciclo

No lo profetizo. Lo deseo.
Roberto Carrera Hernández
miércoles, 24 de abril de 2013, 08:36 h (CET)

Fin de Ciclo (Diario AS)
(Diario AS)

El paso más doloroso para toda hazaña se produce con el cambio de tiempo verbal. Del “es” al “fue”. Del hoy al recuerdo. El tiempo democratiza la raza humana, y ni siquiera aquellos protagonistas de grandes historias están libres de padecer la morriña existencial e infinita de ver completado un trozo importante de sus vidas.

Pero el término histórico es cruel y solo acepta cadáveres, obras terminadas. Y la sensación general del aficionado al deporte (ese ser empático que consigue mimetizarse una y otra vez con sus atletas favoritos) es que la fiesta más grande jamás pensada está comenzando a decirnos adiós.

Ayer fue el Barcelona el que cayó con virulencia en el campo de un Bayern más rápido, más fuerte, más técnico, superior. Un vendaval frente al equipo que ha conseguido completar uno de los lustros más espectaculares de toda la historia del balompié. Por títulos, sí. Por juego, qué duda cabe. Pero sobre todo por conseguir llegar a todo ello con una cultura autárquica, explotando los recursos de casa y criando a una generación de chavales que han dado un vuelco al rancio panorama español. Futbolistas en cuyo recuerdo siempre competirán por destacar una técnica sobrehumana  frente a la normalidad y saber estar de quienes han conseguido educar a toda una generación de aficionados.

Ayer cayeron de forma abrupta, dolorosa. Pero lo hicieron como saben, con ocho futbolistas de la Masía más mágica. El mismo número de jugadores blaugranas que participó en la final más recordada en la historia de España. Les van a echar de menos. Todos.


Montecarlo Nadal Djokovic
(AGENCIAS)

La sensación interna de que algo se nos va llegó también en Montecarlo. Después de ocho victorias consecutivas, una heroicidad atemporal, Djokovic ratificó su número uno frente al mejor deportista español de todos los tiempos. Rafael Nadal, dictador en el reino de la hazaña, veía como el genio de Belgrado conseguía dominarle en su pista talismán. Nole fue mejor, estuvo intratable, y aunque evidentemente no ha sido el batacazo del Bayern, sí alimenta a ese bicho de la igualdad del que nos habíamos olvidado en los últimos años. Lo decía el propio Nadal en TVE, “cuando gano parece que empato”. Y bajo esa presión nos parece que verle sufrir es casi antinatural, dramático, inaguantable.

Muy parecido a los retortijones que produce en el personal el dedo de Sebastian Vettel al aire. Y de nuevo aparece el reto, la inferioridad, la incertidumbre de victoria. El alemán se llevó de calle el GP de Bahréin y Alonso continúa su amenaza de afiliarse al bando del “¡trata de arrancarlo, Carlos!” a cada carrera. Si aún por encima nos sucede en un deporte donde hemos pasado de cero a cien en un par de años, el desasiego es si cabe más desagradecido.

Lakers Gasol
(REUTERS)

A la ensalada de pesimismo la aliñan los Lakers de Gasol, que pierden ante San Antonio confirmando que el anillo de este año tiene poca pinta de marcharse a California. No nos gusta ver a Pau dentro y fuera, infravalorado en un equipo para el que fue la pieza maestra para dos títulos impensables antes de su llegada.

En portada y con todo el gusto del mundo publicaba hoy el diario AS aquello que de tanto repetirlo acabarán por “profetizar”. Para un medio que cambiaría todo lo anterior por un Carranza para su Madrid (como otros tantos con caras diversas) tampoco sorprende. Pero al resto nos queda cuidar el recuerdo de una época única.

¡Ojo!, ¡qué nadie se equivoque! Iniesta, Xavi, Messi o Busquets ganarán más títulos (con el Barça y la Selección). A Nadal le faltan unos cuantos trofeos importantes. Alonso ganará un Mundial con Ferrari. Gasol volverá a Europa para aumentar un palmarés de vértigo. Y seguiremos triunfando en motociclismo, fútbol sala, balonmano, hockey, taekwondo… El tremendismo es de débiles o aficionados ventajistas. A todas nuestras estrellas vamos a exprimirlas hasta que nos permitan disfrutar con su luz.


Márquez Austin
(AGENCIAS)

Pero es cierto que esta semana algo nos dice que estamos en el tercio final de una de esas novelas donde a cada página leída sufres viendo lo poco que te queda de celulosa. Nos toca aprender de lo vivido (y que alguien se atreva a discutirnos que lo hemos VIVIDO) y aplicarlo desde ya, reconociendo el privilegio de haber disfrutado como enanos y la madurez de saber aceptar la derrota como parte natural del deporte. Como hacen ellos.

Hay muchos intereses en que esto sea un Madrid-Barça, que la polémica supere al deporte, que las anteojeras que nos han quitado estos fenómenos vuelvan a ocupar su sitio y el rebaño se reagrupe. Yo digo que llegue ya el fin de ciclo. Ahora mismo. Un asesinato premeditado para una forma de entender el deporte chabacana y perniciosa. Es el momento de exigir un cambio a quien se empeña en seguir con lo fácil. Somos una generación diferente, y queremos cosas diferentes. La España en continúa pelea de bar no está en nuestros genes. Nunca ha habido momento mejor para comenzar a exterminar el pegajoso sensacionalismo y la desinformación en clave radical. Será duro, pero ¡qué carajo!, tienen toda la razón. Ya se siente el fin de ciclo.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.

El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
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