Uno tras otro, ex ediles y empresarios marbellíes van cayendo en la tela de araña de la operación Malaya y dan con sus huesos en la trena. Ya van 62 detenidos, y subiendo. Me alegro sinceramente de que por fin los corruptos se lleven un buen escarmiento. Y digo escarmiento, que no castigo, porque estoy seguro de que muy pronto estarán otra vez en la calle, fianza mediante. Poderoso caballero es don dinero, aunque sea don dinero negro, o don dinero sustraído de las arcas municipales.
La verdad, no sé qué estarían pensando los marbellíes cuando acudieron a las urnas. Porque desde que Jesús Gil pisó por primera vez el Ayuntamiento de la ciudad, el hedor a corrupción sale por las ventanas del Consistorio como si estuvieran asando sardinas. También es extraño que nadie haya tirado de la manta en todos estos años, pero parece que los mafiosos tenían sobornado hasta al apuntador.
En Marbella ya no hay que ser Gil para creerse el dueño del chiringuito. Poco a poco, muchos personajes de la Costa del Sol se fueron convirtiendo en aprendices de Al Capone. El primer paso para ser un mafioso es parecerlo, y a los protagonistas de la Marbella Conection ya no les faltaba un detalle. Ellos, gafas oscuras, mirada de soslayo, puro y cadenas de plata. Ellas, labios de silicona, melena teñida y joyas. No es sólo que se hayan hecho ricos con el dinero de los contribuyentes y con los sobornos de las constructoras. Es que, además, lo demuestran.
Un caso espectacular es el de Tomás Reñones, defensa del Atlético de Madrid y la selección española que ha acabado con el pelo engominado y unas ojeras que dicen poco a favor de su conciencia. Cuando dejó el fútbol se fue a Marbella como concejal de Deportes del GIL y ha terminado comentando el Mundial con sus compañeros de la prisión de Alhaurín de la Torre. Desde luego, más que Gil, hay que ser gili.