Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Internacional
Etiquetas | Estados Unidos | ISRAEL
El problema reside en que Obama cree entender a los israelíes porque entiende a los judíos de izquierdas. Y es un error garrafal.

Obama no entiende a los israelíes

|

El estamento tertuliano oficial lleva las dos últimas semanas explicando que los israelíes no entienden a Obama. Judíos prominentes de extrema izquierda como Jeffrey Goldberg han intervenido en profundidad acerca de la forma en que los israelíes se han creído "los mitos Republicanos" de Obama, el musulmán que odia a los judíos, y su racismo.

Pero esa teoría reviste un buen número de problemas.

1. A nadie le cae bien Obama en Oriente Próximo. Tiene una baja popularidad hasta en la mayoría de los países musulmanes. Obama es muy impopular en el vecino Egipto, a pesar de su discurso de El Cairo y de sus intentos de vincularse a la Primavera Árabe. Es enormemente impopular en Pakistán, a pesar de haber crecido en un país musulmán de Asia.

2. Los israelíes no son precisamente aficionados a pasar su tiempo en los mítines Republicanos. Los medios convencionales israelíes son igual de malos que sus homólogos norteamericanos.

3. Israel es un país en el que los árabes han ganado realities votados por la audiencia. Llevar Hussein como segundo nombre no es algo que garantice el éxito. En un país en el que la mayoría de los equipos de fútbol y las formaciones políticas tienen algún Hussein no se ve la diferencia.

El problema de todas estas explicaciones es que los judíos izquierdistas no entienden a los israelíes. Tampoco los va a entender Obama, porque sus opiniones de los judíos se han visto marcadas en gran medida a base de relacionarse con izquierdistas de Chicago.

No sorprende a nadie que Obama no entienda Israel. Creció en Indonesia y sigue malinterpretando a menudo al mundo musulmán. Pasó la mayor parte de su vida adulta en Estados Unidos, y tampoco es que los entienda. No había razones para esperar que "entendiera" a los israelíes cuando no se ha relacionado con muchos, si descontamos a los donantes políticos y a Rahm Emanuel, su ex jefe de gabinete que creció principalmente en Chicago.

El problema reside en que Obama cree entender a los israelíes porque entiende a los judíos de izquierdas. Y es un error garrafal.

Como la mayoría en la izquierda, Obama vive dentro de una burbuja. Solamente se siente cómodo con las personas que comparten su mentalidad y sus puntos de vista. Y su visita a Israel le sitúa llevándose su burbuja de viaje, departiendo con una audiencia de estudiantes universitarios de izquierdas escrupulosamente seleccionados para saber aprobado de antemano lo que le van a decir.

No es una estrategia abocada al fracaso. A base de hablar selectivamente sólo con las personas de las que cabía esperar que convinieran con él, Obama ganó unas elecciones. Pero eso convierte su visita israelí en otro acto electoral sin sentido, dirigiéndose a una audiencia que es todavía más radical que él.

Los israelíes habrían respetado a Obama si hubiera dialogado con ellos acudiendo a la Knesset o interviniendo en un espacio público, al estilo de lo que hizo en Berlín. En lugar de dialogar con ellos, Obama se distancia de ellos, atendiendo a una lista seleccionada de entrevistas, acompañadas de un discurso dirigido a una audiencia exclusiva con todas las filigranas de las visitas de estado.

A nivel demográfico, el israelí medio es próximo al votante Demócrata del cinturón industrial de la zona de los Lagos. Y Obama nunca ha sabido dirigirse a esos votantes como hacía Bill Clinton. Es la razón de que a pesar de haber sacado en repetidas ocasiones a Israel de sus casillas, Bill Clinton siga siendo popular allí, y de que Obama ni siquiera le haya rozado.

Obama, como Tony Blair, representa a la clase de los Yuppies, e Israel sigue siendo un país en el que la mayoría de la población tiene más de clase media que de brillante emprendedor del sector tecnológico. Las últimas elecciones fueron la gran victoria de los Yuppies, siendo la foto del repeinado presentador izquierdista Yair Lapid y Bennett juntos el gran recordatorio de ello, pero eso no significa que el país esté listo para Obama.

Los israelíes entienden a nivel instintivo que Obama es el tipo de tío post-muchas cosas, y no se sienten cómodos en absoluto con ello. Su política exterior no les gusta mucho, y no soportan su falta de sinceridad. Pero sobre todo intuyen que representa una ruptura de la continuidad. Una transición de alejamiento de las realidades en favor de los intangibles. Entienden que nada de lo que dice importa a la hora de la verdad, y en un país que tiene una limitada paciencia con la oratoria eso es todavía más relevante.

Los israelíes son impacientes por naturaleza y se atienen a los hechos. A diferencia de la audiencia judía izquierdista de Obama, a ellos no les gustan los discursos largos. Prefieren saltarse el discurso para pasar al turno de preguntas.

Mientras que el judío de izquierdas se fija en Roosevelt y en Kennedy, el judío israelí se fija en el argumento. El enfoque israelí adoptado por Obama le fue recomendado por judíos de izquierdas que nunca han entendido Israel, pero que querían que los israelíes quedaran igual de impresionados con Obama que ellos. Y eso no ha sucedido.

Para los israelíes, Obama es un famoso. No es un líder que tomar en serio. Se fijan en su comitiva y se hacen fotos, pero su visita no supone mucha más diferencia que un concierto de Madonna o de los Rolling Stones. Un acto público sin ningún contenido.

Obama no entiende a los israelíes

El problema reside en que Obama cree entender a los israelíes porque entiende a los judíos de izquierdas. Y es un error garrafal.
Daniel Greenfield
martes, 26 de marzo de 2013, 11:58 h (CET)
El estamento tertuliano oficial lleva las dos últimas semanas explicando que los israelíes no entienden a Obama. Judíos prominentes de extrema izquierda como Jeffrey Goldberg han intervenido en profundidad acerca de la forma en que los israelíes se han creído "los mitos Republicanos" de Obama, el musulmán que odia a los judíos, y su racismo.

Pero esa teoría reviste un buen número de problemas.

1. A nadie le cae bien Obama en Oriente Próximo. Tiene una baja popularidad hasta en la mayoría de los países musulmanes. Obama es muy impopular en el vecino Egipto, a pesar de su discurso de El Cairo y de sus intentos de vincularse a la Primavera Árabe. Es enormemente impopular en Pakistán, a pesar de haber crecido en un país musulmán de Asia.

2. Los israelíes no son precisamente aficionados a pasar su tiempo en los mítines Republicanos. Los medios convencionales israelíes son igual de malos que sus homólogos norteamericanos.

3. Israel es un país en el que los árabes han ganado realities votados por la audiencia. Llevar Hussein como segundo nombre no es algo que garantice el éxito. En un país en el que la mayoría de los equipos de fútbol y las formaciones políticas tienen algún Hussein no se ve la diferencia.

El problema de todas estas explicaciones es que los judíos izquierdistas no entienden a los israelíes. Tampoco los va a entender Obama, porque sus opiniones de los judíos se han visto marcadas en gran medida a base de relacionarse con izquierdistas de Chicago.

No sorprende a nadie que Obama no entienda Israel. Creció en Indonesia y sigue malinterpretando a menudo al mundo musulmán. Pasó la mayor parte de su vida adulta en Estados Unidos, y tampoco es que los entienda. No había razones para esperar que "entendiera" a los israelíes cuando no se ha relacionado con muchos, si descontamos a los donantes políticos y a Rahm Emanuel, su ex jefe de gabinete que creció principalmente en Chicago.

El problema reside en que Obama cree entender a los israelíes porque entiende a los judíos de izquierdas. Y es un error garrafal.

Como la mayoría en la izquierda, Obama vive dentro de una burbuja. Solamente se siente cómodo con las personas que comparten su mentalidad y sus puntos de vista. Y su visita a Israel le sitúa llevándose su burbuja de viaje, departiendo con una audiencia de estudiantes universitarios de izquierdas escrupulosamente seleccionados para saber aprobado de antemano lo que le van a decir.

No es una estrategia abocada al fracaso. A base de hablar selectivamente sólo con las personas de las que cabía esperar que convinieran con él, Obama ganó unas elecciones. Pero eso convierte su visita israelí en otro acto electoral sin sentido, dirigiéndose a una audiencia que es todavía más radical que él.

Los israelíes habrían respetado a Obama si hubiera dialogado con ellos acudiendo a la Knesset o interviniendo en un espacio público, al estilo de lo que hizo en Berlín. En lugar de dialogar con ellos, Obama se distancia de ellos, atendiendo a una lista seleccionada de entrevistas, acompañadas de un discurso dirigido a una audiencia exclusiva con todas las filigranas de las visitas de estado.

A nivel demográfico, el israelí medio es próximo al votante Demócrata del cinturón industrial de la zona de los Lagos. Y Obama nunca ha sabido dirigirse a esos votantes como hacía Bill Clinton. Es la razón de que a pesar de haber sacado en repetidas ocasiones a Israel de sus casillas, Bill Clinton siga siendo popular allí, y de que Obama ni siquiera le haya rozado.

Obama, como Tony Blair, representa a la clase de los Yuppies, e Israel sigue siendo un país en el que la mayoría de la población tiene más de clase media que de brillante emprendedor del sector tecnológico. Las últimas elecciones fueron la gran victoria de los Yuppies, siendo la foto del repeinado presentador izquierdista Yair Lapid y Bennett juntos el gran recordatorio de ello, pero eso no significa que el país esté listo para Obama.

Los israelíes entienden a nivel instintivo que Obama es el tipo de tío post-muchas cosas, y no se sienten cómodos en absoluto con ello. Su política exterior no les gusta mucho, y no soportan su falta de sinceridad. Pero sobre todo intuyen que representa una ruptura de la continuidad. Una transición de alejamiento de las realidades en favor de los intangibles. Entienden que nada de lo que dice importa a la hora de la verdad, y en un país que tiene una limitada paciencia con la oratoria eso es todavía más relevante.

Los israelíes son impacientes por naturaleza y se atienen a los hechos. A diferencia de la audiencia judía izquierdista de Obama, a ellos no les gustan los discursos largos. Prefieren saltarse el discurso para pasar al turno de preguntas.

Mientras que el judío de izquierdas se fija en Roosevelt y en Kennedy, el judío israelí se fija en el argumento. El enfoque israelí adoptado por Obama le fue recomendado por judíos de izquierdas que nunca han entendido Israel, pero que querían que los israelíes quedaran igual de impresionados con Obama que ellos. Y eso no ha sucedido.

Para los israelíes, Obama es un famoso. No es un líder que tomar en serio. Se fijan en su comitiva y se hacen fotos, pero su visita no supone mucha más diferencia que un concierto de Madonna o de los Rolling Stones. Un acto público sin ningún contenido.

Noticias relacionadas

Las agencias de las Naciones Unidas acaban de lanzar un llamamiento urgente para reunir 2.800 millones de dólares, con los cuales auxiliar a millones de personas en la devastada Franja de Gaza y también en Cisjordania, territorios palestinos ocupados por Israel.

Las economías en desarrollo de Asia y el Pacífico crecen de manera sostenida, previsiblemente 4,9 por ciento en 2023 y en un porcentaje similar lo harán el año próximo, según las previsiones del Banco Asiático de Desarrollo (BAD). En cuanto a la inflación, se espera que se modere en 2024 y 2025, después de haber sido impulsada por el aumento de los precios de los alimentos en muchas economías durante los últimos dos años.

Hace un año estalló la guerra en Sudán y los llamamientos para detenerla crecen cuando se avecina el primer año de ese conflicto, que se ha cobrado unas 15.000 vidas de civiles y desplazado de sus hogares a más de seis millones de personas.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto