“Hay imputaciones e imputaciones”, afirmó Elena Valenciano, mujer ascendida a las alturas del PSOE por el más que cuestionado Alfredo Pérez Rubalcaba y de quien en horas duras ella parece querer desmarcarse, que ya se sabe que la lealtad en tiempos de vacas flacas no es cualidad de nuestra clase política. Valenciano efectuó tales declaraciones al ser preguntada por periodistas del diario El País acerca de la necesidad o no de que el antaño todopoderoso José Blanco presente su dimisión como diputado después de haber sido imputado. ¡José Blanco dimitir¡ ¡Con lo que sabe del PSOE! Ni hablar. Hay imputaciones e imputaciones.
Acto seguido y sin ruborizarse, Valenciano va de metedura de pata en metedura de pata, pide la renuncia de la ministra de Sanidad, Ana Mato, que no está imputada, aunque pocos españoles tragan con el cuento de no saber que tenía un Jaguar en el garaje de su casa. A ella le exige la socialista que asuma su responsabilidad política. ¿Cabe mayor desvergüenza a la hora de mostrar la doble vara de medir, el sectarismo partidista de un político?
“Ambas-Mato y Valenciano- se parecen mucho. Tienen buena intención, son buenas chicas, pero no dan para más”, me susurra un maledicente político curtido en mil batallas. Otros cuentan que Mariano Rajoy, quien ve que Gürtel se complica mucho y que Bárcenas se ha puesto más chulo que un ocho mientras los jueces de la Audiencia Nacional dan una vez más el espectáculo, anda pensando en enviar a Mato de candidata a las elecciones europeas, al “corazón de Europa”, que dirían los cursis, en sustitución de Jaime Mayor Oreja. Mato, como Blanco, también sabe mucho.
Claro que la doble vara de medir empleada por Elena Valenciano no lo es sólo de los políticos, que se da por supuesta. Ahí tienen a movimientos como el 15-M, 25-S y demás patulea progreflaútica de la que reclama más Estado, más gasto público, más subvenciones –cómo le debe de gustar a Montoro, quien acaba de idear otro atraco a los ahorradores-, rodeando las sedes del PP mientras que aún se espera exijan una sola dimisión por el escándalo de los ERE de Andalucía, que es ni más ni menos que el trinque del dinero del paro en una Andalucía sumida en el desempleo, la desindustrialización y la recesión, es decir, en el socialismo tan votado por aquellas tierras. Hay imputados e imputados, pensarán.