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Antonio Valencia

Todos son culpables

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Una vez acabado el Mundial, volvemos a la rutina del verano futbolístico: jugadores que van, jugadores que vienen, entrenadores que vienen y uno que se va sobre todos los demás: el ínclito Javier Clemente.

Clemente llegó a Bilbao como el salvador de un equipo que naufragaba con seis puntos en la décima jornada de Liga. A trancas y barrancas logró su objetivo, pese a tener una plantilla que, a priori, no debía haber pasado grandes apuros para mantenerse. Pero por el camino también fueron quedando muescas.

Y es que el rubio de Barakaldo no cambia y sigue generando división allá por donde va. De nuevo ha tenido problemas con la prensa (en este caso con el diario "El Correo", el más leído e influyente de Bilbao) y otra vez ha hecho declaraciones altisonantes, como las referidas a su jugador Llorente, pero que en el Botxo se le pasaban por alto en aras de mantener la unidad de toda la sociedad bilbaína en el apoyo al equipo, lo mismo que el estilo de juego del equipo, muy alejado de los gustos del público.

Llegado el final de temporada, el presidente Lamikiz pretendió deshacerse de él, pero el entrenador, con gran astucia, utilizó a esa misma prensa que tanto odia para meterse al público en el bolsillo y conseguir una renovación por la que a últimos de abril nadie en Bilbao daba un duro. A cambio, el mandamás de Ibaigane le pidió moderación con los medios.

Pero la "entente cordiale" saltó por los aires en la concentración de Benasque. Clemente deja caer que la plantilla no es él y el presidente (y buena parte de la masa social) entiende que se está menospreciando a los jugadores. Conclusión en Ibaigane: ya tenemos la excusa; a la calle.

¿Culpables? Claramente los dos: el uno (Lamikiz) porque se la tenía jurada desde final de temporada; el otro (Clemente) por creerse que, estando en el Athletic, puede decir lo que quiera sin que pase nada. Se juntó el hambre con las ganas de comer, y ahora será Félix Sarriugarte el que pilote la nave rojiblanca. Que sea para bien.

Todos son culpables

Antonio Valencia
Antonio Valencia
martes, 11 de julio de 2006, 21:15 h (CET)
Una vez acabado el Mundial, volvemos a la rutina del verano futbolístico: jugadores que van, jugadores que vienen, entrenadores que vienen y uno que se va sobre todos los demás: el ínclito Javier Clemente.

Clemente llegó a Bilbao como el salvador de un equipo que naufragaba con seis puntos en la décima jornada de Liga. A trancas y barrancas logró su objetivo, pese a tener una plantilla que, a priori, no debía haber pasado grandes apuros para mantenerse. Pero por el camino también fueron quedando muescas.

Y es que el rubio de Barakaldo no cambia y sigue generando división allá por donde va. De nuevo ha tenido problemas con la prensa (en este caso con el diario "El Correo", el más leído e influyente de Bilbao) y otra vez ha hecho declaraciones altisonantes, como las referidas a su jugador Llorente, pero que en el Botxo se le pasaban por alto en aras de mantener la unidad de toda la sociedad bilbaína en el apoyo al equipo, lo mismo que el estilo de juego del equipo, muy alejado de los gustos del público.

Llegado el final de temporada, el presidente Lamikiz pretendió deshacerse de él, pero el entrenador, con gran astucia, utilizó a esa misma prensa que tanto odia para meterse al público en el bolsillo y conseguir una renovación por la que a últimos de abril nadie en Bilbao daba un duro. A cambio, el mandamás de Ibaigane le pidió moderación con los medios.

Pero la "entente cordiale" saltó por los aires en la concentración de Benasque. Clemente deja caer que la plantilla no es él y el presidente (y buena parte de la masa social) entiende que se está menospreciando a los jugadores. Conclusión en Ibaigane: ya tenemos la excusa; a la calle.

¿Culpables? Claramente los dos: el uno (Lamikiz) porque se la tenía jurada desde final de temporada; el otro (Clemente) por creerse que, estando en el Athletic, puede decir lo que quiera sin que pase nada. Se juntó el hambre con las ganas de comer, y ahora será Félix Sarriugarte el que pilote la nave rojiblanca. Que sea para bien.

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