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Juan Luis Lara

El fin de ETA

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Me he resistido hasta ahora a escribir sobre el conflicto vasco por una sencilla razón: no lo entiendo. ¿Recuerdan a Kevin Costner en aquella gran película de Oliver Stone sobre el asesinato de Kennedy? Sentado en un banco de Washington, con la mirada perdida en el infinito, reconoce: “todo esto me supera”. Pues más o menos a esa misma sensación me enfrento cada vez que le doy vueltas al tema de ETA.

La infinidad de aristas históricas, sociales, políticas y sentimentales que dibujan el perfil del conflicto me impiden dar una opinión argumentada al respecto. ¿Es correcto de Patxi López se reúna con Otegi? Pues no lo sé, la verdad. Me imagino que para los dirigentes socialistas no será plato de gusto y, si lo hacen, quiero pensar que es con la convicción de acabar de una vez por todas con la violencia.

Pero también es comprensible la posición de los familiares de las víctimas, que ven cómo sus representantes políticos se sientan a la mesa de quienes han destrozado para siempre sus vidas. “¡Zapatero, traidor!”, gritaban a las puertas del hotel donde se encontraban López y Otegi. El papel de las víctimas en este proceso es quizá el más espinoso. Y el PP se ha agarrado a él para oponerse a la postura del gobierno socialista respecto a una negociación con los terroristas.

Fue Gandhi quien dijo que “no hay un camino para la paz, la paz es el camino”. Hasta ahora, la sociedad española está tomando, sin duda, un camino equivocado. El enfrentamiento PP-PSOE no ayuda en nada, y a él contribuyen, como casi siempre, los medios de comunicación, que alimentan todo tipo de polémicas. En todo este proceso es necesaria la unidad y el acercamiento de posturas entre las fuerzas políticas y sociales. Sólo así se podrá, tal vez, alcanzar el fin de ETA.

Hay una cosa debemos exigir a nuestros políticos: que no conviertan el terrorismo, el dolor y las esperanzas de paz en un arma electoral. Por favor, esta vez no.

El fin de ETA

Juan Luis Lara
Juan Luis Lara
domingo, 9 de julio de 2006, 03:24 h (CET)
Me he resistido hasta ahora a escribir sobre el conflicto vasco por una sencilla razón: no lo entiendo. ¿Recuerdan a Kevin Costner en aquella gran película de Oliver Stone sobre el asesinato de Kennedy? Sentado en un banco de Washington, con la mirada perdida en el infinito, reconoce: “todo esto me supera”. Pues más o menos a esa misma sensación me enfrento cada vez que le doy vueltas al tema de ETA.

La infinidad de aristas históricas, sociales, políticas y sentimentales que dibujan el perfil del conflicto me impiden dar una opinión argumentada al respecto. ¿Es correcto de Patxi López se reúna con Otegi? Pues no lo sé, la verdad. Me imagino que para los dirigentes socialistas no será plato de gusto y, si lo hacen, quiero pensar que es con la convicción de acabar de una vez por todas con la violencia.

Pero también es comprensible la posición de los familiares de las víctimas, que ven cómo sus representantes políticos se sientan a la mesa de quienes han destrozado para siempre sus vidas. “¡Zapatero, traidor!”, gritaban a las puertas del hotel donde se encontraban López y Otegi. El papel de las víctimas en este proceso es quizá el más espinoso. Y el PP se ha agarrado a él para oponerse a la postura del gobierno socialista respecto a una negociación con los terroristas.

Fue Gandhi quien dijo que “no hay un camino para la paz, la paz es el camino”. Hasta ahora, la sociedad española está tomando, sin duda, un camino equivocado. El enfrentamiento PP-PSOE no ayuda en nada, y a él contribuyen, como casi siempre, los medios de comunicación, que alimentan todo tipo de polémicas. En todo este proceso es necesaria la unidad y el acercamiento de posturas entre las fuerzas políticas y sociales. Sólo así se podrá, tal vez, alcanzar el fin de ETA.

Hay una cosa debemos exigir a nuestros políticos: que no conviertan el terrorismo, el dolor y las esperanzas de paz en un arma electoral. Por favor, esta vez no.

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