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La falta de contestación social al expolio de derechos sufrido, le ha facultado al sistema para fortalecerse

Paso a paso hacia el precipicio

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Cuando hace años comentaba que el verdadero poder estaba planificando esto que hoy vivimos —y lo que falta—, y aún cuando en aquellos años de bonanza de principios del s. XXI escribía que llegaríamos a ver en los próximos años entre seis y ocho millones de desempleados antes de que se destapara la caja de los truenos, no parecían mis escritos sino obras de ciencia-ficción, un delirio o una proyección pesimista de alguien que tendía a lo escatológico. Pero ahora que se han materializado en buena parte aquellas proyecciones que publiqué en 2003 y siguientes, ya no parece exagerado, e incluso no faltan quiénes, sin conocerlos ni conocerme, defienden lo mismo que desde entonces pregono en mis escritos.

Pocos, y todos ellos ingenuos, creen ya que los gobiernos se interesan por el bienestar del pueblo, y menos aún que están al servicio del país. Ya casi nadie duda que esta crisis es falsa, un artificio controlado de derribo social —¡cuántas veces lo habré repetido en mis artículos desde que en 2008 estallara!—, y aún que la corrupción no es sino una herramienta usada por esos poderes para producir hastío social, agotamiento democrático, irritabilidad que propicie que la misma sociedad demande lo que quieren, un poco como en la Argentina de los setenta fueron los propios ciudadanos los que exigieron la intervención militar, sentando las bases sociales que acogieron como salvadora la Operación Cóndor. Ingeniería social, ni más ni menos.

Ya he dicho muchas veces que en la división de honor de la política las cosas se hacen de forma parecida a como se construye una novela: por el final. Definido el objetivo, únicamente hay que mover a los personajes u "actores sociales" para que interpreten su papel en la dirección adecuada. Como en la ficción literaria, la política no repara en víctimas o en sufrimientos, porque para ellos son imaginarios, irreales, no les afecta directamente para consecución de sus objetivos. Las fuerzas que empujan a los “actores”, son siempre sutiles, como las emociones, el amor, el odio, la ira, el patriotismo, la fe. En el terreno de la política, además, se usan otros coadyuvantes como la opinión dirigida, los medios manipulados, la corrupción, la intriga, las propuestas o los escándalos. ¿Se ha dado cuenta lo fácil que sería para un Estado cortar de raíz cuestiones tales como la corrupción?... Bastaría con confrontar ingresos y haberes reales, y listo. Pero ¿por qué no se hace?... Porque hay que crear un estado de opinión específico, de sobresalto continuo que justifique la implementación de ciertas medidas que ya están programadas, o simplemente se usa como distracción para la instauración de otras más aberrantes.

Paso a paso se hacen las cosas, y paso a paso a paso se camina hacia el despeñadero… o hacia el patíbulo. Antes, se hacía correr el rumor de que iba subir esto o lo otro, y como no pasaba nada, se subía aunque hubieran negado “oficialmente” que se subirían los precios. Y, como es normal, a fuerza de muchos rumores, los rumores dejaron de correr, y hoy, sin crisis petrolíferas ni conflictos de relevancia, el precio de los combustibles se multiplica por días, habiéndose doblado los mismos en apenas tres años. Y seguirán subiendo, ya según su capricho. Se recortó un derecho irrelevante —fumar, por ejemplo, o hablar por el móvil cuando se conduce—, y como no pasó nada y muchos apoyaron que pudiera ser recortado un derecho que no los afectaba, metió el poder la tijera a todos los demás derechos. Habían dividido a la sociedad, porque una parte de ella se beneficiaba y le importaba un ardite que les perjudicara a otros. Hoy, los recortes que afectan a todos, como los de Sanidad, Educación, Expresión o Manifestación, pueden ser recortados impunemente porque saben que tampoco pasará nada. Las sociedades, con pancartas o sin ellas, son dóciles e incapaces. Que se manifiesten si quieren, que ya se van a inventar algo para recortar esto también.

La corrupción es algo terrible, pero la hubo con la UCD, y no pasó nada; la hubo exageradamente con el PSOE, y les siguieron votando; quedó de manifiesto cuando lo de El Carmel, y ahí están todos tan ricamente; y la hay galopante ahora con el PP, y seguirá recibiendo votos. No pasa nada, ni nadie irá a la cárcel por más que los escándalos sean diarios y ocupen muchos titulares. Es el circo. Nadie se mueve, y mucho menos de forma organizada, porque las organizaciones existentes fueron compradas. Paso a paso. Los sindicatos no se movieron, y ya hay seis millones de desempleados; las organizaciones sociales, y aun los partidos, no se movieron, y ya hay hambre en España y niños desnutridos por doquier; tuvimos la SGAE y sus atracos, y los seguimos teniendo; los políticos legislaron para los consorcios, y, como no pasó nada, lo seguirán haciendo contra los ciudadanos. El resultado es que estamos como estamos, consecuencia del paso a paso: agua privada, sanidad privada, expolio público, energía privada, empresas extranjeras con leyes ad hoc, empresas nacionales ahogadas en beneficio de las extranjeras, fumbo, cantantes blandi-blup, diversión, corrupción impune, cargos comprados, guardias de porra, corruptos por todas partes, circo, circo, circo… sin pan.

Mientras, ante la inacción y falta de coordinación ciudadana, el sistema se ha reforzado y ha previsto ya todos los medios que pudieran ser necesarios para detener un estallido social. Han hecho pruebas, han provocado, y han comprendido que la oposición a sus acciones desquiciadas, que la fuerza del adversario —los ciudadanos— es nula, insignificante, despreciable. Por eso quieren más recortes, más impuestos, más IVA que sometan a las masas, más cadenas para sus esclavos.

Ya se comprende que aquella voz en el desierto no iba tan descaminada. Los gobiernos no tienen interés alguno en el pueblo, a no ser como mano de obra prescindible, como esclavos contributivos. Las palabras pueden revestir de seda a cualquier despropósito, pero la realidad es la que manda, y la realidad es tenebrosa. No hay solución. La hubo, pero ya no la hay. No queda otra que sumergirse en el anonimato y esperar que sea el Cielo el que ponga las cosas en su sitio, pero hay veces que me da la impresión de que se quedó sin Dios este rincón del Paraíso.

Paso a paso hacia el precipicio

La falta de contestación social al expolio de derechos sufrido, le ha facultado al sistema para fortalecerse
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 6 de marzo de 2013, 10:47 h (CET)
Cuando hace años comentaba que el verdadero poder estaba planificando esto que hoy vivimos —y lo que falta—, y aún cuando en aquellos años de bonanza de principios del s. XXI escribía que llegaríamos a ver en los próximos años entre seis y ocho millones de desempleados antes de que se destapara la caja de los truenos, no parecían mis escritos sino obras de ciencia-ficción, un delirio o una proyección pesimista de alguien que tendía a lo escatológico. Pero ahora que se han materializado en buena parte aquellas proyecciones que publiqué en 2003 y siguientes, ya no parece exagerado, e incluso no faltan quiénes, sin conocerlos ni conocerme, defienden lo mismo que desde entonces pregono en mis escritos.

Pocos, y todos ellos ingenuos, creen ya que los gobiernos se interesan por el bienestar del pueblo, y menos aún que están al servicio del país. Ya casi nadie duda que esta crisis es falsa, un artificio controlado de derribo social —¡cuántas veces lo habré repetido en mis artículos desde que en 2008 estallara!—, y aún que la corrupción no es sino una herramienta usada por esos poderes para producir hastío social, agotamiento democrático, irritabilidad que propicie que la misma sociedad demande lo que quieren, un poco como en la Argentina de los setenta fueron los propios ciudadanos los que exigieron la intervención militar, sentando las bases sociales que acogieron como salvadora la Operación Cóndor. Ingeniería social, ni más ni menos.

Ya he dicho muchas veces que en la división de honor de la política las cosas se hacen de forma parecida a como se construye una novela: por el final. Definido el objetivo, únicamente hay que mover a los personajes u "actores sociales" para que interpreten su papel en la dirección adecuada. Como en la ficción literaria, la política no repara en víctimas o en sufrimientos, porque para ellos son imaginarios, irreales, no les afecta directamente para consecución de sus objetivos. Las fuerzas que empujan a los “actores”, son siempre sutiles, como las emociones, el amor, el odio, la ira, el patriotismo, la fe. En el terreno de la política, además, se usan otros coadyuvantes como la opinión dirigida, los medios manipulados, la corrupción, la intriga, las propuestas o los escándalos. ¿Se ha dado cuenta lo fácil que sería para un Estado cortar de raíz cuestiones tales como la corrupción?... Bastaría con confrontar ingresos y haberes reales, y listo. Pero ¿por qué no se hace?... Porque hay que crear un estado de opinión específico, de sobresalto continuo que justifique la implementación de ciertas medidas que ya están programadas, o simplemente se usa como distracción para la instauración de otras más aberrantes.

Paso a paso se hacen las cosas, y paso a paso a paso se camina hacia el despeñadero… o hacia el patíbulo. Antes, se hacía correr el rumor de que iba subir esto o lo otro, y como no pasaba nada, se subía aunque hubieran negado “oficialmente” que se subirían los precios. Y, como es normal, a fuerza de muchos rumores, los rumores dejaron de correr, y hoy, sin crisis petrolíferas ni conflictos de relevancia, el precio de los combustibles se multiplica por días, habiéndose doblado los mismos en apenas tres años. Y seguirán subiendo, ya según su capricho. Se recortó un derecho irrelevante —fumar, por ejemplo, o hablar por el móvil cuando se conduce—, y como no pasó nada y muchos apoyaron que pudiera ser recortado un derecho que no los afectaba, metió el poder la tijera a todos los demás derechos. Habían dividido a la sociedad, porque una parte de ella se beneficiaba y le importaba un ardite que les perjudicara a otros. Hoy, los recortes que afectan a todos, como los de Sanidad, Educación, Expresión o Manifestación, pueden ser recortados impunemente porque saben que tampoco pasará nada. Las sociedades, con pancartas o sin ellas, son dóciles e incapaces. Que se manifiesten si quieren, que ya se van a inventar algo para recortar esto también.

La corrupción es algo terrible, pero la hubo con la UCD, y no pasó nada; la hubo exageradamente con el PSOE, y les siguieron votando; quedó de manifiesto cuando lo de El Carmel, y ahí están todos tan ricamente; y la hay galopante ahora con el PP, y seguirá recibiendo votos. No pasa nada, ni nadie irá a la cárcel por más que los escándalos sean diarios y ocupen muchos titulares. Es el circo. Nadie se mueve, y mucho menos de forma organizada, porque las organizaciones existentes fueron compradas. Paso a paso. Los sindicatos no se movieron, y ya hay seis millones de desempleados; las organizaciones sociales, y aun los partidos, no se movieron, y ya hay hambre en España y niños desnutridos por doquier; tuvimos la SGAE y sus atracos, y los seguimos teniendo; los políticos legislaron para los consorcios, y, como no pasó nada, lo seguirán haciendo contra los ciudadanos. El resultado es que estamos como estamos, consecuencia del paso a paso: agua privada, sanidad privada, expolio público, energía privada, empresas extranjeras con leyes ad hoc, empresas nacionales ahogadas en beneficio de las extranjeras, fumbo, cantantes blandi-blup, diversión, corrupción impune, cargos comprados, guardias de porra, corruptos por todas partes, circo, circo, circo… sin pan.

Mientras, ante la inacción y falta de coordinación ciudadana, el sistema se ha reforzado y ha previsto ya todos los medios que pudieran ser necesarios para detener un estallido social. Han hecho pruebas, han provocado, y han comprendido que la oposición a sus acciones desquiciadas, que la fuerza del adversario —los ciudadanos— es nula, insignificante, despreciable. Por eso quieren más recortes, más impuestos, más IVA que sometan a las masas, más cadenas para sus esclavos.

Ya se comprende que aquella voz en el desierto no iba tan descaminada. Los gobiernos no tienen interés alguno en el pueblo, a no ser como mano de obra prescindible, como esclavos contributivos. Las palabras pueden revestir de seda a cualquier despropósito, pero la realidad es la que manda, y la realidad es tenebrosa. No hay solución. La hubo, pero ya no la hay. No queda otra que sumergirse en el anonimato y esperar que sea el Cielo el que ponga las cosas en su sitio, pero hay veces que me da la impresión de que se quedó sin Dios este rincón del Paraíso.

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