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¿Cómo salir del lodazal en que nos ha metido la posverdad?

Abandonar las posverdad

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A Núria de Gisper se le tenía un buen concepto hasta que el “buen concepto” se ensució al comparar a sus opositores políticos con cerdos. ¡Cuánta razón tiene el autor de Eclesiastés cuando escribe: “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista, así una pequeña locura al que es estimado por sabio y honorable”! (Eclesiastés 10.1). ¡Cuántas pequeñas locuras no convierten nuestro carácter en un estercolero! La pifia de Núria de Gisper nos lleva al entrenador de baloncesto John Wooden que decía a sus jugadores que el carácter es más importante que la reputación, con estas palabras: “Tu reputación es lo que los otros ven en ti, pero tu carácter es lo que realmente eres. Solamente tú conoces tu carácter. Puedes engañar a los otros pero no puedes engañarte a ti mismo”. La filosofía del entrenador Wooden es muy parecida a la cristiana que se preocupa antes por el carácter que por la reputación. Quien se interesa por la salud de su alma se humaniza. Quien exclusivamente se preocupa por la reputación, la apariencia externa, puede acabar convirtiéndose en un granuja. Existen muchas filosofías que intentan influir en el alma para mejorarla. Perecen en el intento. Solamente existe una Persona que realmente puede cambiarla, renovarla, recrearla y darle unos sentimientos que la dignifiquen: Jesús. Jesús con la participación del Espíritu Santo conduce el alma de la torpeza al decoro. La falta de decoro interno conduce a la chapucería externa que tanto protagonismo adquiere en las campañas electorales en las que todo vale con tal de hundir al opositor político.


Màrius Carol en La excelencia en la política cita a Ainhoa que en una carta al director de La Vanguardia dice que se exige muy poco a la clase política por la escasa formación de muchos de los representantes políticos. Se les debería exigir titulación académica y excelencia demostrada en el ejercicio de cargos en las administraciones. El problema no se encuentra en si tienen o no títulos académicos. Sino en si el alma de los políticos es decorosa o no. Este es el problema real de la política, de que si los que se dedican a ella no se preocupan de la salud de su alma, dejándola abandonada en la condición de no redimida por la sangre de Jesús. Se encuentran en condiciones de llegar a límites insospechados de corrupción. El lenguaje grosero que a menudo sale de los labios de las personas y de manera destacada en los de los políticos es el resultado de no haber sido redimidos del pecado. Quien no ha sido salvado por Jesús “es de su padre el diablo y los deseos de su padre quiere hacer. Él (el diablo) ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8: 44).


En estos tiempos en que la verdad ha desaparecido de los labios de la ciudadanía en general y de los políticos en concreto, ¡cuán necesario es que las personas dejemos de ser hijos del diablo!


Màrius Carol en La indigestión de las palabras se refiere a los bribones de los políticos en estos términos: “El insulto jamás es una estrategia política, ni tan siquiera una arma parlamentaria precisa. El insulto es una respuesta negativa poco elaborada y reprobable, que implica violencia sobre los otros. El insulto busca degradar y desprestigiar al contrario, pero en el fondo responde a la falta de recursos para contraponer los argumentos propios ante los de los otros”. El periodista describe los efectos pero deja sin analizar la causa de los insultos y de las mentiras que con tanta facilidad salen disparadas de la boca como si fueran dardos envenenados.


Nuestro tiempo se caracteriza por el materialismo. No me refiero al amor al dinero y a las cosas materiales, sino en el sentido de que más allá de la materia no existe nada. Quiera reconocerse o no, lo cierto es que en el ser humano todavía queda algo de la imagen y semejanza de Dios con que fue creado. Esta mínima presencia de la imagen inicial hace que sea distinto del resto de las especies animales. Éstas no tienen razón, se mueven por el instinto. Los humanos razonamos aun cuando lo hagamos mal. Debido a ello, nuestros actos, por más bien razonados que creemos hacerlos, no nos ayudan a salir del lodazal en que hemos caído.


El texto bíblico citado previamente nos habla de la existencia del diablo, conocido como el padre de la mentira y que de sus labios únicamente salen mentiras y homicidios. Sí. Existe el mundo espiritual. El diablo no es un mito creado para que los exorcistas hagan su agosto. La era de la posverdad en la que nos adentramos da fe de la existencia del padre de la mentira. Nacemos siendo sus esclavos. Por nosotros mismos no podemos liberarnos de él, por más que lo intentemos, porque es mucho más poderoso que nosotros. Únicamente la VERDAD que es Jesús puede romper la cadena esclavizadora y abrirnos la puerta a la verdadera libertad. Aun cuando la mayoría no la desee, ¡qué bella es la libertad que concede Jesús!

Abandonar las posverdad

¿Cómo salir del lodazal en que nos ha metido la posverdad?
Octavi Pereña
lunes, 12 de agosto de 2019, 10:20 h (CET)

A Núria de Gisper se le tenía un buen concepto hasta que el “buen concepto” se ensució al comparar a sus opositores políticos con cerdos. ¡Cuánta razón tiene el autor de Eclesiastés cuando escribe: “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista, así una pequeña locura al que es estimado por sabio y honorable”! (Eclesiastés 10.1). ¡Cuántas pequeñas locuras no convierten nuestro carácter en un estercolero! La pifia de Núria de Gisper nos lleva al entrenador de baloncesto John Wooden que decía a sus jugadores que el carácter es más importante que la reputación, con estas palabras: “Tu reputación es lo que los otros ven en ti, pero tu carácter es lo que realmente eres. Solamente tú conoces tu carácter. Puedes engañar a los otros pero no puedes engañarte a ti mismo”. La filosofía del entrenador Wooden es muy parecida a la cristiana que se preocupa antes por el carácter que por la reputación. Quien se interesa por la salud de su alma se humaniza. Quien exclusivamente se preocupa por la reputación, la apariencia externa, puede acabar convirtiéndose en un granuja. Existen muchas filosofías que intentan influir en el alma para mejorarla. Perecen en el intento. Solamente existe una Persona que realmente puede cambiarla, renovarla, recrearla y darle unos sentimientos que la dignifiquen: Jesús. Jesús con la participación del Espíritu Santo conduce el alma de la torpeza al decoro. La falta de decoro interno conduce a la chapucería externa que tanto protagonismo adquiere en las campañas electorales en las que todo vale con tal de hundir al opositor político.


Màrius Carol en La excelencia en la política cita a Ainhoa que en una carta al director de La Vanguardia dice que se exige muy poco a la clase política por la escasa formación de muchos de los representantes políticos. Se les debería exigir titulación académica y excelencia demostrada en el ejercicio de cargos en las administraciones. El problema no se encuentra en si tienen o no títulos académicos. Sino en si el alma de los políticos es decorosa o no. Este es el problema real de la política, de que si los que se dedican a ella no se preocupan de la salud de su alma, dejándola abandonada en la condición de no redimida por la sangre de Jesús. Se encuentran en condiciones de llegar a límites insospechados de corrupción. El lenguaje grosero que a menudo sale de los labios de las personas y de manera destacada en los de los políticos es el resultado de no haber sido redimidos del pecado. Quien no ha sido salvado por Jesús “es de su padre el diablo y los deseos de su padre quiere hacer. Él (el diablo) ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8: 44).


En estos tiempos en que la verdad ha desaparecido de los labios de la ciudadanía en general y de los políticos en concreto, ¡cuán necesario es que las personas dejemos de ser hijos del diablo!


Màrius Carol en La indigestión de las palabras se refiere a los bribones de los políticos en estos términos: “El insulto jamás es una estrategia política, ni tan siquiera una arma parlamentaria precisa. El insulto es una respuesta negativa poco elaborada y reprobable, que implica violencia sobre los otros. El insulto busca degradar y desprestigiar al contrario, pero en el fondo responde a la falta de recursos para contraponer los argumentos propios ante los de los otros”. El periodista describe los efectos pero deja sin analizar la causa de los insultos y de las mentiras que con tanta facilidad salen disparadas de la boca como si fueran dardos envenenados.


Nuestro tiempo se caracteriza por el materialismo. No me refiero al amor al dinero y a las cosas materiales, sino en el sentido de que más allá de la materia no existe nada. Quiera reconocerse o no, lo cierto es que en el ser humano todavía queda algo de la imagen y semejanza de Dios con que fue creado. Esta mínima presencia de la imagen inicial hace que sea distinto del resto de las especies animales. Éstas no tienen razón, se mueven por el instinto. Los humanos razonamos aun cuando lo hagamos mal. Debido a ello, nuestros actos, por más bien razonados que creemos hacerlos, no nos ayudan a salir del lodazal en que hemos caído.


El texto bíblico citado previamente nos habla de la existencia del diablo, conocido como el padre de la mentira y que de sus labios únicamente salen mentiras y homicidios. Sí. Existe el mundo espiritual. El diablo no es un mito creado para que los exorcistas hagan su agosto. La era de la posverdad en la que nos adentramos da fe de la existencia del padre de la mentira. Nacemos siendo sus esclavos. Por nosotros mismos no podemos liberarnos de él, por más que lo intentemos, porque es mucho más poderoso que nosotros. Únicamente la VERDAD que es Jesús puede romper la cadena esclavizadora y abrirnos la puerta a la verdadera libertad. Aun cuando la mayoría no la desee, ¡qué bella es la libertad que concede Jesús!

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