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En ningún episodio separatista de Africa o Sudamérica estuvieron jamás ausentes los intereses creados

De la Entrega del Chaco y la secesión de Katanga al Sahara Occidental

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Se ha dicho que la historia debe juzgar el pasado para instruir el presente en beneficio del futuro, aunque muchos pueblos no reconozcan los errores de su propio pasado y pretendan reincidir una y otra vez.

Patricio Lumumba, considerado un mártir del socialismo, había anticipado en enero de 1961 en una carta a su esposa,  que prefería morir con la cabeza en alto, con fe inquebrantable y profunda confianza en el futuro de su país, antes que doblegarse por el maltrato y la tortura para vivir sometido y pisoteando principios sagrados.  Lumumba estaba seguro que algún día su legado sería valorado, y no por la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres.
La historia de Lumumba, Primer Ministro del Congo,  tiene en común con Bolivia y Paraguay más que el paralelismo entre  otros conflictos que, como el del Sahara Occidental, la nefasta historia del colonialismo dejó como legado al África.

Spruille Braden era un diplomático y agente petrolero norteamericano recordado en Sudamérica por haber facilitado con su intromisión, muy a su pesar, el ascenso político de Juan Domingo Perón en la Argentina de la década de 1940. También se lo recuerda por el papel que la cupo en la década de 1930, cuando logró encender la chispa de una guerra entre dos pequeños países sudamericanos, para luego ser el árbitro de la paz.

Al final de aquella matanza entre soldados descalzos, Braden  logró conservar para Bolivia la zona petrolífera del Chaco que desató la disputa, a pesar de la victoria militar paraguaya, porque el país del altiplano ofrecía mayores ventajas a la empresa Standard Oil a la que representaba.  Cuando se instaló la mesa de negociaciones que concluirían en Buenos Aires en julio de 1938,  el Paraguay ya no estaba representado en ellas, dado que el presidente de su comisión negociadora (José Félix Estigarribia) era un enviado del Departamento de Estado Norteamericano que había abandonado la embajada paraguaya en Washington sin conocimiento del gobierno de Asunción, para estar presente en Buenos Aires y firmar los acuerdos que entregaban la zona petrolífera.  El secretario de la comisión paraguaya, Efraim Cardozo, apenas si cumplía el papel de informante a sueldo de Spruille Braden, según este último lo reconoce en sus memorias.

Años más tarde,  tras su enfrentamiento con Perón en Argentina,  fue también Braden el organizador de un comité de apoyo a la secesión de Katanga, región del Congo rica en recursos mineros y diamantes,  aventura que concluiría con el asesinato de Patricio Lumumba.

Con Spruille Braden y la Union Minière cubriéndole las espaldas, el fantoche pro-imperialista Tschombe declaró, poco tiempo después de la independencia del Congo, la secesión de Katanga. Estaba claro que Braden no renunciaba a su costumbre de dibujar fronteras a su antojo en los mapas del Tercer Mundo.

Antes de su definitiva salida de su antigua colonia, los belgas habían desarmado a las unidades de la ANC en Katanga y habían dejado a Tschombe dinero, armamento y algunos instructores militares. No había nada más que hacer. Pero los desórdenes en el Congo y la secesión de Katanga invitaban a la ONU a una intervención.

Ni los yanquis, ni los soviéticos, y ni siquiera los nuevos paises emancipados del Africa deseaban una alteración de las fronteras establecidas. Para todos estaba claro que el potencial éxito de la independencia de Katanga  impulsada por Braden y algunas mineras norteamericanas generaría numerosas guerras en todo África. Las tropas de la ONU, ensimismadas en sus propias querellas y ocupadas principalmente con las revueltas en Leopoldville, no preocupaban inicialmente a Tschombe. Por contra, le intranquilizaban bastante más los Baluba, quienes en el norte de Katanga se habían rebelado contra él con el apoyo de Lumumba. Para someter a los Baluba y consolidar su poder, Tschombe necesitaba condotieros que, al contrario que los instructores dejados por los belgas,  tomaran parte activa en la lucha.

Los primeros asesinos a sueldo llegaron de aquellas naciones en los que las recién terminadas guerras colonialistas habían dejado mercenarios desocupados: Bélgica, Inglaterra, Sudáfrica, Rhodesia y la Argelia francesa. Su trabajo debían empezar con la instrucción de los llamados "gendarmes de Katanga", reclutados entre las tribus sometidas a Tschombe.  Era un pequeño ejército formado por algunos cientos de blancos y unos dos mil "gendarmes" que, en cualquier caso, estaba muy por encima de los primitivos Balubas, que sólo contaban con armas blancas. Como en todas las guerras entre tribus en África, los enfrentamientos fueron sangrientos en extremo: Con sus tropas de choque, pequeñas, motorizadas y muy bien armadas, los mercenarios europeos sembraron el terror entre sus enemigos, y los Balubas que sobrevivieron el holocausto huyeron hacia el norte. Estas "acciones de liberación"  le valieron a estos mercenarios el mote de "Les Affreux" (Los Terribles). La prensa internacional hacía conocer sus atrocidades, las cuales solo servían para propaganda dado el pánico que sus “hazañas” despertaban en sus enemigos.

Mientras Tschombe  se consolidaba en el territorio apetecido por Braden y las mineras estadounidenses, Lumumba reclamaba cada vez más vehementemente la intervención de las Naciones Unidas en contra de los secesionistas. Pero éstas no se animaban a participar militarmente y se limitaban a exhortar a los mercenarios a que abandonen una lucha que les reportaba fuertes sumas. Ya que el Congo sin Katanga no podía sobrevivir económicamente y la ONU no parecía ofrecer ningún apoyo efectivo, Lumumba intentó atraer el interés de la Unión Soviética. Con ello, consiguió atraer la atención de la CIA quien rápidamente identificó en el General de la ANC Mobutu el representante adecuado para sus apetencias.

Como primer paso para conservar las minas de esa región del África, el primer presidente del Congo independiente Joseph Kasavubu había sido conminado por las potencias colonialistas e imperiales para deshacerse de su Primer Ministro Lumumba, quien fue destituído y reemplazado por Joseph Ileo. Pero Lumumba se resistió y a su vez se ratificó en el mando. Cuentan las crónicas que fastidiado, el mismo Eisenhower dio la orden de matar a Lumumba. Uno de los asesinos enviados para la tarea fue Frank Carlucci, que sería luego secretario de Defensa de Ronald Reagan.

Con el apoyo de los americanos, Mobutu inició un golpe militar y Lumumba, quien había buscado refugio en un cuartel de la ONU, fue derivado por la fuerza a Katanga por sus mismos anfitriones. Se dijo por entonces que los gendarmes de Tschombe se ocuparon aplicadamente de él.
En verdad Allen Dulles, que estaba al frente de la CIA, envió un telegrama a su delegado en el Congo Lawrence Davlin con las órdenes explícitas, que lógicamente incluían actuar en el más absoluto secreto.
Las tropas de la ONU hicieron la vista gorda cuando  tropas del ejército se llevaban a Lumumba para torturarlo brutalmente. Más tarde se supo que se mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral muy elevada. Al final terminaría en Katanga y, en un descampado en medio de la oscura sabana, iluminado por las luces de los coches de la policía, un escuadrón provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron lo acribilló con una lluvia de balas.
Un comisario belga que trabajaba para el régimen pelele de Katanga, confesó luego que le ordenaron hacer desaparecer al fusilado y a dos de sus ministros que le acompañaron en la tragedia. El trabajo no fue fácil, tuvimos que despedazarlos, reconoció el verdugo. Su cuerpo fue espantosamente descuartizado para evitar su reconocimiento. Luego disolvieron los pedazos en un recipiente con ácido sulfúrico altruistamente donado por una compañía minera. Los imperialistas no querían dejar ninguna huella del crimen. Inmediatamente comenzó la campaña de desinformación de la prensa adicta al imperio.

Eliminado Lumumba, las potencias e imperios coloniales decidieron que era el momento de enmendar errores y fueron por su títere y lacayo, Tschombé, como probablemente a su tiempo irán los argelinos sobre sus hoy aliados, los saharauis.  En diciembre de 1961, la poderosa aviación de las Naciones Unidas arrasó en un ataque sorpresa a toda la fuerza aérea de Katanga. Y después, renunciando a la intervención de tropas de tierra europeas, echaron mano de sus propios mercenarios. Los Gurkas indios asaltaron Elizabethville, capital de Katanga, y tras largas e inútiles negociaciones, tomaron en 1963 la ciudad minera de Kolwezi, último refugio de los secesionistas.

La parte del león sería para los norteamericanos, quienes lograron instalar en el Congo un gobierno pro-occidental, encabezado por el presidente Kasavubu y el general Mobutu, y enviaron a Tschombe al exilio en España.  ¿Será diferente con el conflicto del Sahara Occidental, o tal vez Abdelazis siga los pasos de Tschombe? El tiempo lo dirá.

Solo podemos citar que en tiempos recientes, en casos similares a Katanga, cuatro zonas de Bolivia ricas en recursos naturales exigieron autonomía del gobierno dirigido por Evo, y amenazaron con separarse de la nación. Según los documentos, fundaciones estadounidenses estuvieron envueltas en estas campañas, habiendo invertido 4.451.249 dólares para ayudar a los gobiernos secesionistas a operar más estratégicamente.

En Venezuela, el presidente Hugo Chávez tuvo que enfrentar en el 2008 a un plan secesionista en Zulia, y advertir que para lograr esos planes el pais debería ser llevado a una nueva Guerra de Secesión. Entre los grupos separatistas se pueden mencionar a Zulia Libre e Independiente, Nación Zuliana, e Izquierda Republicana del Zulia.  En medios paraguayos subsidiados por la CIA, no hace mucho tiempo se revivió el secesionismo de Santa Cruz, buscando mayores problemas para Evo Morales.

Lo absurdo de todas estas historias es que países sudamericanos que enfrentan separatismos de esta especie se inmiscuyen hoy para respaldar al secesionismo Saharaui, un grupo liderado por personajes calificados por sus mismos ex cofrades como facinerosos que se dan la gran vida con dinero argelino y la ayuda internacional.

No cabe duda que aquellos pueblos que desconocen la historia, están condenados a repetir sus capítulos más trágicos.

De la Entrega del Chaco y la secesión de Katanga al Sahara Occidental

En ningún episodio separatista de Africa o Sudamérica estuvieron jamás ausentes los intereses creados
Luis Agüero Wagner
lunes, 4 de marzo de 2013, 08:30 h (CET)
Se ha dicho que la historia debe juzgar el pasado para instruir el presente en beneficio del futuro, aunque muchos pueblos no reconozcan los errores de su propio pasado y pretendan reincidir una y otra vez.

Patricio Lumumba, considerado un mártir del socialismo, había anticipado en enero de 1961 en una carta a su esposa,  que prefería morir con la cabeza en alto, con fe inquebrantable y profunda confianza en el futuro de su país, antes que doblegarse por el maltrato y la tortura para vivir sometido y pisoteando principios sagrados.  Lumumba estaba seguro que algún día su legado sería valorado, y no por la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres.
La historia de Lumumba, Primer Ministro del Congo,  tiene en común con Bolivia y Paraguay más que el paralelismo entre  otros conflictos que, como el del Sahara Occidental, la nefasta historia del colonialismo dejó como legado al África.

Spruille Braden era un diplomático y agente petrolero norteamericano recordado en Sudamérica por haber facilitado con su intromisión, muy a su pesar, el ascenso político de Juan Domingo Perón en la Argentina de la década de 1940. También se lo recuerda por el papel que la cupo en la década de 1930, cuando logró encender la chispa de una guerra entre dos pequeños países sudamericanos, para luego ser el árbitro de la paz.

Al final de aquella matanza entre soldados descalzos, Braden  logró conservar para Bolivia la zona petrolífera del Chaco que desató la disputa, a pesar de la victoria militar paraguaya, porque el país del altiplano ofrecía mayores ventajas a la empresa Standard Oil a la que representaba.  Cuando se instaló la mesa de negociaciones que concluirían en Buenos Aires en julio de 1938,  el Paraguay ya no estaba representado en ellas, dado que el presidente de su comisión negociadora (José Félix Estigarribia) era un enviado del Departamento de Estado Norteamericano que había abandonado la embajada paraguaya en Washington sin conocimiento del gobierno de Asunción, para estar presente en Buenos Aires y firmar los acuerdos que entregaban la zona petrolífera.  El secretario de la comisión paraguaya, Efraim Cardozo, apenas si cumplía el papel de informante a sueldo de Spruille Braden, según este último lo reconoce en sus memorias.

Años más tarde,  tras su enfrentamiento con Perón en Argentina,  fue también Braden el organizador de un comité de apoyo a la secesión de Katanga, región del Congo rica en recursos mineros y diamantes,  aventura que concluiría con el asesinato de Patricio Lumumba.

Con Spruille Braden y la Union Minière cubriéndole las espaldas, el fantoche pro-imperialista Tschombe declaró, poco tiempo después de la independencia del Congo, la secesión de Katanga. Estaba claro que Braden no renunciaba a su costumbre de dibujar fronteras a su antojo en los mapas del Tercer Mundo.

Antes de su definitiva salida de su antigua colonia, los belgas habían desarmado a las unidades de la ANC en Katanga y habían dejado a Tschombe dinero, armamento y algunos instructores militares. No había nada más que hacer. Pero los desórdenes en el Congo y la secesión de Katanga invitaban a la ONU a una intervención.

Ni los yanquis, ni los soviéticos, y ni siquiera los nuevos paises emancipados del Africa deseaban una alteración de las fronteras establecidas. Para todos estaba claro que el potencial éxito de la independencia de Katanga  impulsada por Braden y algunas mineras norteamericanas generaría numerosas guerras en todo África. Las tropas de la ONU, ensimismadas en sus propias querellas y ocupadas principalmente con las revueltas en Leopoldville, no preocupaban inicialmente a Tschombe. Por contra, le intranquilizaban bastante más los Baluba, quienes en el norte de Katanga se habían rebelado contra él con el apoyo de Lumumba. Para someter a los Baluba y consolidar su poder, Tschombe necesitaba condotieros que, al contrario que los instructores dejados por los belgas,  tomaran parte activa en la lucha.

Los primeros asesinos a sueldo llegaron de aquellas naciones en los que las recién terminadas guerras colonialistas habían dejado mercenarios desocupados: Bélgica, Inglaterra, Sudáfrica, Rhodesia y la Argelia francesa. Su trabajo debían empezar con la instrucción de los llamados "gendarmes de Katanga", reclutados entre las tribus sometidas a Tschombe.  Era un pequeño ejército formado por algunos cientos de blancos y unos dos mil "gendarmes" que, en cualquier caso, estaba muy por encima de los primitivos Balubas, que sólo contaban con armas blancas. Como en todas las guerras entre tribus en África, los enfrentamientos fueron sangrientos en extremo: Con sus tropas de choque, pequeñas, motorizadas y muy bien armadas, los mercenarios europeos sembraron el terror entre sus enemigos, y los Balubas que sobrevivieron el holocausto huyeron hacia el norte. Estas "acciones de liberación"  le valieron a estos mercenarios el mote de "Les Affreux" (Los Terribles). La prensa internacional hacía conocer sus atrocidades, las cuales solo servían para propaganda dado el pánico que sus “hazañas” despertaban en sus enemigos.

Mientras Tschombe  se consolidaba en el territorio apetecido por Braden y las mineras estadounidenses, Lumumba reclamaba cada vez más vehementemente la intervención de las Naciones Unidas en contra de los secesionistas. Pero éstas no se animaban a participar militarmente y se limitaban a exhortar a los mercenarios a que abandonen una lucha que les reportaba fuertes sumas. Ya que el Congo sin Katanga no podía sobrevivir económicamente y la ONU no parecía ofrecer ningún apoyo efectivo, Lumumba intentó atraer el interés de la Unión Soviética. Con ello, consiguió atraer la atención de la CIA quien rápidamente identificó en el General de la ANC Mobutu el representante adecuado para sus apetencias.

Como primer paso para conservar las minas de esa región del África, el primer presidente del Congo independiente Joseph Kasavubu había sido conminado por las potencias colonialistas e imperiales para deshacerse de su Primer Ministro Lumumba, quien fue destituído y reemplazado por Joseph Ileo. Pero Lumumba se resistió y a su vez se ratificó en el mando. Cuentan las crónicas que fastidiado, el mismo Eisenhower dio la orden de matar a Lumumba. Uno de los asesinos enviados para la tarea fue Frank Carlucci, que sería luego secretario de Defensa de Ronald Reagan.

Con el apoyo de los americanos, Mobutu inició un golpe militar y Lumumba, quien había buscado refugio en un cuartel de la ONU, fue derivado por la fuerza a Katanga por sus mismos anfitriones. Se dijo por entonces que los gendarmes de Tschombe se ocuparon aplicadamente de él.
En verdad Allen Dulles, que estaba al frente de la CIA, envió un telegrama a su delegado en el Congo Lawrence Davlin con las órdenes explícitas, que lógicamente incluían actuar en el más absoluto secreto.
Las tropas de la ONU hicieron la vista gorda cuando  tropas del ejército se llevaban a Lumumba para torturarlo brutalmente. Más tarde se supo que se mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral muy elevada. Al final terminaría en Katanga y, en un descampado en medio de la oscura sabana, iluminado por las luces de los coches de la policía, un escuadrón provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron lo acribilló con una lluvia de balas.
Un comisario belga que trabajaba para el régimen pelele de Katanga, confesó luego que le ordenaron hacer desaparecer al fusilado y a dos de sus ministros que le acompañaron en la tragedia. El trabajo no fue fácil, tuvimos que despedazarlos, reconoció el verdugo. Su cuerpo fue espantosamente descuartizado para evitar su reconocimiento. Luego disolvieron los pedazos en un recipiente con ácido sulfúrico altruistamente donado por una compañía minera. Los imperialistas no querían dejar ninguna huella del crimen. Inmediatamente comenzó la campaña de desinformación de la prensa adicta al imperio.

Eliminado Lumumba, las potencias e imperios coloniales decidieron que era el momento de enmendar errores y fueron por su títere y lacayo, Tschombé, como probablemente a su tiempo irán los argelinos sobre sus hoy aliados, los saharauis.  En diciembre de 1961, la poderosa aviación de las Naciones Unidas arrasó en un ataque sorpresa a toda la fuerza aérea de Katanga. Y después, renunciando a la intervención de tropas de tierra europeas, echaron mano de sus propios mercenarios. Los Gurkas indios asaltaron Elizabethville, capital de Katanga, y tras largas e inútiles negociaciones, tomaron en 1963 la ciudad minera de Kolwezi, último refugio de los secesionistas.

La parte del león sería para los norteamericanos, quienes lograron instalar en el Congo un gobierno pro-occidental, encabezado por el presidente Kasavubu y el general Mobutu, y enviaron a Tschombe al exilio en España.  ¿Será diferente con el conflicto del Sahara Occidental, o tal vez Abdelazis siga los pasos de Tschombe? El tiempo lo dirá.

Solo podemos citar que en tiempos recientes, en casos similares a Katanga, cuatro zonas de Bolivia ricas en recursos naturales exigieron autonomía del gobierno dirigido por Evo, y amenazaron con separarse de la nación. Según los documentos, fundaciones estadounidenses estuvieron envueltas en estas campañas, habiendo invertido 4.451.249 dólares para ayudar a los gobiernos secesionistas a operar más estratégicamente.

En Venezuela, el presidente Hugo Chávez tuvo que enfrentar en el 2008 a un plan secesionista en Zulia, y advertir que para lograr esos planes el pais debería ser llevado a una nueva Guerra de Secesión. Entre los grupos separatistas se pueden mencionar a Zulia Libre e Independiente, Nación Zuliana, e Izquierda Republicana del Zulia.  En medios paraguayos subsidiados por la CIA, no hace mucho tiempo se revivió el secesionismo de Santa Cruz, buscando mayores problemas para Evo Morales.

Lo absurdo de todas estas historias es que países sudamericanos que enfrentan separatismos de esta especie se inmiscuyen hoy para respaldar al secesionismo Saharaui, un grupo liderado por personajes calificados por sus mismos ex cofrades como facinerosos que se dan la gran vida con dinero argelino y la ayuda internacional.

No cabe duda que aquellos pueblos que desconocen la historia, están condenados a repetir sus capítulos más trágicos.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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