Una vez más la Selección Española ha vuelto a defraudar a todos. Este año, como cualquiera de los anteriores en los que el combinado español disputó una competición internacional, la gente se volvió a ilusionar como siempre, y volvió a caer tan rápido como se levantó. Parece que este es un pueblo sin memoria, ni siquiera inmediata. El único capaz de caer no tres, sino decenas de veces con la misma piedra.

Quizás ahora haya un equipo de garantías para el futuro, con sabia nueva, una manera de jugar que puede convencer o cualquier cosa a la que agarrarse. La solución a este mal endémico de la selección no parece que tenga fácil solución. ¿Está acaso la salida a todo esto en un nuevo entrenador? No creo que Luís Aragonés deba abandonar ahora la nave para poder arreglarlo.

Otro asunto es el de la coherencia. Si el ‘Sabio’ dijo en su día que si España no llegaba a semifinales, o al menos no se codeaba con los más grandes, no continuaría al frente de la dirección técnica del equipo español, ahora debería cumplir su promesa. Visto esto, Aragonés debería dimitir mañana mismo. Aunque donde dije digo, digo Diego. Ahora reconoce que se equivocó, y aparca la coherencia y la honradez en doble fila. Todos somos esclavos de nuestras palabras.

Una cosa no quita la otra. Creo que la mayoría de la afición está contenta con el trabajo de Luís Aragonés. La gente siente simpatía y aprecio por un hombre tan carismático como él. Su trabajo, salvando pequeños fallos técnicos (tiene que ver con el siete) ha sido exquisito, y en condiciones normales debería seguir. Pero, dicho lo dicho, hay que ser consecuentes con lo que se dice. ¿O acaso habría que aplicar la famosa frase humane errare est (errar es de humanos)?