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Ángel Alonso Pachón, Getafe (Madrid)

El generador de la indiferencia

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La vida natural en un mundo natural siempre se ha distinguido por mantener un perfecto equilibrio entre el universo y su desarrollo... por desgracia, hasta la llegada del hombre.

La llegada del hombre (genérico), con perdón de aquellos que piensan que “es una discriminación sexual machista, denigrante contra las mujeres”, supuso un antes y un después para el mantenimiento del equilibrio natural.

En lo relativo al aspecto “humano”, las sociedades han ido permitiendo la degradación de los principios intrínsecos a su propia naturaleza.

Principios intrínsecos son aquellos que tienen relación con la diferencia natural por sexos... Principios intrínsecos son aquellos que no confunden la autoridad con el totalitarismo... Principios intrínsecos son el derecho a nacer, el derecho a luchar por la vida, la libertad de pensamiento y de elección, el reconocimiento de la relatividad de las cosas, la protección de las unidades familiares, la lucha por la supervivencia y mejora personal y colectiva...

En lo relativo al aspecto conocido como “naturaleza”, sólo existe un principio intrínseco, el mantenimiento del equilibrio entre todos los elementos que la componen.

Lo que llamamos desarrollo y progreso ha ido rasgando la corteza protectora de lo que conocemos como “ser humano”, al tiempo que ha ido alimentándose de las raíces más profundas y esenciales de lo que conocemos como “nuestro mundo”: aire, agua y tierra.

La indiferencia “individualizada” la ha generado el sentimiento abrumador de incapacidad individual.

La indiferencia “social” la ha generado la mutación del concepto “política”; ya no se define como convivencia y respeto sino como supervivencia y ascenso de los que se dicen políticos.

Visto lo que le cuesta sobrevivir al “humanoide” creado por una sociedad no sociable ni respetuosa con sus principios intrínsecos... la INDIFERENCIA se expande lentamente, lentamente... sin solución de continuidad.

El generador de la indiferencia

Ángel Alonso Pachón, Getafe (Madrid)
Lectores
viernes, 19 de julio de 2019, 10:39 h (CET)

La vida natural en un mundo natural siempre se ha distinguido por mantener un perfecto equilibrio entre el universo y su desarrollo... por desgracia, hasta la llegada del hombre.

La llegada del hombre (genérico), con perdón de aquellos que piensan que “es una discriminación sexual machista, denigrante contra las mujeres”, supuso un antes y un después para el mantenimiento del equilibrio natural.

En lo relativo al aspecto “humano”, las sociedades han ido permitiendo la degradación de los principios intrínsecos a su propia naturaleza.

Principios intrínsecos son aquellos que tienen relación con la diferencia natural por sexos... Principios intrínsecos son aquellos que no confunden la autoridad con el totalitarismo... Principios intrínsecos son el derecho a nacer, el derecho a luchar por la vida, la libertad de pensamiento y de elección, el reconocimiento de la relatividad de las cosas, la protección de las unidades familiares, la lucha por la supervivencia y mejora personal y colectiva...

En lo relativo al aspecto conocido como “naturaleza”, sólo existe un principio intrínseco, el mantenimiento del equilibrio entre todos los elementos que la componen.

Lo que llamamos desarrollo y progreso ha ido rasgando la corteza protectora de lo que conocemos como “ser humano”, al tiempo que ha ido alimentándose de las raíces más profundas y esenciales de lo que conocemos como “nuestro mundo”: aire, agua y tierra.

La indiferencia “individualizada” la ha generado el sentimiento abrumador de incapacidad individual.

La indiferencia “social” la ha generado la mutación del concepto “política”; ya no se define como convivencia y respeto sino como supervivencia y ascenso de los que se dicen políticos.

Visto lo que le cuesta sobrevivir al “humanoide” creado por una sociedad no sociable ni respetuosa con sus principios intrínsecos... la INDIFERENCIA se expande lentamente, lentamente... sin solución de continuidad.

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