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La jornada de huelga que se vivió con motivo del Día de la Mujer (8 de marzo) fue una oportunidad perdida para el desarrollo de un movimiento transversal muy necesario. Los presupuestos ideológicos de las convocantes de las protestas y el apoyo directo del Gobierno en plena pre-campaña electoral limitaron la posibilidad de que algunas reivindicaciones muy justas fueran apoyadas por mujeres y entidades con otra sensibilidad.
Las organizaciones promotoras tenían unos objetivos declarados que cuando se convierten en programa electoral obtienen un respaldo menor al 20 por ciento. Al resto de las mujeres se les obliga o abandonar sus presupuestos políticos o ideológicos, o a tener que aceptar una agenda que no consideran propia. Ese fue el fruto.
Leemos en la prensa vasca del día 4 de abril sobre la intimidación hasta agresión que recibió un menor de 14 años por parte de un pedófilo “extranjero” en la estación de Renfe en Ordizia y a plena luz del día. En la misma prensa del día 17: “El hombre de 39 años que ha sido enviado a prisión preventiva por agredir sexualmente a una niña de cuatro años el pasado sábado en Getxo acumula un largo historial delictivo (...)”.
Que la sociedad se deshace como un castillo de arena abatido por las olas del mar no es ningún descubrimiento; que la institución familiar sufre también los avatares de determinadas ideologías es también sobradamente conocido; y que la identidad personal está siendo manipulada hasta el punto de no saber si la cabeza se queda mirando al frente o hacia atrás se presente como algo obvio.
El presidente de la Generalitat ha anunciado la convocatoria de elecciones para el próximo 12 de mayo. En Comú, el partido de la vicepresidenta Yolanda Díaz, ha tumbado con su no los Presupuestos de Aragonés. Y, como consecuencia, los españoles se quedan sin Presupuestos Generales del Estado para 2024 pero, a cambio, tendrán Ley de Amnistía.
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